Criminólogos, políticos y periodistas en Alemania sostienen que es necesario conocer y analizar a fondo el pensamiento de agresores como Tobias Rathjen
MARÍA – PAZ LÓPEZ. LA VANGUARDIA.- Un desequilibrio con contornos de auténtico dilema impregna estos días en Alemania la respuesta social y política a la matanza racista de Hanau . Lo enunció con dedo acusador Aiman Mazyek, presidente del Consejo Central de los Musulmanes en Alemania (ZMD): “Se habla mucho de la psique del asesino y muy poco de las víctimas”. Desde que el pasado miércoles por la noche un alemán de 43 años llamado Tobias Rathjen, imbuido de teorías conspirativas y xenófobas, mató a tiros a nueve personas de origen extranjero, se han sucedido las concentraciones ciudadanas de repulsa en todo el país; y el Gobierno ha admitido “una alta amenaza procedente de la ultraderecha” y ha corrido a reforzar la vigilancia policial en mezquitas y otras zonas sensibles.
Pero la figura del asesino y sus motivaciones continúa acaparando el grueso de los porqués. Excepto quizá en su propio barrio, Kesselstadt, donde ayer por la mañana los escasos vecinos a la vista tenían pocas ganas de hablar. “La familia Rathjen es conocida aquí desde hace muchos años, vivían aquí desde hace tiempo, pero tampoco hablaban mucho; ahora sólo queda el padre”, dijo un paseante, que se alejó sin querer dar su nombre. En esta tranquila calle Helmholtz, con su hilera de modestas casas adosadas con jardín, se halla –ahora acordonada por la policía– la casa que albergó el último episodio de violencia del terrorista cuyo nombre conocen ahora todos en Alemania.
La queja de los musulmanes
“Se habla mucho de la psique del asesino y muy poco de las víctimas”, dice Mazyek
Ahí Tobias Rathjen mató a su madre de 72 años –se llamaba Gabriele– y se suicidó. Venía de atentar contra el bar de cachimbas Midnight y de disparar desde su coche contra el Arena Bar Café, este ya muy cercano a su domicilio. Siguiendo la pista del vehículo llegó la policía a esta calle, y halló en la casa los dos cadáveres. El padre, Hans-Gerd Rathjen, también de 72 años, estaba a salvo, y los agentes se lo llevaron. El diario local Hanauer Anzeiger aludía en sus páginas al temor que Rahtjen padre despertaba en el vecindario por sus broncas en torno a los contenedores de basura.
Con sus padres vivía Tobias Rathjen desde hacía algunos meses. Y como mínimo su último vídeo, colgado el 14 de febrero, se grabó en una habitación de esa casa. En él se declaraba convencido de estar siendo vigilado desde bebé por “una organización que opera sobre la base de un servicio secreto”, que tiene agentes “capaces de leer la mente”. El fiscal federal, Peter Frank, explicó el viernes que Rathjen había enviado una carta a la Fiscalía Federal a Karlsruhe el pasado noviembre en la que denunciaba a una supuesta una organización secreta de inteligencia con poderes para infiltrarse en el cerebro de la gente y controlar así sus pensamientos y actos. “La carta no incluía llamamientos racistas a la exterminación de ciertos pueblos; por eso no iniciamos una investigación a partir de la carta, que luego ha aparecido dentro de su manifiesto ”, declaró el fiscal Frank.
Motivación de los ataques
Entidades islámicas critican que no se cite la islamofobia como móvil de los crímenes
En las 24 páginas de ese manifiesto , Rathjen destilaba odio xenófobo, que combinaba con comentarios sobre fútbol y películas de Hollywood, y dosis de misoginia. En ese texto emplazaba a aniquilar a la población del Magreb, Oriente Medio e Israel, por ser la existencia de determinados grupos étnicos “en sí misma un error fundamental”, y un peligro para Alemania. Nacido en Hanau en 1977, Rathjen había estudiado administración de empresas en Bayreuth y trabajó en Frankfurt y Munich. Tenía licencia de tiro deportivo para poseer dos armas, aspecto este último que despierta ahora perplejidad e indignación.
Criminólogos, políticos y periodistas en Alemania sostienen que es necesario conocer y analizar a fondo el pensamiento de agresores como Tobias Rathjen para intentar prevenir nuevos episodios de terrorismo de extrema derecha. Pero crecen los llamamientos de entidades pro migrantes y de plataformas antirracistas para que la atención se concentre más en las víctimas y en el contexto de racismo por el que fueron asesinadas. En la vigilia por los muertos convocada anteanoche por la plataforma antirracista #Unteilbar (inseparables) en la calle Heumarkt –donde está el Midnight, el primer bar que atacó Rathjen– se leyeron sus nueve nombres: Gökhan Gültekin, Sedat Gürbüz, Said Nessar El Hashemi, Mercedes Kierpacz, Hamza Kurtovic, Vili Viorel Paun, Fatih Saraçoglu, Ferhat Ünvar y Kalojan Velkov.
Contenidos conspiranoicos
Rathjen envió una carta a la Fiscalía, que no le investigó porque no había frases racistas
“Queremos crear espacio para el duelo y la memoria, para acordarnos de los muertos con sus nombres; queremos gritar lo enfadados que estamos, decir que nos convertimos en blanco para los disparos cuando un político dice que la migración es la madre de todos los problemas. ¿Seré yo la próxima porque tengo el cabello negro?”, dice al micrófono Newroz Duman, joven activista kurda del colectivo #Unteilbar, que llegó a Alemania con su familia cuando tenía 12 años.
Las principales organizaciones islámicas de Alemania lamentan además que no se mencione en concreto la islamofobia como motivación de los crímenes. “Sabemos que el asesino escogió a sus víctimas porque eran musulmanas; quien no menciona la islamofobia se hace cómplice”, protestó Zekeriya Altug, presidente del Consejo de Coordinación de los Musulmanes (KRM), la otra gran entidad islámica de Alemania. La matanza se percibe y procesa de modos distintos.