Los ferrocarriles alemanes quieren poner el nombre de la autora del diario más leído sobre el Holocausto a uno de sus modelos de alta velocidad y enfadan a su Fundación holandesa
ISABEL FERRER. EL PAÍS.- En los ferrocarriles españoles hay trenes con nombres de océanos y cadenas montañosas, como Atlántico y Sierra de Gredos. Nombres que mezclan geografía y promesa de calidad, tales que Estrella Cantábrico, o bien se lanzan a lo clásico, con Mare Nostrum y Lusitania. Unos pocos optan por personajes famosos, ya sea Picasso, Antonio Machado o Rosalía de Castro. En Holanda, la tradición se aplica de forma ecléctica, y lo mismo se llaman Albatros que Kreupele Marie (más o menos, María la Coja), que es el apodo coloquial de una locomotora que falla. En Alemania, Deutsche Bahn, la compañía ferroviaria estatal, quería llamar Ana Frank a uno de sus 25 nuevos modelos de alta velocidad, y la fundación holandesa de la autora del diario más leído sobre el Holocausto se ha indignado. Les parece lamentable porque puede asociarse a los convoyes que transportaban judíos a los campos de concentración.
La dirección de Deutsche Bahn defendió al principio su elección diciendo que Ana Frank “es un símbolo de tolerancia”. Y que la tragedia de la niña, que se ocultó de los nazis con su familia, en Ámsterdam, “ejemplifica la coexistencia pacífica de diferentes culturas, algo que es hoy más importante que nunca”, según sus portavoces. En Holanda comparten dicho enfoque, pero no olvidan que la compañía actual es la sucesora de Deutsche Reichsbahn, encargada durante la II Guerra Mundial de deportar a millones de judíos. Ante el revuelo causado, la empresa alemana ha decidido “estudiar de nuevo la situación» porque asegura, nunca quisieron «dañar el recuerdo de Ana Frank”. La adolescente murió con su hermana, Margot, en Bergen-Belsen (Alemania) a los 15 años. Margot tenía 19 años. La madre de ambas, Edith, pereció en Auschwitz (Polonia). Solo regresó el padre, Otto, que recogió y contribuyó a publicar el Diario de su hija.
“Entendemos la buena intención de esta iniciativa. Pero poner el nombre de Ana Frank será muy doloroso para la gente que sufrió entonces y sigue con vida. Este tipo de cosas pasan a menudo. Hay todo tipo de proyectos asociados a ella, y no lo podemos controlar. Lo que intentamos desde la Fundación es situar la historia de Ana en un contexto histórico fiable y comprensible”, ha dicho Ronald Leopold, su director. La nueva ronda de conversaciones internas anunciadas por Deutsche Bahn responde al consejo recibido por parte de las organizaciones judías.
En realidad, la polémica se ha desatado casi a cámara lenta, porque los ferrocarriles germanos abrieron en septiembre un concurso público para elegir nombres. Contestaron 19.400 personas que propusieron más de 2.500 candidatos. El de Ana Frank fue de los primeros en surgir y pasó enseguida la criba. Entre los candidatos mejor situados figuran políticos nacionales como Konrad Adenauer, el primer canciller germano de la posguerra. O bien Albert Einstein, que huyó de los nazis camino de Estados Unidos. También aparecen la teórica política Hannah Arendt, y Karl Marx. El compositor Beethoven, la actriz Marlene Dietrich y el escritor Thomas Mann pueden asomarse asimismo a los 25 trenes que circularán a partir de 2018.