El presidente de EEUU vuelve a su primera versión y acusa a ambos lados de los incidentes violentos ocurridos el sábado. Trump apoya el motivo de la convocatoria ultra: oponerse a la retirada de una estatua del general Robert Lee, símbolo del sur racista
ÍÑIGO SAÉNZ DE UGARTE. ELDIARIO.ES.- Donald Trump confirmó el martes que su anterior condena a grupos neonazis y racistas sólo fue una cesión inesperada a las presiones recibidas por sus asesores de la Casa Blanca y que en ningún caso representa sus ideas. En una rueda de prensa en Nueva York, el presidente de EEUU insistió en su primera interpretación de los violentos sucesos de Charlottesville: la violencia fue responsabilidad de ambos bandos enfrentados en la calle. Además, negó que todos los que respondieron a la convocatoria ultraderechista fueran neonazis y mostró su apoyo a los que se manifestaron la noche anterior contra la retirada de una estatua del general sudista Robert Lee.
La conferencia de prensa se convirtió en un duelo entre los periodistas que reclamaban una condena directa de los grupos racistas y un presidente que se dedicó a acusar a los antifascistas que les hicieron frente. Hasta llegó a decir que los primeros tenían permiso para manifestarse en la ciudad del Estado de Virginia –el Ayuntamiento había querido trasladar el acto a otra zona, pero un juez lo impidió–, pero los otros, no.
Los sucesos de Charlottesville concluyeron con un atropello intencionado por un joven de ideas neonazis a un grupo de antifascistas que mató a una joven e hirió a 20 personas. Trump reconoció que aún no ha llamado por teléfono a la familia de la joven asesinada.
La táctica que utilizó fue negar que todos los manifestantes que llegaron a Charlottesville fueran fanáticos: «He condenado a los neonazis. He condenado a muchos grupos diferentes. No todos eran neonazis, créanme. No toda esa gente era supremacista blanca (término que en EEUU define a los racistas) de ningún modo», dijo.
Trump se mostró radicalmente en contra de la retirada de la estatua de Robert Lee de Charlottesville. Varios ayuntamientos de EEUU están estudiando –algunos lo han hecho ya– retirar las estatuas de políticos y militares de la Confederación, el bando racista que se enfrentó al Gobierno de Washington en la guerra civil. La ciudad de Charlottesville pretende quitar de un parque la figura de Lee y venderla a quien esté interesado para que la coloque en otro sitio.
En su empeño por defender a Lee, lo comparó con otras figuras históricas de la nación, incluido el primer presidente: «Esta semana es Robert Lee y esta semana es Stonewall Jackson. ¿El próximo será George Washington? Hay que pensar en ello. ¿Dónde para todo esto?». Para justificar meter a Washington en la disputa, que fue presidente 80 años antes de la guerra civil, comentó que él también había sido dueño de esclavos.
Trump volvió a su declaración del primer día, cuando dijo que «muchos lados» eran responsables de la confrontación violenta, tanto los grupos neonazis y racistas como aquellos que se les enfrentaron: «Tenían un grupo a un lado y el otro, y se enfrentaron con palos. Fue desagradable y horrible. Fue algo horrible de ver. Había otro lado. Había un grupo en ese lado, podrías llamarle la izquierda. Atacaron violentamente al otro grupo. Puedes decir lo que quieras, pero es lo que pasó.
Con esta declaración, el presidente se desmarcó de los políticos demócratas y republicanos que han reservado sus críticas a los grupos neonazis y sus símbolos por considerarlos un peligro para la democracia.
Los únicos que reaccionaron rápidamente el martes para elogiar a Trump fueron precisamente aquellos que se manifestaron en Charlottesville en favor de la supremacía de la raza blanca. «Estoy orgulloso de él por decir la verdad», dijo el líder ultra Richard Spencer, uno de los oradores anunciados para el acto del sábado.