El Mundo.- Dos niñas colombianas estudian en casa al no lograr plaza en castellano tras mudarse a Ermua
Las dos hijas de los Ramírez Ochoa llevan desde el 23 de febrero sin ir al colegio. Laura (nombre inventado para la mayor, de 12 años) y Lucía (nombre ficticio para la pequeña, de nueve años) se pasan todo el día en casa haciendo cuentas y problemas, leyendo manuales de Matemáticas y libros de Harry Potter y rellenando páginas y páginas de los cuadernos de vacaciones Santillana. Cuando se aburren, dibujan con rotuladores de colores o se ponen a mirar por la ventana. Y no pueden evitar sentir una mezcla de tristeza e inquietud cuando observan jugar a otros niños en el patio del colegio público que se ve desde la atalaya de su cocina.
La paradoja es que su piso en un bloque de viviendas de los años 60 del barrio de Ongarai, en la simbólica Ermua (Vizcaya), está literalmente rodeado por cuatro escuelas: el colegio público Ongarai, la ikastolaAnaitasuna, el colegio concertado San Pelayo y el instituto Ermua. Pero estas niñas que sacan notables y sobresalientes y que ya planean ir a la universidad (Laura quiere estudiar Informática, como su padre, y Lucía quiere ser profesora o chef) llevan 44 días sin pisar un aula porque el Gobierno vasco no les permite a sus padres ejercer su derecho a elegir la lengua de aprendizaje de sus hijas y escolarizarlas en su municipio en castellano, la lengua oficial del Estado.
«Nuestras hijas no van al colegio porque en Ermua sólo nos ofrecen un colegio en euskera. Nuestra lengua materna es el castellano y queremos que estudien en ella. Si nos obligan a escolarizar a nuestras hijas en euskera, las condenarán al fracaso escolar, porque han estudiado toda su vida en castellano y no van a aprenderlo ahora, cuando quedan tres meses de curso», relata la madre, Wendy Ochoa.
«Nos sentimos impotentes y desesperados. Sabemos que podemos meternos en muchos problemas por no llevarlas al colegio, pero no nos queda otra opción. Tenemos derecho a que a nuestras hijas las escolaricen en castellano, porque es la lengua oficial. Solo estamos ejerciendo nuestro derecho de acuerdo con la legislación educativa vasca actualmente en vigor. Discriminan a nuestras hijas por la elección de un modelo lingüístico al que tienen derecho y que la Administración no facilita», añade el padre, Jorge Ramírez.
Wendy Ochoa y Jorge Ramírez son colombianos y llegaron a España en 2019 con un visado para profesionales altamente cualificados porque a Jorge, que tiene la nacionalidad española, le surgió la posibilidad de trasladarse desde Bogotá a Zaragoza para trabajar como desarrollador de software. En 2021 se mudaron a Vitoria para estar más cerca del hermano de Jorge y su familia. El pasado febrero, surgió una buena oportunidad laboral para Wendy, que es enfermera, que llevó a toda la familia a mudarse a Ermua, donde están empadronados.
Pero todo se complicó a la hora de solicitar el traslado de matrículas del colegio de las niñas. En Vitoria estudiaban en un centro concertado modelo A, el Nazareth, con todas las asignaturas en castellano menos Euskera y Francés. Y, cuando se pusieron a investigar la oferta educativa de Ermua, vieron que el colegio que les convenía era el San Pelayo, el único centro modelo A de todo el municipio, porque no hay en esta localidad de 17.000 habitantes ningún colegio público que ofrezca el castellano como lengua vehicular. El resto de centros son modelo D (íntegramente en euskera salvo las asignaturas de Lengua Castellana y Lengua Extranjera) y modelo B (con una mayoría de materias en euskera y algunas otras en castellano).
«Al llamar al San Pelayo nos dijeron que no quedaban plazas», explica Jorge. «Fuimos a la Delegación del Gobierno vasco en Bilbao y la funcionaria nos trató muy mal. ‘Si no hay hueco, ¿qué quiere que hagamos? ¿que saquemos a otros niños para meter a sus hijas?’, nos dijo. Fuimos a la Subdelegación de Educación y nos proporcionó una lista de todos los colegios de Vizcaya en donde habían sobrado plazas y sólo cinco o seis centros eran del modelo A, pero en lugares muy alejados de Ermua. Llamamos a alguno y nos dijeron: ‘Esto está muy lejos de vuestra casa, no merece la pena’».
Wendy y Jorge volvieron al colegio San Pelayo e hicieron una solicitud formal. A los pocos días fue rechazada «por no haber plazas disponibles». Entonces presentaron alegaciones al Departamento de Educación del Gobierno vasco, que les respondió que en todo Ermua no había plazas disponibles en el modelo A y que les ofrecía como alternativa ir al colegio Ongarai en Ermua, que sigue el modelo D sólo en euskera, o matricularse en colegios modelo A en Bilbao, Loiu o Getxo.
Mientras tanto, añadía Educación, el traslado de matrículas no podía realizarse, por lo que las niñas han permanecido escolarizadas hasta ahora en su antiguo colegio de Vitoria, el Nazareth, hasta que se resuelva la situación.
«Es imposible llevarlas todos los días a Vitoria. Está lejísimos [72 kilómetros] y nos supone un gasto de 500 euros adicionales al mes, entre la gasolina, que son 25 euros, y los peajes, de 37 euros. Tampoco podemos llevarlas a Bilbao [45 kilómetros], a Getxo [52 kilómetros] o a Loiu [46 kilómetros]. No nos coincide con nuestros horarios de trabajo y no es humano que las niñas realicen estos desplazamientos todos los días, es un cansancio y lo suyo es que estén escolarizadas en un entorno cercano», expone Jorge.
Su hija Lucía opina lo mismo: «A mí no me gustaría tener que ir todos los días de Ermua a Vitoria o de Ermua a Bilbao, sino a un colegio que esté acá porque nos gustaría conocer a otras niñas».
«La Administración tiene que ajustar la oferta a la demanda y poner los medios para solucionar el problema, en vez de anteponer determinados intereses políticos e ideológicos a los derechos de estos padres, amparados por la Constitución Española», señala Gloria Lago, la presidenta de Hablamos Español, la asociación que les ha asesorado en una batalla jurídica que ha comenzado por pedir ayuda a la Fiscalía y al Defensor del Pueblo Vasco (el Ararteko).
Lo han hecho apelando a su derecho a elegir el modelo lingüístico para sus hijos, recogido en el artículo 27 de la Constitución, con la idea de que quienes se incorporan al sistema educativo en una comunidad autónoma en régimen de cooficialidad lingüística «deben recibir la educación en una lengua en la que puedan comprender las enseñanzas que se imparten para que no se vea mermado su derecho a la educación», según detalla Gloria Lago.
En sus escritos de queja al Ararteko y a la Fiscalía, los Ramírez Ochoa recuerdan que en 2021 la Justicia condenó al País Vasco a pagar una beca de transporte escolar que denegó a un niño por estudiar en castellano: «La sentencia 52/2021 del Juzgado de lo Contencioso-Administrativo número 3 de Vitoria obligó al Gobierno vasco a poner los medios para facilitar la educación en el modelo elegido», avisan sus escritos.
El Departamento de Educación no les ha ofrecido la posibilidad de disponer de un transporte gratuito, pero tampoco creen que sea ésta una buena solución porque igualmente supondría «un desgaste» para las niñas: «Intentamos que el cambio de domicilio, de ciudad y de amistades sea lo menos traumático para ellas».
Ni Jorge ni Wendy saben euskera para ayudar a sus hijas con las tareas escolares. Ellas lo aprendieron en el colegio de Vitoria como asignatura, pero no sabrían mantener una conversación ni, mucho menos, aprender contenidos de otras materias en esta lengua.
«Yo no quiero todo el colegio en euskera porque no voy a aprender nada y voy a quedarme atrasada», se queja Laura, que este curso terminará Primaria para comenzar la ESO en septiembre. Su madre la ve nerviosa. «Sus amigas le dicen que va a repetir curso, está muy agobiada. Dice todo el rato: ‘Voy a perder el año, voy a perder el año’», expresa.
También andan «preocupados» y «estresados» porque el colegio de Vitoria ya ha reportado a la Administración el absentismo escolar en el que están incurriendo las pequeñas, lo que podría traer consecuencias legales muy graves a los padres. Son los dos unos entregados a la educación de sus hijas y han elaborado un plan de trabajo diario para que las niñas avancen en sus estudios y no pierdan el ritmo, pero, a diferencia de lo que ocurre en otros países, en España no se contempla el homeschooling.
«Sabemos que estamos arriesgando mucho y es delicado, pero merece la pena pelear. No es sólo que queramos que nuestras hijas adquieran los conocimientos que les permitan desenvolverse con solvencia en el futuro, se encuentren donde se encuentren, sino que también lo hacemos para que esta situación no tengan que vivirla otras familias. Hoy somos nosotros, pero mañana puede ser cualquier otra persona. Esto es muy injusto», señala Jorge.
Gloria Lago sostiene que cada vez son más frecuentes los casos de castellanohablantes que piden centros de modelo A y no los consiguen. El Gobierno vasco ha defendido, por el contrario, que aumenta la oferta del modelo D en euskera porque así lo piden las familias. «En Ermua se ve perfectamente: en el colegio de modelo A, el San Pelayo, hay lista de espera para entrar y en el de modelo D, el Ongarai, sobran plazas. ¿Por qué será?», se pregunta Jorge. Este diario ha llamado y escrito al Departamento de Educación para recabar su versión, pero no ha obtenido respuesta.
En realidad, hay poquísimos colegios en el País Vasco en donde a los alumnos se les ofrezca la posibilidad de aprender íntegramente en castellano. Hay una hegemonía clara del euskera, a pesar de que esta lengua sólo la conoce o la maneja en su entorno el 30% del alumnado.
Según los datos de Eustat correspondientes a 2023/24, el 96% de la población escolar vasca estudia en colegios públicos de Primaria con el modelo D de inmersión íntegramente en euskera, mientras que sólo el 1,3% de los alumnos está escolarizado en el modelo A de castellano y hay un 2,2% que asiste al modelo B, con euskera y algo de castellano.
En Vizcaya, donde viven los Ramírez Ochoa, sólo se oferta en el modelo A el 1,4% de las plazas públicas de Primaria. El 96% son en modelo D de todo en euskera y el 1,6% en modelo B.
En Guipúzcoa no hay un solo colegio público que ofrezca el A en castellano y sólo existe uno concertado, mientras que el 99% de los alumnos de esta provincia estudia en el D.
En Álava el 3,4% estudia en el A, mientras en el B se escolariza el 9% y en el D están el 89%.
La situación varía en función de los territorios y la titularidad de los centros (la concertada concentra el 70% de la escolarización en castellano), pero la tendencia desde hace años es a que la lengua vasca esté cada vez más presente en las aulas.
Si sumamos los alumnos de los públicos más los de los privados, el resultado es que apenas hay 3.520 escolares de Primaria que estudian en castellano en el País Vasco, el 2,9% de la población escolar de esta etapa obligatoria.
En una entrevista a EL MUNDO, Eneko Andueza, el candidato socialista a lehendakari, aseguró que el mantenimiento de los modelos lingüísticos en la nueva Ley de Educación vasca, que salió adelante con los únicos votos del PNV y del PSE, «es la garantía de que los padres pueden elegir en qué lengua estudian sus hijos», una libertad de elección, dijo, «irrenunciable» para su partido.
Pero, a juzgar por el caso de los Ramírez Ochoa, el primero de estas características que se produce tras la aprobación de la Ley de Educación vasca, lo que ocurre es que la norma reconoce un derecho que en la práctica no se puede disfrutar. «Lo que subyace a la negativa del Departamento de Educación es una política lingüística que lleva años boicoteando el modelo A. Han ido desviando el alumnado al modelo D, íntegramente en euskera, y han prácticamente suprimido el español del modelo B, que antes era bilingüe», señala Lago.
Como ocurre siempre, los más perjudicados son los alumnos que se encuentran en mayor desventaja socioeconómica, porque no pueden acudir a profesores particulares ni sus padres pueden ayudarlos. Las fuentes educativas consultadas explican que lo habitual es que los inmigrantes acepten los colegios a los que les deriva la Administración sin protestar. Luego hay españoles desplazados por razones laborales que piden el modelo A y ven cómo Educación les pone mil trabas. Al final sólo queda recurrir a la picaresca: hay familias en Guipúzcoa que se matriculan en Francia o padres en Álava que mandan a sus hijos a estudiar a Miranda de Ebro…
Cae la tarde y el sol comienza a esconderse en un día particularmente luminoso para Ermua. Laura y Lucía salen a la calle a enseñar a los periodistas el colegio en el que les gustaría estar. Pasan por delante del Ongarai (modelo D) y de la ikastola Anaitasuna (B), construidos los dos con el mismo ladrillo marrón, y señalan entusiasmadas el colorido y moderno edificio del San Pelayo, en modelo A.
«Deberían haber tenido en cuenta consideraciones básicas en relación a las niñas, como su edad, su lengua o qué es más fácil para ellas. No han pensado en ningún momento en cómo se pueden sentir», lamenta Jorge, mirándolas. «La empatía ha brillado por su ausencia».