Un estudio ha puesto de manifiesto que el acoso escolar es mayor entre los niños, llegando a un 24’4% que en las niñas. La educación es un proceso complejo que dependerá siempre de las prácticas personales, sociales y culturales. Cada día se incrementan los casos de esta práctica conocida como ‘bullying’. Una práctica que se produce entre los 6 y los 17 años, aunque la edad que presenta un mayor riesgo es entre los 11 y 15 años. Por comunidades, la mayor tasa se ha detectado en Andalucía, con un 27’7% y en el País Vasco y Navarra, con un 25’6%. Las más bajas, en Aragón y Canarias, con un 19%. En el 20% de los casos son los propios compañeros los que paran las malas actitudes y conductas hacia otros niños.
ROMINA CABEZA. ELDIARIO.ES.- La educación es uno de los elementos que más influye en el progreso y avance tanto de las personas como de la sociedad en general. No sólo trata de proporcionar conocimientos, sino que también enriquece el espíritu, la cultura, los valores y todo aquello que nos diferencia como individuos. Estamos ante una palabra clave necesaria para el desarrollo, pues a través de la misma se puede obtener un mayor nivel de bienestar social, de crecimiento económico, mejor acceso al mercado laboral, una elevada cultura en la población, mejores oportunidades para los jóvenes, así como un progreso democrático. Educar a una persona también implica que asimile valores, comportamientos y creencias.
En los últimos años la educación ha adquirido una mayor importancia, pues vivimos en un mundo que está en constante transformación marcada por el avance científico y las tecnologías de la información. Lo experimentado hasta el momento refleja que existe una estrecha relación entre el nivel de desarrollo de los países y el sistema educativo. Así lo ha reflejado un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Un año adicional de escolaridad incrementa el PIB per cápita de un país entre el 4 y el 7%. Por tanto, es un bien social que hace más libres e independientes a los seres humanos.
Por su parte, los gobiernos se han comprometido a asegurar el derecho a la educación. Ello significa una inversión, regulación, financiación, enseñanza y empleo. Ante un escenario cambiante, debemos tener en cuenta que el talento para la innovación dependerá en parte de la forma en la que se transmitan las necesidades tecnológicas a las futuras generaciones. Por esta razón, los gobiernos deben proporcionar nuevas fórmulas de enseñanza y para ello deben partir de los actuales problemas con los que cuentan los recién licenciados o graduados a la hora de encontrar un primer empleo.
Bruselas ha propuesto a los gobiernos europeos promover la programación informática para hacer frente a un gran desafío como es el desempleo juvenil, pues se ha calculado que en 2020 faltarán 900.000 especialistas en el mercado laboral europeo para el sector de las Tecnologías de Información y Comunicaciones (ICT). Cabe destacar que mientras el número de graduados en informática se estanca en Europa, las empresas demandan trabajadores con habilidades digitales. Por ello será necesario que los estudiantes dispongan de las tecnologías y equipamientos necesarios desde una edad temprana, todo con el objetivo de desarrollar las competencias básicas. Junto a lo anteriormente expuesto, desde pequeños también se deben desarrollar habilidades paralelas, como el pensamiento analítico, la creatividad o el trabajo en equipo.
Adolescentes versus educación
La educación es un proceso complejo que dependerá siempre de las prácticas personales, sociales y culturales. En ocasiones escuchamos a través de los medios de comunicación o bien por un caso cercano el acoso o indiferencia que puede sufrir un niño en su entorno educativo. Desgraciadamente, cada día se incrementan más casos de esta práctica conocida como bullying. Un fenómeno que siempre ha existido, pero que ha comenzado analizarse debido al incremento de violencia escolar. Resulta prácticamente imposible determinar cuando surgió el acoso en las aulas, pero sí que se encuentra extendido en todos los países. Se basa en molestar de forma permanente a algún compañero de la escuela mediante apodos, ofensas y agresiones físicas o psicológicas, todo ello con el objetivo de imponerse sobre la persona agredida sin tener en cuenta el grado de violencia o daño mental que pueda suponer en el menor.
Estamos ante la práctica más dura en los niños y adolescentes, que a su vez conlleva a problemas emocionales en las victimas. Por lo general, estamos ante una práctica que se produce entre los 6 y los 17 años, aunque la edad donde se presenta un mayor riesgo es entre los 11 y 15 años, ya que es cuando más cambios experimenta el estudiante. Los agresores suelen ser estudiantes populares con un amplio grupo de amigos que motivados por el deseo de poder buscan una víctima entre sus compañeros apartándolos así de las diversas actividades y juegos.
Para la profesora Mónica Fernández de Velasco, el bullying está por desgracia cada vez más presente en nuestra sociedad debido a diversos factores, tales como la falta de enseñanza en valores y de educación. Aquí cumple una importante labor el profesorado, el cual se ve impotente a la hora de hacer frente a las nuevas generaciones y, en ocasiones, a ello se le suma la escasa vocación. Según Fernández de Velasco, para hacer frente a esta práctica se debe llevar a cabo un trabajo conjunto entre los padres del menor y los profesores, debido a que son los que se encuentran en contacto directo con los niños y pueden observar la actitud tanto del agresor como de la víctima, además de poner fin a ciertas bromas entre compañeros.
“Cuando ya afecta a la salud y daña la integridad mental y física de las víctimas, no estamos ante un juego de niños, sino que se convierte en violencia. Precisamente las redes sociales también tienen mucho que ver hoy en día en ello, ya que es un medio muy sencillo por el que los adolescentes pueden mostrar al mundo sus hazañas y así hacerse más populares y destacar”, subrayó la profesora.
Consecuencias del ‘bullying’
En ocasiones los padres o profesores no llegan a enterarse de la situación de discriminación y acoso por la que está pasando el niño o bien se enteran de forma tardía, debido a que la victima suele callar por vergüenza o miedo.
Esta práctica genera en el menor un determinado comportamiento. Entre esos signos se encuentra que no quiera ir al colegio y para ello invente excusas e incluso se haga pasar por enfermo, que sus libros o material escolar aparezcan rotos o se pierdan, una bajada en los resultados académicos o que no quiera salir con los amigos ni la familia. La pérdida de peso en el niño y que pierda el apetito hasta por sus platos favoritos son otros claros síntomas. Ante todo esto se debe actuar de inmediato para que no afecte más a la integridad del niño.
Desde el ámbito educativo existen numerosas medidas para prevenir este tipo de situaciones. Mantener un buzón de quejas y sugerencias siempre abierto donde el alumno pueda expresar su opinión, tratar el tema a través de cursos, conferencias o tutorías, la presencia de vigilantes en el recreo y en otras zonas de riesgo, impartir materias centradas en educación en valores e intervenir de una forma rápida en el caso de que exista alguna sospecha de acoso escolar.
Según el inspector jefe del Servicio de Atención a la familia del Cuerpo Nacional de Policía (CNP) Miguel Ángel Gutiérrez este fenómeno se puede definir como una conducta de acoso llevada a cabo por una o varias personas contra otra, con la finalidad tanto de hacer “mofa o burla como también conductas relacionadas con extorsiones o chantajes”. Se trata de actos que se producen principalmente en centros escolares siendo un gran motivo de preocupación para educadores y padres. Cada vez tiene mayor notoriedad debido al auge y repercusión de las nuevas tecnologías que permiten la grabación de hechos de esta naturaleza y su posterior visualización en redes sociales.
“Una serie de actos denunciables y que, en algunas ocasiones, debido a la gravedad de los mismos, se incardinan dentro de los delitos penales. Estamos ante acciones que además crean un daño psicológico importante a quiénes sufren este tipo de conductas, ya que minan su autoestima cayendo en depresiones y generando miedo a la hora de acudir al centro educativo. Normalmente estas conductas vienen reforzadas por la connivencia de varios menores que actúan en grupo. Para erradicar este problema de las aulas es fundamental la cooperación de todos los colectivos implicados, tanto educadores y padres (conscientes de la realidad del centro docente) como de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en su labor de investigación y represión de este tipo de hechos de naturaleza delictiva”, destacó Gutiérrez.
Las cifras hablan
Para la organización británica contra el acoso juvenil Beat Bullying el problema es más serio de lo que parece al afirmar que en la Unión Europea alrededor de 24 millones de niños y adolescentes sufren algún tipo de acoso. Según esta organización, siete de cada diez jóvenes han experimentado alguna tipo de intimidación, ya sea verbal, psicológica, física o bien a través las redes sociales. Un informe de Unicef, Bienestar infantil en los países ricos, un panorama comparativo, ha desvelado que España es el único país en el que el porcentaje de los niños encuestados que confiesa haber participado en una pelea en los últimos doce meses alcanza el 50%. Un dato llamativo de entre la treintena de países que se ha estudiado. También ha reflejado que es en Italia, Suecia y España donde un 10% reconoce que ha sufrido acoso en su centro educativo al menos una vez.
Otro estudio titulado Violencia y acoso escolar en España ha revelado que el riego de sufrir acoso escolar se multiplica por cuatro en niños con siete y ocho años, en cambio disminuye progresivamente hasta llegar a la etapa de bachiller, donde el porcentaje se presenta en un 11%, coincidiendo de este modo con el acoso que se produce en otros ámbitos, como el doméstico o el laboral. Este informe se ha centrado en un muestreo realizado entre 25.000 alumnos de un total de 14 comunidades. Según sus autores, es el más grande que se ha realizado en Europa sobre esta temática.
El estudio ha puesto de manifiesto que el acoso es mayor entre los niños, llegando a un 24’4%, que en las niñas, donde alcanza un 21’6%. Por comunidades, la mayor tasa se ha detectado en Andalucía, con un 27’7% y en el País Vasco y Navarra, con un 25’6%. Las más bajas, en Aragón y Canarias, con un 19%. Asimismo, en el 20% de los casos son los propios compañeros los que paran las malas actitudes y conducta hacia otro niño.
Finalmente, del informe se desprende que los menores que acosan a sus compañeros se basan en distintas razones como que previamente han sido provocados (22’4%), seguido de otras como querer gastar una broma (8’6%) o por el hecho de molestar. Lo peculiar de esto es que un 3% de los encuestados afirmó que ha realizado esta práctica para evitar ser acosado.
Una buena relación entre compañeros será fundamental para una buena convivencia, motivación y comunicación, pues de ello dependerán otras muchas cosas, como la comodidad, tolerancia y armonía entre estos.