La sociedad civil se une para frenar al candidato ultraderechista en un ambiente de creciente polarización política
TOM C. AVENDAÑO. EL PAÍS.- Brasil se acerca a los comicios más importantes de su joven democracia con un candidato favorito, el ultraderechista Jair Bolsonaro, que es, a la vez, el más rechazado en las encuestas. Mientras esta contradicción divide a la sociedad -y a algunas familias- en dos bandos, un movimiento masivo de mujeres (tres millones en un grupo de Facebook de menos de dos semanas de vida) ha logrado vertebrar el mayor furor político brasileño de los últimos años: el que busca derribar al presidenciable que nadie, salvo sus seguidores más acérrimos, quiere.
El voto es secreto en todo Brasil , pero lo va a ser especialmente en casa de Raimundo (nombre ficticio). Cuando este veinteañero, hijo de un latifundista en lo más profundo del Estado de São Paulo, haya pasado por las urnas el próximo 7 de octubre, no piensa contarle a su padre que no ha votado al candidato de referencia de la familia: el ultraderechista Jair Bolsonaro, favorito en los sondeos para imponerse en la primera vuelta. “Pienso votar a otro, ya veré a quién. Si me apuras no me importaría que fuese Haddad [del Partido de los Trabajadores el segundo en intención de voto], pero como se enteren en casa, me desheredan”, comenta Raimundo, con los ojos como platos, en un café del centro de São Paulo, donde vive. Sabe que en su casa, ser del bando contrario a Bolsonaro es casus belli y él siempre contó con heredar un día el latifundio de su padre. Pero mucho menos quiere contribuir a que su país acabe en manos de un estrafalario nostálgico de la dictadura militar. “Creo que votaré a un tercero, Haddad puede ser demasiado mentir”, sopesa.
En Río de Janeiro, el escritorio y activista de derechos humanos Ramon Nunes Mello está en la situación contraria. Tras militar durante meses contra Bolsonaro por sus salidas de tono homófobas, machistas y racistas, descubrió la semana pasada que su hermano pensaba votarle. Mello, que es gay, no supo ni qué decir. “O sea, que defiende un ser que desprecia lo que soy”, protesta. “No sé cómo gestionar esto, solo me aparto”.
Estas dos historias muestran hasta qué punto el primer país latinoamericano se encuentra atrapado en un conflicto de identidad en las semanas previas a las presidenciales más determinantes de su joven democracia: el candidato favorito en las encuestas (con un 28% de la intención de voto) es de lejos el más rechazado (por un 46% del electorado). Y según pasan los días, más se crispan los dos extremos. “Está cada vez más claro que estas elecciones se van a resolver con la polarización de la sociedad en dos grupos”, opina Andrei Roman, director ejecutivo de la consultora Atlas Politico. “La presión social para que cada individuo se posicione, a favor o en contra de Bolsonaro, es cada vez mayor”.
Los partidarios de Bolsonaro se sienten merecedores legítimos del poder porque son, indiscutiblemente, mayoría electoral; pero no consiguen plantar cara a la auténtica mayoría numérica, los detractores, que tal vez no comparten un mismo candidato pero sí coinciden en ver en el ultraderechista una amenaza a la democracia y a los derechos civiles, precariamente construidos desde el fin de la dictadura militar en 1985. El bando a favor responde subiendo el tono cada día más; la oposición, organizándose más y mejor. Hasta el punto de que, ahora mismo, el único fenómeno mayor que Jair Messias Bolsonaro es el que busca, ya sea en las urnas como Raimundo o por el activismo como Ramon, frenarle.
Ese fenómeno tiene un nombre: #EleNão (#ÉlNo). Y un origen claro: las mujeres, mayoría numérica del electorado brasileño (suman el 52,3%) y blanco de algunos de los mayores desatinos de Bolsonaro, quien ha legado a afirmar que no merecen el mismo salario de los hombres y a ponderar en televisión que una diputada no merecía ser violada por él. En tres semanas de vida, la página de Facebook Mulheres Contra Bolsonaro, centro neurálgico del movimiento, ha alcanzado tres millones de miembros. Y #EleNão se ha convertido en la consigna no solo de otras víctimas de los despropósitos del candidato, como minorías raciales o gente LGBTQI, sino de todo aquel que no quiera que un ultraderechista presida su país. Un estudio de la Universidad Federal de Espíritu Santo contó 903.902 menciones al #EleNão en redes sociales la semana pasada (frente a 142.346 de #EleSim).
Las celebridades han contribuido a la explosión de este movimiento, sobre todo las cantantes, que en Brasil se ven prácticamente como instituciones. La veterana Daniela Mercury, por ejemplo, publicó un vídeo explicando por qué #EleNão: «Porque es machista, porque es homófobo, porque es un atraso para nuestra democracia», dijo. Le siguieron otras, y al poco se vio hasta qué punto el clima de uno-contra-otros se había extendido por Brasil. Anitta, la cantante que ahora tiene más éxito tiene en el país –y también la máquina de marketing mejor engrasada de Brasil–, intentó no mojarse durante el máximo tiempo posible y recibió tanta presión de los seguidores del movimiento, que acabó claudicando. Acabó publicando un vídeo contra Bolsonaro en Instagram. Otra de las mayores cantantes brasileñas, Marilía Mendonça, recorrió el camino inverso: publicó un vídeo y, vista la presión de los seguidores del ultraderechista, se vio obligada a borrarlo.
El lunes se publicó el manifiesto de otro movimiento contra Bolsonaro: Democracia Sim, firmado por 300 miembros de distintas élites brasileñas. Había artistas influyentes –Caetano Veloso, Chico Buarque, Gilberto Gil; el cineasta Walter Salles, o la actriz Sonia Braga–, empresarios, abogados y hasta médicos. “Más que una decisión política, la candidatura de Jair Bolsonaro representa una amenaza a nuestro patrimonio civilizador”, alertaba el texto. Un día antes, los sindicatos también habían renegado del favorito: “Es antidemocrático, intolerante con las minorías, y hace apología de la violencia”.
La página Mulheres Contra Bolsonaro convocó para este sábado una serie de manifestaciones por todo el país, similares a las que en Estados Unidos se organizaron contra Trump. Ahora, hay marchas previstas en 34 ciudades de una quincena de países. No solo irán mujeres, sino todos los que no quieren ser gobernados por el favorito en las encuestas. Entre ellos estará Raimundo. “Solo espero que no hagan fotos”, bromea, con una risita, a la que, al poco, sigue con un suspiro nervioso.