El Periódico de España/C. M. Basteiro.- La familia de la joven denuncia que llevan esperando tres meses por un ingreso en psiquiatría y que la chica es la única «castigada» en el instituto.
A Sara (nombre figurado), asturiana de quince años, le interesaban las mismas cosas que al resto de las adolescentes. Esas dudas que surgen cuando descubres el mundo. Pero eso era antes del infierno. Desde principios de curso, Sara sufre acoso escolar (también nombrado ‘bullying’) en un instituto de Mieres (Asturias). La insultan en clase, hacen directos en la red social Instagram para criticarla, se ríen cuando ella pasa. Sara siente que se ahoga. Poco antes de Navidad, intentó quitarse la vida.
«Es muy duro escuchar a tu hija de quince años decir que se quiere morir, que la vida no vale nada», lamenta la madre de la joven. La madre que no se separa de ella, porque teme lo peor. La familia denuncia que el protocolo del centro no ha atajado el acoso escolar. Peor aún, aseguran que Sara es «la apartada, la que ha sufrido represalias». También lamentan que llevan casi tres meses esperando por un ingreso «urgente» en la unidad de psiquiatría del Hospital Central de Asturias (HUCA).
El verano de Sara tenía que haber sido un desfile de días largos, charlas al sol y helados. Pero la joven empezó a recibir amenazas de dos alumnas del instituto al que va. No dijo nada, tenía miedo. Cuando empezó a clase, todo fue a peor. Insultos, críticas, amenazas. La joven empezó a aislarse, cada día estaba más sola. En noviembre, recibió un audio que alarmó a toda la familia. Varias personas, la mayoría alumnas del IES, la insultaron. «Le dijeron palabras mayores», matiza la familia. Sara empezó a tener miedo, no quería ir a clase.
Denuncia
La familia informó de lo ocurrido al centro. Además, interpusieron una denuncia y presentaron los audios que había recibido Sara. Acordaron cambiar a la joven de aula, pero «no fue suficiente». Al principio estaba muy contenta y centrada en esa clase, «aunque cada vez se encontraba más apartada porque casi no tenía trato con nadie», explica la familia. «La falta de control del centro», señalan, agravó más la situación. De hecho, afirman que una de las jóvenes que participó en el audio -y que fue perfectamente identificada- no sufrió ningún castigo.
Muy lejos del arrepentimiento, la situación fue a peor. Siguieron insultándola, y una de las alumnas que participó en el audio hizo directos en redes sociales -concretamente, en Instagram- ridiculizándola. Además, un chico que intentó defender a Sara fue expulsado del centro. La joven sufrió entonces una crisis de pánico. Otro día, empezaron a decir que iban a pegarle. Se le disparó la ansiedad, su familia tuvo que ir a recogerla.
La Policía sí actuó. Se decretó una orden de alejamiento de 200 metros para protegerla de una de las implicadas. Pero esta medida quedó sin efecto dentro del instituto, para no obstaculizar la escolarización de las jóvenes.
«Estas personas (las acosadoras) consiguieron alejar a mi hija de todo el mundo, son un problema para el centro. Mi hija no es la primera ni será la última víctima», clama la madre de Sara. La joven se sentía sola. Solo se quedaron a su lado dos amigas y, si ellas no estaban, el recreo era un martirio.
ACOSO
‘Bullying’ y suicidio viral
Cada día más estresada, cada día más deprimida. Sara ya no podía más. Con quince años, intentó quitarse la vida. «Al día siguiente llamé al centro, para informar de lo que le sucedía. Me llamó la jefa de estudios, se comprometieron a mandar los deberes que tenía que hacer», explica la madre. A pesar de que intentó contactar con cada profesor, uno a uno, solo algunos respondieron. Luego entregaron las notas del primer trimestre, hubo problemas para que las recibiera por correo electrónico. «Además, las calificaciones fueron totalmente injustas». Sara estuvo ingresada doce días.
En el hospital informaron a la familia de que el protocolo para la correcta reincorporación en el instituto tenía que acordarse con el centro. Se sintieron totalmente desamparados. Denuncian que no recibieron el apoyo esperado ni por parte del centro escolar, ni de salud mental, ni de las administraciones. De hecho, la familia ha intentado contactar con el presidente del Principado, Adrián Barbón, y con varios consejeros. Sin respuesta.
Ha vuelto al instituto. Otra vez al infierno; más insultos, más amenazas, más «risitas» a su paso. Una de las implicadas en el acoso escolar llegó a decir, delante de la madre de Sara, «si la tengo que enganchar, la engancho». A veces, la joven tiene que quedarse en casa porque su salud se está viendo muy afectada: «Acude al centro, desde noviembre, con miedo, ansiedad, angustia e impotencia». Desde enero, Sara ha acudido al hospital Álvarez-Buylla en diez ocasiones. Tuvo que ser ingresada tres veces.
La situación es muy preocupante. El 9 de marzo informaron a la familia de que se había solicitado ya su ingreso urgente en la unidad infanto-juvenil del HUCA, por el alto riesgo de autolesiones. Hasta hoy, no hubo más noticias. Tampoco se han puesto en contacto con la familia desde Servicios Sociales, que tenían el compromiso de mediar para la vuelta al instituto de la joven. Además, no recibe terapia psicológica en la Seguridad Social porque el profesional que le corresponde está de baja. «Estamos acudiendo a una psicóloga privada que es maravillosa», matiza la madre.
La familia de Sara está desesperada. «Necesitamos que alguien nos ayude». Hay mucho en juego. Por las noches, la madre de la joven no puede dormir. La rinde la impotencia: «No entendemos por qué tiene que ser ella la apartada, por qué la acosadora o acosadoras no tuvieron represalias». También se preguntan por qué no funcionan los protocolos de acoso escolar, y por qué Sara no recibe una correcta atención sanitaria. «En el Caudal solo hay una psiquiatra infantil, a media jornada», claman. Mira a su hija, a la espera de una ayuda. Y suplica: «Que no hagan al acosado ser más víctima de lo que ya es».