El partido ultra tiene una estrategia de crear desafección hacia el Ejecutivo legítimo de Pedro Sánchez basado en la generación y propagación de bulos y noticias falsas que llegan a la ciudadanía a través de las redes sociales
JOSÉ ANTONIO GÓMEZ. DIARIO 16.- La ultraderecha tiene un aparato de propaganda basado en los principios de Joseph Goebbels, principalmente el principio de la orquestación: «La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas», es decir, si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad.
En la crisis sanitaria provocada por la pandemia del Covid19 estamos siendo testigos de un ataque frontal en el que los ultras están echando el resto. Todo con un único objetivo: derribar al Gobierno elegido legítima y democráticamente por el pueblo. Ha sido el Ejecutivo quien ha puesto en marcha una serie de medidas que, evidentemente, fueron rechazadas frontalmente por Vox.
La ultraderecha española se está quedando sin aparato de propaganda y sin sus métodos para crear la desafección que tanto les beneficia. El Gobierno lanzó una serie de medidas para detectar y perseguir bulos y campañas de desinformación a través de redes sociales y aplicaciones de mensajería. Por esta razón, Vox aprovechó una sesión de control en el Congreso de los Diputados para pedir cuentas al Ejecutivo sobre estas medidas e intentar forzar una votación sobre el tema.
Sin embargo, el problema de los bulos y la desinformación de Vox es mucho más grave que unos cuantos miles de mensajes a través de WhatsApp o de las redes sociales. Es toda una estrategia en la que están utilizando tecnologías y metodologías muy avanzadas que ponen en peligro al sistema democrático.
No hace muchos años vimos cómo desde la extrema derecha mundial se manipularon elecciones para que populistas ultraconservadores alcanzaran el poder. Estados Unidos o el Brexit son el mejor ejemplo. Sin embargo, esos métodos no los están utilizando sólo para ganar comicios, sino que disponen del nuevo sistema para manipular la voluntad de los hombres y mujeres de las democracias. Se trata del control absoluto del Big Data, del manejo de metadatos que se van dejando en redes sociales o en el historial de navegación de internet.
Los expertos en Big Data conocen los gustos culinarios, el consumo cultural, el tipo de mujer o de hombre que gusta a cada una de las personas, la hora a la que se van a dormir o se levantan. Lo saben todo con un solo clic. Para controlar esto hace falta, no sólo expertos, sino dinero porque acceder a esos metadatos cuesta muchos millones de euros.
Esto es lo que está utilizando la extrema derecha mundial y, por extensión, el partido de Santiago Abascal para manipular la voluntad de la ciudadanía. A diferencia de la utilización acertada de las redes sociales que hicieron las nuevas organizaciones de izquierda, el control del Big Data necesita de mucha inversión que un partido fiscalizado no podría acometer. De ahí las dudas por los canales de financiación de estas formaciones ultras, entre las que se encuentra Vox. ¿De dónde sacan el dinero? Evidentemente, las élites financieras están más unidas a aquellos partidos que están dispuestos a destrozar el sistema de bienestar social democrático antes que a aquellos que, incluso desde el lado conservador, están dispuestos a recortarlo, pero no a eliminarlo.
En el año 1.988, Guy Debord alertaba del peligro de la desinformación en nuestras sociedades: «La desinformación se despliega ahora en un mundo en donde no queda sitio para verificación alguna». Ese fenómeno, hoy denominado posverdad, se une al conocimiento de las preferencias de casi toda la población. Ahí es donde está el triunfo de los neofascismos, su poderío y el fracaso de los demás partidos que siguen pensando en términos casi analógicos. El Big Data, que sirve para informar/desinformar, está controlado por unas pocas empresas, por unas pocas personas que tienen accenso a millones de datos y de conversaciones en internet. Así está creciendo Vox gracias al Big Data: desinformación y propagación de bulos.
Es sorprendente el crecimiento meteórico que ha tenido un partido minoritario. Hace menos de dos años, cuando Vox era algo extremadamente minoritario, Abascal entró en contacto con Steve Bannon y aquello se vendió como una alianza estratégica para acabar con la propaganda separatista. Les creyeron y no quisieron ver más. Bannon es presidente de Breitbart News y uno de los controladores de ese Big Data mundial. Así logró colocar a Donald Trump en la Casa Blanca y parece que a Vox en España. Está también vinculado a la Lega Norte italiana, el Frente Nacional francés, Vladimir Putin, el Partido de la Libertad de Austria, o la internacional neofascista.
Gracias a Rafael Bardají, miembro de Vox, Bannon podría haber ayudado a colocar sus mensajes a la formación ultra fascista española. Por esta razón, desde que entablaron contacto, Vox se comenzó a colar en encuestas, a aumentar sus afiliaciones y a llenar mítines.
El discurso y las propuestas de Vox tienen cabida por la grave crisis sanitaria, económica, política y social que se está viviendo. Hay un posible caldo de cultivo, pero no todos los mensajes llegan a calar en todas las personas. Sin embargo, con una utilización adecuada del Big Data se realizan estrategias de propaganda prácticamente personalizadas: xenofobia para los xenófobos; antiestablishment para los más anarcoliberales; machismo para los que siguen creyendo en la supremacía del hombre sobre la mujer; tradición para los más conservadores; España mucha España para los nacionalistas españoles. Todo ello medido a la perfección y adaptado al contexto en el que se mueven.
Esto es muy peligroso para la democracia española porque saben a qué grupos mandar o colocar sus mensajes, porque ellos han sacado todos los datos de esos mismos grupos. España no está llena de ultras, por muchos que haya, sino que en un periodo de crisis como el que se vive están colocando bien sus mensajes gracias al Big Data. Saben lo que tienen que decir y, algo que es más importante, cómo decirlo.
Los tiempos de crisis suelen ser los mejores escenarios para el surgimiento de los liderazgos transformadores. En España se han juntado en esta época a Abascal y Casado lo que es un mal síntoma. Eso también está medido en el Big Data y los neofascistas lo utilizan y saben si hay que dar más presencia o no a sus principales dirigentes. Parece que a Vox que no le hace falta sufrir el desgaste de estar constantemente en los medios de comunicación y seguir subiendo. Salen cuando hace falta sin tener que ejercer un liderazgo con autoridad. La internacional neofascista está digitalizada gracias a tipos como Bannon que ya se lo cobrará de alguna forma en el futuro.
A diferencia de los fascismos del pasado, Abascal no necesita tomar el Estado en su totalidad, le basta con gobernar mediante la propia democracia y bajo los parámetros del capitalismo que les alimenta. Sin embargo, Vox ya nos controla y ahora quieren derribar al Gobierno para hacerse con el Big Data del Estado y dominarnos completamente.