Pese a las medidas tras la muerte de Jimmy, se siguen registrando numerosos actos de violencia en el este deporte
J.A.M. ABC.- La muerte de Francisco Javier Romero Taboada «Jimmy», a finales de noviembre de 2014, en una brutal pelea entre ultras del Atlético de Madrid y del Deportivo de La Coruña, puso ante el espejo mediático el complejo entramado que rodea a los grupos violentos que se mueven en el fútbol español. Las medidas ejecutadas por los clubes a instancias de la Liga situaron en el foco a los radicales, que dejaron de disfrutar de los históricos privilegios otorgados por las directivas a la hora de adquirir entradas, disponer de locales en los estadios o de ser subvencionados en los desplazamientos. La batalla urbana contra aficionados rusos del Spartak desatada el jueves en Bilbao por miembros de Herri Norte Taldea, grupo fuertemente vinculado a la izquierda abertzale, ha reabierto la preocupación por el fenómeno de la violencia en este deporte, que se ha trasladado de las estadios a las calles.
Aunque las medidas promovidas desde la Liga y la colaboración de los clubes han mermado notablemente la presencia de ultras en los estadios, las calles aledañas a los estadios continúan siendo su punto de reunión. Muchos radicales arrastran sanciones de la Comisión Antiviolencia y tienen prohibido acceder a los campos, pero su presencia en las «previas», donde el alcohol y las drogas son tan habituales como las bufandas, forma parte de su rutina dominical. El problema permanece, solo se ha trasladado.
«La realidad de los ultras en España se ha trivializado, se le ha quitado importancia y el jueves volvió a demostrarse que siguen muy vivos», afirmó ayer a este periódico Esteban Ibarra, presidente del Movimiento Contra la Intolerancia. «Muchos están fichados, pero desde la muerte de Jimmy se han producido un rosario de hechos violentos por parte de los ultras, que continúan implantados en la mayoría de los equipos de Primera división, Segunda y Segunda B».
En el último listado de la Comisión Estatal contra la Violencia en el Deporte, sin embargo, solo se habla de seis grupos ultras en la máxima categoría de nuestro fútbol. Un dato que no comparte Ibarra porque los grupos del Betis o del Barcelona, por ejemplo, no aparecen en él. «Solo hay que recordar la pelea que se evitó entre radicales de Biris y del Betis, o la presencia de un centenar de Boixos Nois (Barcelona) con bates antes de un partido de esta temporada contra el Español».
Un fenómeno internacional
El rebrote de la violencia en el fútbol coincide con la cada vez mayor ideologización política, en ambos extremos, de los miembros más activos que forman parte de estos grupos ultras, un fenómeno cada vez más peligroso también en países como Rusia o Polonia. «Hay gente que utiliza el fútbol como coartada para otras cuestiones, y manchan el fútbol cuando es un problema de otro tipo», advirtió este viernes Ernesto Valverde, entrenador del Athletic hasta la pasada temporada.
«Hay que aplicar la ley rigurosamente, los ultras no pueden ser legales en ningún país. Los grupos que, como en el caso de Rusia, tienen incluso estructurales paramilitares, deben ser tratados como organizaciones criminales. Y hay otra tercera vertiente, la UEFA y la FIFA, como ya ha sucedido hace años con los hooligans, deben mojarse y expulsar de las competiciones a los equipos cuyos radicales monten disturbios como los de Bilbao», propone Esteban Ibarra como medidas para combatir la violencia en el fútbol, una lacra que algunos creían dormida y que, sin embargo, esta muy despierta cada domingo.