Muchas expresiones de nuestro día a dia tienen connotaciones racistas
«Es trabajo de chinos». «No hay moros en la costa». «Vas hecho un gitano». «Lo ha escrito un negro literario». Son frases del día a día pero… ¿tienen sentido en una sociedad global y diversa? Si una sola coma vuelca el sentido de una frase, ¿cómo impacta todo un conjunto de palabras en la imagen de un colectivo?
SUSANA YE. EL PAÍS.- Para dar con las respuestas hablamos con Ngoy Ramadhani Ngoma, politólogo congoleño criado en Madrid desde los dos años. Ngoy fue consciente por primera vez de la importancia del idioma, que le situaba como distinto, cuando a los seis años una profesora le mandó que usara el color carne. «Me chocó y aún ahora, con 30 años, lo recuerdo, porque para mí el marrón también era un tono de piel».PUBLICIDAD
A partir de entonces no dejó de acumular evidencias de la carga racista en el lenguaje, hasta que hace dos años decidió crear Afro Diccionario. Se trata de una plataforma pequeña que aspira a abrir el diálogo sobre el lenguaje dentro y fuera de la comunidad afro. Además de sus comunicaciones en redes sociales, llevan a cabo charlas de concienciación, como la que recientemente han impartido en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Valencia.
Durante todo este tiempo, más allá de las expresiones con una evidente carga racista, como las que se mencionan al principio de este artículo, Ngoy ha reflexionado sobre la cantidad de palabras y expresiones de connotaciones negativas que sutilmente se relacionan con lo negro. Por ejemplo, el verbo «denigrar», que según la RAE significa «injuriar», contiene en su etimología la palabra «negro». O las expresiones «mercado negro» o «dinero negro», por citar solo algunas.
Es una reflexión que viene de lejos. En un estudio de 1969 sobre la lengua inglesa, Ossie Davis comprobó que la palabra «whiteness» («blancura») tenía 134 sinónimos, de los cuales 44 tenían una connotación favorable, mientras que 10 tenían un matiz ligeramente negativo. Mientras, de los 120 sinónimos de «blackeness» («negrura», «oscuridad»), 60 eran claramente desfavorables, y ninguno de ellos era ni siquiera ligeramente positivo. Es, precisamente, sobre lo que trata esta escena de Malcolm X, la película de Spike Lee de 1992:
Ngoy opina que deberíamos esforzarnos por revisar una herencia lingüística que no se ajusta al mundo actual, y que haríamos bien en crear nuevos marcos en el lenguaje. De ahí la actividad que lleva a cabo en Afro Diccionario, que entronca con el pensamiento de que los cambios en el lenguaje pueden acabar provocando cambios sociales.
La comunidad afro no es la única segregada por el lenguaje. Respecto a la asiática, el lenguaje refleja el profundo desconocimiento de su cultura. Como apunta la filóloga Belén Bermejo: «Desde la época de Marco Polo el Extremo Oriente ha sido un lugar de las fantasías de los europeos. Cuando se utiliza cuentos chinos o naranjas de la China se hace referencia al asombro o la imaginación exaltada».
Berna Wang, escritora y traductora que pertenece al recién creado colectivo antirracista Oryza, nos relata sus primeros encuentros con el racismo en el lenguaje. «La primera vez que escuché la expresión engañarte como a un chinopasé por el desconcierto, el miedo, el cabreo y el bloqueo. ¿Qué se supone que debo decir? Y no es porque las personas orientales rehuyamos la confrontación: ¡es que cuando eres niña no sabes qué hacer con tantas emociones! Y, por otra parte, nadie me enseñó cómo reaccionar».
Con el paso del tiempo, Wang, de 58 años, se ha propuesto responder con humor a expresiones como «es un trabajo para chinos». «A veces me miran, se ponen rojos y piden perdón», nos cuenta. Sin embargo, es imposible evitar que ciertos comentarios afecten de algún modo: «Ofendida no me he sentido nunca. Pero sí dolida».
Otro ejemplo de las consecuencias del lenguaje se aprecia en un vídeo publicado con motivo del Día Internacional del Pueblo Gitano en 2015. Este vídeo muestra la reacción de unos niños al saber que la palabra «gitano», otra de las comunidades afectadas, equivale a la de «trapacero». Esto es, «que intenta engañar a alguien con astucias y mentiras»:
Aún se sigue debatiendo hasta qué punto la estructura del lenguaje que usa una persona condiciona su forma de pensar, tal y como propone la hipótesis de Whorf. Pero mientras tanto, algunos colectivos sufren las consecuencias del lenguaje que usamos. Por eso, distintas asociaciones llevan tiempo pidiendo a la Real Academia Española (RAE) que actualice algunas definiciones por considerarlas ofensivas.
Darío Villanueva, director de la RAE hasta este mismo año, se pronunció al respecto en una extensa entrevista en el programa de radio En Perspectiva: «La lengua no es políticamente correcta. El diccionario no inventa jamás ninguna de estas expresiones, sino que las recoge. Y, por supuesto, tampoco las promociona ni solicita a los hablantes que las usen».
El filólogo Josu Gómez coincide con Belén Bermejo en que los académicos no transforman la lengua, sino que las transiciones vienen de abajo arriba. Belén Bermejo señala que la existencia de términos despectivos en todas las lenguas sugieren «que esos aspectos éticos tienen mucho que ver con la sociología y no solo con la lingüística». De hecho, la última actualización del Diccionario de la RAE ha incorporado una anotación en el término «gitano», como sinónimo de trapacero, advirtiendo que su uso tiene un uso «ofensivo o discriminatorio».
En su trabajo en Afro Diccionario, Ngoy tampoco pierde de vista que estas expresiones están muy relacionadas con el contexto social: «No negamos que formen parte de la cultura y no podemos tumbar las expresiones de un plumazo. Pero queremos que, a través de la pedagogía y con años de trabajo, la gente entienda que ese lenguaje es discriminatorio, que caiga en desuso y que se plantee alternativas».