Niusdiario.- Las sospechas existieron desde 1994 pero ahora ya son algo más que sospechas. Un documento inédito hallado por un historiador y publicado por el diario online francés ‘Mediapart’ prueba que en julio de 1994 los principales miembros del Gobierno ruandés, responsable del genocidio de los tutsis ruandeses, estaban en una zona controlada por el Ejército francés. Diplomáticos galos sobre el terreno habían pedido que fueran detenidos y su arresto sólo dependía ya del visto bueno de París.
El documento, del gabinete del ministro de Exteriores francés, entonces Alain Juppé, prueba que París prefirió que huyeran. Los hutus eran sus aliados tradicionales. El documento está firmado por Bernard Émié, quien entonces era ya un importante funcionario en el Ministerio de Exteriores y ahora es el jefe de los servicios secretos franceses en el exterior. La masacre de los tutsis de Ruanda, por la que murieron entre 800.000 y un millón de personas, fue el último gran genocidio del siglo XX y se produjo en apenas cuatro meses, entre abril y julio de 1994.
Las manos francesas manchadas en Ruanda
El documento publicado ahora enciende una luz en la oscuridad del papel que jugó Francia en aquellos acontecimientos. Descubierto por el investigador François Graner, experto en el genocidio de Ruanda, el documento dejó de ser secreto después de que el Consejo de Estado francés forzara que se pudiera acceder a los archivos todavía secretos de la presidencia de François Mitterrand.PUBLICIDAD
El documento es un telegrama, sellado con la rúbrica ‘confidencial diplomático’, fechado el 15 de julio de 1994 y enviado desde el Gabinete de Juppé al embajador Yannick Gérard, representante de la diplomacia francesa entre las tropas galas estacionadas en Ruanda en el marco de lo que se conoció como ‘Operación Turquesa’.
Gérard recibió esa carta porque previamente había pedido a París “instrucciones claras” para decidir si las tropas francesas debían arrestar a las autoridades ruandesas responsables de crímenes. O como decía Gérard, “que tienen una pesada responsabilidad en el genocidio”. La mayoría de los responsables políticos de aquel genocidio estaban a mano de las tropas francesas en la zona que controlaban, junto a la frontera del Congo. Entre ellos el presidente ruandés Théodore Sindikubwabo.
Gérard había defendido su detención diciendo que Francia no tenía otra alternativa que “detenerlos a la espera de que instancias judiciales internacionales competentes se pronuncien sobre su caso”. París dijo que no y ordenó a Gérard que hiciera llegar a las autoridades ruandesas, de forma indirecta, a través de contactos locales y sin “exponerse”, que se les pedía que abandonaran la zona controlada por las tropas francesas. En la práctica les estaban diciendo que huyeran hacia Congo. ‘Mediapart’ contactó en los últimos días tanto con Alain Juppé como con Bernard Émié. Ninguno aceptó dar su versión.
Un Gobierno genocida protegido por París
Pasados casi 27 años desde aquel genocidio, quedan pocas dudas de que el Gobierno francés de la época sabía que se estaba preparando un genocidio y que mantuvo su apoyo a las autoridades genocidas. Hasta el punto de que el Ejecutivo ruandés que lanzó el genocidio hutu contra los tutsis fue decidido el 8 de abril de 1994 en la Embajada francesa en Kigali, capital de Ruanda.
París permitió que al frente de aquel Gobierno se colocara a Théodore Sindikubwabo, antiguo presidente de la Asamblea Nacional ruandesa, pediatra de profesión y uno de los genocidas más brutales. Murió en 1998 en Congo. Aquel hombre tuvo contactos en mayo de 1994 con Christian Quesnot, jefe del Estado mayor personal del presidente francés Mitterrand. Quesnot siempre abogó por apoyar a los genocidas hutus porque la alternativa, temía, era un poder tutsi más cercano al mundo anglosajón que al francófono.
Francia no sólo permitió la huida de los genocidas. También la organizó con la participación de miembros de su Legión Extranjera dirigidos por el teniendo coronel Jacques Hogard, responsable del ala sur de la Operación Turquesa en Ruanda. Actuación que el propio Hogard confirmó años más tarde a la revista militar ‘Képi Blanc’.