Un 35% de los franceses se considera «racista»

, | 10 junio, 2020

El sondeo -realizado antes del Covid-19 que ha acentuado aún más la tendencia- incluye no solo a negros: los asiáticos son cada vez más víctimas

JUAN PEDRO QUIÑONERO. ABC.– La pandemia del coronavirus ha agravado los muy diversos racismos franceses, a los que el movimiento internacional «Black Lives Matter» (BLM) ha dado una visibilidad dramática, inesperada, relanzando movimientos locales muy duros cuya vocación antipolicial no siempre oculta sus flecos agresivamente racistas.

Según el último informe (2019) del Comité Nacional Consultivo de los Derechos del Hombre (CNCDH), el 35 % de los franceses se dicen ellos mismos racistas, un 29 % se consideran «un poco» racistas y otro 9 % «más bien racistas». El 87 % de los franceses estiman que los gitanos son «un grupo étnico» aparte. Musulmanes, magrebíes, asiáticos, judíos y negros (de nacionalidad francesa, todos) son «gente aparte» para una mayoría o una minoría significativa de franceses, del 23 al 56 %.

Según otro estudio publicado por una sociedad de análisis estadísticos, Statista, la sociedad francesa está hoy profundamente dividida en cuestiones de racismo: un 57,8 % de los franceses se dirían no racistas. Sin embargo, otro 41,3 % se considera más bien racista, un poco racista o no demasiado racista. División profunda y sintomática, agravada con la crisis sanitaria, social, económica y política del coronavirus, que ha propiciado la emergencia de nuevos racismos.

La organización Liga de Defensa Negra Africana (LDNA), auto proclamada anti racista, ha organizado varias manifestaciones de protesta contra las violencias policiales de carácter racista (contra negros de nacionalidad francesa), pero también ha «invitado» a sus militantes y simpatizantes a multiplicar sus «acciones» contra los franceses de familia asiática, propietarios o trabajadores en comercios «étnicos» (asiáticos).

Desde mediados de abril, durante lo más alto de la crisis sanitaria nacional, la LDNA ha multiplicado sus acciones enarbolando esta proclama racista contra los franceses de origen chino o los chinos instalados en Francia: #ChinaGoHome.

Los estallidos de racismo anti chino y anti asiático comenzaron en Francia entre febrero y marzo pasado, cuando un influyente diario de provincias, «La Courrier Picard», editado en Amiens, la ciudad natal de Emmanuel Macron, publicó en su portada este titular: «Alerta amarilla». Ese titular se transformó en grito de guerra contra las comunidades asiáticas, en París y varias capitales de provincias.

La reaparición de un racismo anti asiático (chino, vietnamita, camboyano) también ha sido percibida como una novedad inquietante en Alemania y el Reino Unido.

En Munich, la influyente Süddetusche Zeitung ha escrito: «Ha aparecido en Francia una histeria racista, anti asiática, por primera vez». En Londres, la BBC ha comentado: «Las personas de origen asiático residentes en Francia se han manifestado, a través de las redes sociales, para denunciar la discriminación y racismo de las que son víctimas, a diario».

En París, Le Monde recuerda que el nuevo racismo anti asiático comenzó a manifestarse, en toda Francia, a finales del mes de enero pasado, con la multiplicación de gestos, acciones y protestas de esta índole: pintadas racistas ante los establecimientos asiáticos, del tipo «guarda tu virus, sucio chino»; agresiones verbales en los transportes públicos; gestos racistas en los inmuebles; violencias anónimas contra tiendas y restaurantes cerrados y acosados.

Tras el comienzo del desconfinamiento, en curso, las manifestaciones estrictamente francesas, contra las violencias policiales, han sido muy mayoritariamente multiculturales (negros y blancos) y han tenido flecos de racismo velado, con llamamientos apenas disimulados a la violencia callejera: «¡No habrá paz mientras haya injusticia!».

Del insulto a la profanación

La aparición del movimiento Chalecos Negros subraya la dimensión étnica de una organización consagrada a la defensa de los inmigrantes en situación irregular. Organización solo para inmigrantes negros: los inmigrantes musulmanes (sirios, magrebíes), laicos o católicos (Europa del Este) no tienen cabida en sus acciones.

La aparición de un racismo negro, en Francia (anti chinos, anti musulmanes, anti blancos), coincide con un incremento espectacular de las tensiones racistas de todo tipo. Según las cifras oficiales del Ministerio del Interior, durante el 2019 se produjo un incremento del 132 % de las acciones racistas, de esta naturaleza: manifestaciones de odio racista, acciones racistas, antisemitas, anti cristianas y anti musulmanas. Incremento que incluye desde la proliferación de insultos callejeros a la profanación de cementerios (cristianos, judíos y musulmanes).

En esa estela, la aparición de un racismo anti chino, anti asiático, consecuencia de la propagación del Covid-19, es una novedad significativa, emergente, en una Francia cuyos diversos racismos tienen profundas raíces históricas. Nuevos racismos que Rachida Dati, ex ministra de Justicia de Nicolas Sarkozy, francesa de padres emigrantes magrebíes, analiza de este modo: «No existe racismo de Estado, entre nosotros. Pero el racismo existe y es muy profundo, en Francia. Tras la epidemia del Covid-19 estamos asistiendo a un nuevo racismo, un racismo social, del que son víctimas hombres y mujeres muy humildes, que están sufriendo la crisis en su carne».

El Comité Nacional Consultivo de los Derechos del Hombre (CNCDH) publicó a finales de mayo un informe denunciando un estado de urgencia, no solo sanitaria, pidiendo al Gobierno que favorezca de alguna manera la diversidad en las escuelas y guarderías, temiendo que muy diversos racismos, directos o indirectos, agraven la crisis nacional, desde la infancia.

El estallido incontrolado de la crisis sanitaria, en febrero, el confinamiento inconcluso, desde mediados de marzo, han atizado reacciones inflamables en la «banlieue», los suburbios de París y las grandes ciudades, donde el multiculturalismo ha provocado un repliegue de muy distintas comunidades étnicas y culturales.

El libro político más influyente del año pasado se llama «El archipiélago francés». Su autor, el sociólogo Jérôme Fourquet, estima que Francia está convirtiéndose en un «archipiélago de comunidades que no siempre se entienden entre ellas».

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