La revista Vice ha publicado un amplio reportaje en el que se relatan, pormenorizadamente, las penosas desventuras en las que a menudo se ven envueltos los gays en Siria, en medio de la guerra civil. Y es que, en muchas áreas del país, los grupos panislámicos han tomado el control y han establecido tribunales populares que imponen penas de estilo medieval y ejecuciones brutales a miembros de minorías religiosas, “blasfemos”, laicos y homosexuales.
DOS MANZANAS.- A Ram, uno de los jóvenes que logró escapar de un brutal ataque homófobo, le espetaron que le iban a matar “para salvar el mundo” porque “vosotros sois todos unos pervertidos”. Fue engañado. Recibió la llamada de un amigo que, supuestamente, había perdido todo su dinero y necesitaba su ayuda. Ram acudió rápidamente a su casa y descubrió que el aviso de su amigo era fruto de las torturas que estaba recibiendo, ya que se encontraba maniatado, en el suelo, junto a otro chico. Los dos estaban cubiertos de sangre. “Uno de ellos dijo que había sido violado con algún instrumento y estaba sangrando”, relata Ram. “Estaba llorando por el dolor, pero creo que también porque tenía miedo de que me hicieran a mí lo mismo. Ambos habían sido golpeados en los testículos con una herramienta”.
Los torturadores pretendían trasladar a sus rehenes, ya que la casa estaba en una zona que no controlaban los rebeldes y no se sentían seguros. Pero, afortunadamente, Ram no estaba bien atado y logró escapar cuando lo sacaron de la vivienda. El chico explica que le propinó una patada “al hombre que me cogía de las pelotas” y corrió hacia el zoco. “Supe que el ejército estaba allí y que los secuestradores no podrían venir a por mí”, asegura.
Ram no tiene ninguna duda de que los secuestradores eran miembros de uno de los grupos islamistas de línea dura que han surgido en Siria desde el inicio de la guerra civil. “No dejaban de decirme que Alá es el único dios, y que era él quien me iba a matar”. Cuando estuvo a salvo, guardó algunas pertenencias en una bolsa, reunió todo el dinero que pudo y huyó hacia la frontera con el Líbano para tratar de reiniciar su vida.
Después de su terrible vivencia, Ram afirma que “mi único mensaje es que los radicales son una amenaza para toda la sociedad”. “Estoy agradecido de que no me hayan cortado o quemado, y de que estoy a salvo por el momento”, añade.
Con la religión como pretexto
En el norte de Siria, hay un sinnúmero de ciudades y pueblos donde el régimen ha sido expulsado por los rebeldes, solo para ser sustituido por otro tipo de tiranía, liderada por decenas de yihadistas. Estos combatientes, muchos de ellos extranjeros, han llegado al país para formar parte de lo que creen que es una guerra santa.
Al-Raqqa (ubicada a orillas del Eufrates, en el desierto) es una de esas ciudades que ha visto las dos caras de la misma moneda. Fue la primera ciudad importante de caer por completo en manos de un grupo rebelde, en febrero de 2013, y con el ascenso al poder de Jabhat al-Nusra se estableció la ley islámica. Un residente, que escapó recientemente de la ciudad, informó que el grupo panislámico había prohibido fumar y que se castigaba a hombres y mujeres por llevar pantalones vaqueros. “Uno de mis amigos, propietario de una tienda que vende ropa de maternidad, pero tuvo que cerrarla porque al-Nusra le prohibió servir a las mujeres”.
La mayoría de los hombres homosexuales que han abandonado Siria en los últimos meses, según recoge el reportaje de Vice, huyeron de las posibles torturas o de la muerte a manos de los grupos extremistas, que están fortaleciendo gradualmente su control sobre las áreas en las que el régimen se ha retirado. Incluso en las zonas donde Bashar al-Asad aún se aferra al poder, la sublevación ha desatado una ola de criminalidad. Las familias ricas viven con el temor del secuestro, y los hombres homosexuales en particular, son vulnerables. Y todas estas atrocidades, crímenes y violentos robos, según sus propios autores, en nombre de su dios.