JOAN FAUS. EL PAÍS.- Estados Unidos revive en Charleston monstruos de su pasado y del racismo más abyecto. Esta ciudad de Carolina del Sur amaneció este jueves conmocionada después de que la noche del miércoles nueve personas, entre ellos un senador del Estado, murieran en una iglesia negra por los disparos de un joven blanco. Catorce horas después, la policía detuvo a Dylann Roof, de 21 años, por cometer un “crimen de odio” impulsado por motivos racistas. El tiroteo supone el más grave en un centro religioso en EE UU junto a la matanza en 1991 de nueve personas en un centro budista en Arizona.
El suceso revela el tortuoso camino hacia la reconciliación racial en este país tras un último año marcado por las protestas por las muertes de negros desarmados —una de ellas en abril en el norte de Charleston— a manos de la policía. Y evidencia que, medio siglo después del fin oficial de la segregación racial, se mantienen los ataques racistas a iglesias afroamericanas. La última matanza cometida en un centro religioso ocurrió en 2012, cuando un supremacista blanco mató a seis fieles en un templo sij en el Estado de Wisconsin.
Uno de los peores antecedentes es la muerte en 1963 de cuatro niñas negras en una iglesia de Alabama por un ataque del Ku Klux Klan. La quema y atentados contra iglesias negras eran una realidad en el siglo XIX y se intensificaron durante la época de lucha por los derechos civiles en la década de los cincuenta y sesenta del siglo pasado. Más tarde, revivieron en una oleada de ataques a mediados de los años noventa. En enero de 2009, el día de la proclamación de Barack Obama como presidente estadounidense, un hombre blanco atacó una iglesia negra de Massachusetts.
Roof escogió como diana de su sinrazón una iglesia histórica para la comunidad afroamericana en el antiguo sur esclavista. Alrededor de las ocho de la noche del miércoles, el joven —oriundo de Lexington, una ciudad a dos horas en coche de Charleston— entró a la Iglesia Episcopal Metodista Africana Emanuel, ubicada en una calle principal en el centro de Charleston, rodeada de cuidadas viejas casas de madera pintadas de blanco.
Roof, vestido con ropa informal, entró por una de las puertas principales. Dentro de la iglesia, una de las más antiguas de la comunidad negra en EE UU, el joven se unió a un grupo que estaba en una sesión de estudio de la Biblia y permaneció sentado durante una hora antes de empezar a disparar.
“Tengo que hacerlo. Violáis a nuestras mujeres y estáis tomando nuestro país. Y tenéis que iros”, dijo antes de abrir fuego, según contó a la cadena televisiva NBC una prima del reverendo fallecido, que se basaba en el testimonio de un superviviente. Ocho de las víctimas murieron en el interior del templo y una novena falleció mientras era trasladada al hospital. Roof huyó en un coche.
Seis de las víctimas eran mujeres y tres eran hombres, según anunció en una rueda de prensa el jefe de la policía local, Greg Mullen. Las autoridades revelaron la identidad de los fallecidos, que tenían entre 26 y 87 años, pero no su raza. Uno de ellos, según anunciaron sus allegados, es el reverendo Clementa Pinckney, de 41 años, pastor de la iglesia, senador demócrata en el Legislativo estatal y un reconocido líder de la comunidad negra.
En su perfil de Facebook, Roof mantiene amistad con personas negras y aparece en una fotografía luciendo una chaqueta con las banderas de dos antiguos regímenes racistas: las de Sudáfrica del Apartheid y Rodesia (ahora Zimbabue). En otra, aparece junto a un coche con una matrícula decorada con una bandera de la Vieja Confederación que representa a los Estados esclavistas del sur de EE UU que se enfrentaron a los unionistas del norte en la Guerra Civil (1861-1865). El conflicto se inició en Charleston, de 127.000 habitantes.
El padre de Roof le regaló una pistola para su cumpleaños, según reveló a la agencia Reuters un tío suyo, que lo describió como un chico “callado y de voz tranquila”. El joven fue detenido, sin resistencia, la mañana del jueves en una localidad de Carolina del Norte, a unos 300 kilómetros al norte de Charleston, tras recibir la policía indicaciones de un ciudadano que lo había visto.
El 67% de la población del condado de Charleston es blanca y el 29% es negra, según los últimos datos. Como buena parte del sur de Estados Unidos, Carolina del Sur tiene una reprobable historia de discriminación racial hasta hace medio siglo.
Los alrededores de la iglesia Emanuel estaban el jueves tomados por periodistas y cámaras. Una cinta policial amarilla impedía el acceso al perímetro del templo, al que solo podía ingresar la policía. En una esquina del perímetro, un hombre mayor negro lucía una pancarta que rezaba: “Bajad las armas, gente joven”. En otra esquina, Bill Parson, blanco de 38 años, depositaba unas flores en un improvisado memorial. “No lo entiendo. Es un sin sentido”, decía. Parson relataba que vive en esa zona desde que es niño. Cuenta que se trata de un barrio en el que conviven blancos y negros, pero que en los últimos años ha atraído a más residentes blancos al promoverse un plan de rehabilitación de casas antiguas que ha disparado las viviendas.
Parson admite que hay “tensión racial” en Charleston, pero esgrime que es la misma que en otras partes de EE UU. A pocos metros, Ernest Fields, negro de 62 años, lo pone en duda: “Aquí, hay mucha disparidad racial”.