Siete de cada diez ancianos que acude a los centros de mayores sufre soledad

| 23 julio, 2020

Un estudio señala a mayor nivel educativo dismimuye la percepción de la soledad

L. DANIELE. ABC.- Casi siete de cada diez ancianos que acuden a centros de mayores sienten soledad. Esta es una de las principales conclusiones del estudio «La soledad en las personas mayores: prevalencia, características y estrategias de afrontamiento», coordinado por el Javier Yanguas, director científico del programa de Personas Mayores de la Fundación La Caixa.

Según esta encuesta realizada a más de 14.ooo personas entre octubre y noviembre de 2018, un 68,4 por ciento de las personas que acuden a los centros de mayores sienten soledad, de la cual el 53,7 por ciento corresponde a soledad moderada, el 10,3 por ciento a soledad grave y el 4,5 por ciento a soledad muy grave. «La cifra puede parece un tanto elevada pero se explica por el perfil de personas que acuden a los centros de mayores. En general se trata de ancianos que están buscando esas relaciones sociales», apunta Yanguas, doctor en Psicología.

Sin embargo, la prevalencia de la soledad entre las personas de avanzada edad no tiene las mismas características para los hombres que para las mujeres. Para ellos, se trata más de una soledad social (falta de conexión social y relaciones de apoyo) mientras que para ellas es una soledad emocional, es decir, pesan sentimientos de abandono, vacío y ausencia de personas queridas. Sin embargo, la soledad emocional aumenta en ambos sexos a medida que la persona se va haciendo mayor.

Para Yanguas estas diferencias se deben a que en el caso de los hombres les cuesta más expresar sus emociones. «A los hombres nos falta ese lenguaje propio a la hora de hablar de los sentimientos y de lo que nos pasa», apunta.

La escala utilizada por este estudio para medir la soledad es la de Jong Gierveld (1987), que se fundamenta, según explica Yanguas, en que la soledad es la discrepancia entre las relaciones sociales deseadas y las que efectivamente se tienen, es decir, que cuanto mayor es la diferencia entre lo esperado y la realidad, mayor es la soledad experimentada.

Los casados se sienten menos solos

Las personas casadas son las que menos soledad refieren en el estudio, mientras que las personas viudas son las que informan de una mayor soledad, con diferencias en torno al 10 por ciento. «Esto refleja el papel relevante de las pérdidas tanto en el envejecimiento en general como en las personas en situación de soledad en particular», apunta el psicólogo.

En cuanto a los modos de convivencia, el estudio revela que no existe un patrón claramente definido de más o menos soledad por el hecho de vivir solo o acompañado. Por otro lado, según la encuesta, cuanto menor es el nivel educativo, mayor es la soledad emocional.

El informe resalta también que la mayor parte de las personas que asisten a los centros de mayores (alrededor del 65 %) manifiestan que están satisfechas con su vida, y que viven una vida con sentido y significado. No obstante, un 33,8% de los encuestados cree que no tiene una vida con sentido y significado. «Cada vez va a ser más importante que los modelos de vejez nos hablen del ser y no del hacer ya que ahora te jubilas a los 60 y vives hasta los 90. Es un margen de vida muy grande por lo que es necesario hacer desde lo que somos. Todas las actividades deben tener un sentido para la persona mayor. Es necesario incidir en el desarrollo personal en la vejez para evitar la vivencia de la soledad.», afirma.

Después del Covid-19

Los datos recogidos en esta investigación son anteriores a la pandemia por COVID-19, cuando a la soledad que ya sufrían muchas personas mayores se ha sumado el aislamiento social por confinamiento. De este modo, «la coyuntura actual ha puesto de relieve la importancia de los recursos personales para hacer frente al aislamiento y la soledad en cualquier contexto», señala Yanguas.

Más allá de la encuesta, durante este período, el Programa de Personas Mayores de la Fundación La Caixa ha realizado un seguimiento de personas usuarias de centros de mayores de todo el Estado confinadas en sus domicilios para analizar sus fortalezas. Entre las conclusiones extraídas de este análisis cualitativo, cabe destacar que son las personas con una visión más positiva y proactiva de la soledad las que han «resistido» mejor este confinamiento.

El informe concluye que las personas que no sufren soledad afrontan la vida de manera proactiva y se han labrado una visión positiva de la misma; mientras que el afrontamiento pasivo (resignación, aceptación sin ánimo de modificar la vivencia de la soledad) es más propio de personas con altos niveles de soledad. De este modo, empoderar y capacitar a las personas para modificar estas estrategias resulta fundamental en el éxito de las intervenciones para reducir las situaciones de soledad.

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