El gobernador es acusado por aparecer con la cara pintada de negro en unas fotos. Su posible sucesor, demandado por abuso sexual, y el tercero en la lista también se maquilló con betún en el pasado
ANTONIA LABORDE. EL PAÍS.- Los mayúsculos esfuerzos que ha hecho Virginia por convertirse en un territorio demócrata corren serio peligro. El Estado de tradición republicana hasta hace 10 años puede que vuelva a tener un gobernador conservador debido a la ola de escándalos que sacuden a los altos mandos progresistas. Unas antiguas fotografías del gobernador demócrata Ralph Northam con la cara pintada de negro han llevado a ambos partidos a exigir su renuncia. De hacerse a un lado, su sucesor debería ser el vicegobernador Justin Fairfax. Sin embargo, una mujer lo ha acusado de haber abusado sexualmente de ella en 2004. En el supuesto de que los dos principales queden fuera, debería asumir el cargo el fiscal general Mark Herring. Él se puso el parche antes de la herida y reconoció que también se pintó la cara de negro cuando era joven. Aún no ha dimitido nadie, pero en el caso de que los tres se retiren, el presidente de la Cámara de Delegados deberá asumir el Gobierno: el republicano Kirk Cox.
El trauma racial sigue vivo en Estados Unidos. Que políticos blancos se maquillaran el rostro con betún para caricaturizar a un afroamericano es un asunto explosivo. Hay que recordar que hace menos de dos años, en Charlottesville (Virginia) un grupo de supremacistas blancos organizaron una manifestación que terminó con un neonazi atropellando a quienes protestaban contra la extrema derecha. El presidente Donald Trump ha aprovechado este jueves la controversia para criticar a la oposición: «Si los tres políticos que están cayendo fueran republicanos se tomarían medidas mucho más drásticas. ¡Virginia volverá a la casa republicana en 2020!», publicó esta mañana en su cuenta de Twitter.
La polémica arrancó el pasado viernes cuando el blog ultraderechista Big League Politics publicó unas fotos del anuario de 1984 de la Escuela de Medicina de Virginia del Este. La página dedicada a Ralph Northam contenía una imagen en la que aparecían dos chicos: uno con el rostro pintado de negro con ropa de los años cincuenta y otro vestido del Ku Klux Klan, con una bata blanca y un capirote del mismo color. El gobernador reaccionó rápido y pidió perdón, pero la historia dio un giro. Al día siguiente salió a decir que él no era ninguno de los dos individuos de la fotografía que circulaba y que no dejaría el cargo. Sin embargo, añadió que efectivamente ese año se maquilló el rostro con betún para lucir como Michael Jackson en un concurso de disfraces. La disculpa no hizo más que agitar los ánimos de sus contrincantes políticos, y también el de sus colegas. “Debe renunciar. No hay nada que debatir”, sostuvo la excandidata demócrata Hillary Clinton, entre otros.
Los demócratas estaban tranquilos al pedir la renuncia. Contaban con que el vicegobernador Justin Fairfax podría asumir el cargo por ley. Pero en ese momento vino el segundo revés. El mismo portal que dejó en evidencia a Northam publicó el domingo por la noche una información sobre Vanessa Tyson, miembro de la Universidad de Stanford, quien dice haber sido agredida sexualmente por Fairfax en la Convención Nacional Demócrata de 2004, en Boston. La publicación no convenció del todo porque se basaba en conversaciones privadas de la supuesta víctima con una amiga que había sacado pantallazos de los diálogos. Sin embargo, este lunes Tyson confirmó la acusación: «Lo que comenzó como un beso consentido terminó en acoso sexual (…) El señor Fairfax me obligó a practicarle sexo oral», sostiene en su declaración. La profesora de ciencias políticas contrató a Katz, Marshall & Banks, el mismo equipo legal de la doctora Christine Blasey Ford, la mujer que acusó al juez Brett Kavanaugh de conducta sexual inapropiada.
Fairfax defiende que la relación con Tyson fue consentida. Además, explicó a través de su cuenta de Twitter este lunes que la presunta víctima llevó su historia “hace más de un año” a The Washington Post y el periódico estadounidense no publicó la información por falta de consistencia. Mientras ambos cuentan sus verdades, los demócratas ya piensan en el tercero en la cadena de sucesión para ocupar el puesto: Mark Herring. El fiscal general demócrata desde 2014 dio el último giro -hasta ahora- de esta historia. Confesó este miércoles que en la década de los ochenta también se pintó la cara de negro para una fiesta universitaria donde él y sus amigos se disfrazaron de raperos. Pidió perdón y se excusó con que a los 19 años era «ignorante». “Era insensible al dolor que podía causar a los demás”, declaró.
Señal de incoherencia
Aunque en el caso de Fairfax y Herring los demócratas han sido más benevolentes que con el gobernador Northam, si este no aguanta la presión y dimite, no pedirle lo mismo a los siguientes dos de la lista sería una señal de incoherencia dentro del partido. Ese excepcional escenario empujaría al presidente de la Casa de Delegados, el republicano Kirk Cox, a asumir el cargo. Cox, un conservador de 61 años, ha sido representante electo de dicha cámara los últimos 29 años de su carrera. Evidentemente, un perfil muy distinto de los líderes demócratas que habían votado los electores en noviembre de 2017 cuando eligieron al gobernador y vicegobernador actual.
En las pasadas legislativas los demócratas lograron un 9% más de votos que los republicanos, pero la distribución de los distritos benefició al partido conservador, que se quedó la mayoría en el Senado estatal y con la Cámara de Delegados. Pero no por mucho. 15 escaños pasaron de rojo a azul, quedando una Cámara con 51 republicanos y 49 demócratas. Y si todo sale mal para estos últimos, los votos tampoco habrán servido para conquistar el gobierno.