En la Autónoma de Madrid la intolerancia estalló en un formato tristemente tradicional y rotundamente contradictorio: impedir hablar en nombre de la democracia
IÑAKI GABILONDO. CADENA SER.- Al organismo nacional que está renqueante y hecho papilla se le agravan las dolencias crónicas y le supuran heridas que se suponían en fase de cicatrización. Tres últimos ejemplos: en Cataluña en el marco de un problema político que inexplicablemente sigue abandonado a su suerte, el desacato, la desobediencia, la insubordinación llevan tiempo jugando en el alambre. Badalona es por ahora la última mano de la partida, que continuará, seguro.
En Alsasua, los cachorros que se destetaron con la violencia viven en la nube irredenta de siempre, sin duda hay muchos más. Creo que cantamos victoria demasiado pronto, creíamos que ya habíamos alcanzado coexistencia y que emprendíamos la escalada hacia la convivencia pero algunos siguen sin llegar al primer escalón.
Y ayer en la Autónoma de Madrid la intolerancia estalló en un formato tristemente tradicional y rotundamente contradictorio: impedir hablar en nombre de la democracia. Algunos gritos a las puertas de un aula llamada Tomás y Valiente desgarraban el corazón. Son indicadores de una deriva inquietante que las fuerzas políticas pueden contribuir a acelerar o a frenar, ellas tienen que decidir qué pedal pisan.