Una brutal agresión al marido de la demócrata Pelosi subraya la explosiva tensión y violencia política en EEUU.

| 28 octubre, 2022

El Periódico.- El asaltante, que usó un martillo y está detenido, entró en la casa en San Francisco de la presidenta de la Cámara Baja al grito de «¿dónde está Nancy?». En sus redes sociales propagaba teorías de la conspiración sobre el inexistente robo electoral a Trump y contra la investigación del asalto al Capitolio.

La olla a presión en la que se ha convertido la política de Estados Unidos, donde proliferan las teorías de la conspiración y se ha radicalizado la polarización y donde al discurso retórico violento intensificado durante la presidencia de Donald Trump han seguido crecientes incidentes de intimidaciones, amenazas, altercados y hasta el asalto al Capitolio, ha tenido otro escalofriante estallido este viernes, a 10 días de las elecciones legislativas del 8 noviembre.

Un hombre identificado por las autoridades como David Depape, de 42 años y residente de Berkeley, irrumpió poco antes de las 2.30 de la madrugada de este viernes en la casa en San Francisco de Nancy Pelosi, la poderosa demócrata que preside la Cámara Baja. Según diversas fuentes citadas por la prensa local, Depape entró al grito de «¿dónde está Nancy?, ¿dónde está Nancy?», la misma frase que gritaron asaltantes al Capitolio. La ‘speaker’ se encontraba en Washington pero en la residencia estaba su esposo, Paul Pelosi, un hombre de 82 años al que el asaltante «agredió violentamente» con un martillo.

Según la descripción de los hechos que ha realizado en una breve comparecencia ante la prensa el jefe de la policía de San Francisco, William Scott, cuando los agentes entraron en la residencia encontraron al agresor y a Pelosi forcejeando con un martillo. Fue entonces cuando el agresor atacó brutalmente a Pelosi, antes de que los agentes lo desarmaran y lo pusieran bajo custodia.

Tanto la víctima como el agresor, que será imputado por cargos que incluyen intento de homicidio y asalto con arma letal, fueron trasladados al hospital. Allí el marido de Pelosi, un inversor en los sectores inmobiliario y de tecnología, fue sometido a una intervención por los golpes recibidos, aunque su vida parece estar fuera de peligro.

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Motivos y teorías conspirativas

Scott aseguró ante los medios que «la motivación del ataque aún no se ha determinado» en la investigación, en la que colaboran la policía de San Francisco, el FBI y la Policía del Capitolio, que se encarga de proteger a los miembros del Congreso.

La actividad en redes sociales de Depape, no obstante, arroja la imagen de un hombre que alimentaba numerosas teorías conspiratorias. En Facebook había replicado un vídeo de Mike Lindell, el consejero delegado de MyPillow, que enfrenta un juicio por difamación por sus acusaciones de un inexistente fraude electoral en las presidenciales del 2020 que perdió Trump. En esa y otras plataformas Depape había hecho referencias también a las vacunas del covid-19 y al juicio en que se condenó al policía Derek Chauvin por el asesinato de George Floyd. También había tildado al comité especial que investiga el asalto al Capitolio y el papel que jugó en esa insurrección el expresidente como una «farsa demócrata».

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Condena y repulsa

La violenta agresión al esposo de Pelosi provocó una inmediata reacción generalizada de condena y repulsa. Y llegó no solo de otros demócratas, sino también de figuras republicanas, algunas de las cuales, no obstante, han contribuido en el pasado a alimentar el discurso violento o a sembrar dudas sobre la legalidad de las elecciones o la validez del trabajo del comité del Congreso.

Mitch McConnell, el líder conservadores en el Senado, se mostró en un tuit «horrorizado e indignado». El senador Ted Cruz tildó lo sucedido de «espeluznante» y escribió en Twitter: «Podemos tener nuestras diferencias políticas pero la violencia siempre es inaceptable», la misma palabra que usó la presidenta del Partido Republicano, Ronna McDaniel. Y Steve Scalise, un republicano que en 2017 recibió un disparo en un ataque de un activista de extrema izquierda, también mostró su repulsa. «La violencia no tiene espacio en este país», dijo.

Un portavoz de Kevin McCarthy, el líder de la actual minoría republicana en la Cámara Baja que probablemente reemplazará a Pelosi en el cargo de ‘speaker’ si los republicanos se hacen como se espera con el control en el Congreso, aseguró que el republicano había contactado a Pelosi. Los demócratas, no obstante, le están pidiendo una respuesta pública a lo sucedido mucho más contundente.

En agosto del año pasado, McCarthy hizo una «broma» en un discurso en la que, tras decir que estaba deseando que llegara el relevo y Pelosi le diera la maza del cargo, añadió: «Será difícil no golpearla con ella».

Miles de amenazas

El deterioro del discurso político y la creciente tensión y amenaza de violencia política en EEUU es una realidad palpable. En los cinco años posteriores a la elección de Trump en 2016 el número de amenazas a miembros del Congreso se multiplicó por más de 10, según los datos de la policía del Capitolio. En 2021 hubo 9.625 de esas amenazas y en el primer trimestre de este año la agencia ha abierto 1.820 casos.

El acoso y las amenazas a los congresistas de ambos partidos se han agudizado desde el asalto al Capitolio, aunque hay más de activistas conservadores a políticos demócratas y son especialmente crudas cuando se trata de mujeres o miembros de minorías raciales. Y en una entrevista reciente con ‘The New York Times’, la senadora republicana Susan Collins dijo: «No me sorprendería si mataran a un miembro de la Cámara de Representantes o el Senado. Lo que empezó con llamadas de teléfono abusivas se está traduciendo en amenazas activas de violencia y violencia real».

También este verano se intensificaron las amenazas a magistrados conservadores del Tribunal Supremo que derogaron la protección constitucional del derecho al aborto. Este verano un hombre fue detenido frente a la casa del juez Brett Kavanaugh y esta misma semana el juez que redactó la decisión, Samuel Alito, ha denunciado que se han convertido en «objetivos de asesinato».

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