El Confidencial.- Un considerable número de extremistas de ultraderecha en Estados Unidos considera el fundamentalismo de los nuevos líderes de Afganistán como un modelo a seguir.
«Para aquellos que no lo sepan, la OTAN se está retirando de Afganistán tras 20 años de guerra con los talibanes y habiendo perdido. Esto, de hecho, debería ser celebrado como una victoria contra el mundo controlado por los judíos. Mientras los talibanes tienen sus fallos, son sin embargo un destacado enemigo de los judíos», dice el texto en internet, casi imposible encontrar a menos que uno sepa qué está buscando. «Otra razón para celebrar esta victoria para los talibanes es que es otro ejemplo de que nuestro enemigo, el sistema, no es sino un tigre de papel», añade después.
Contra lo que podría parecer, este mensaje de aplauso por la victoria talibán no procede de ningún grupo islamista, sino de quienes, ‘a priori’, cabría considerar como sus antagonistas políticos. Está tomado de un blog de la organización extremista violenta de ideología neonazi ‘Atomwaffen Division’. Y si fuese un hecho aislado, el asunto no merecería un reportaje. Pero desde el anuncio de la retirada estadounidense de Afganistán, grupos supremacistas blancos y extremistas de ultraderecha se han lanzado a cantar las alabanzas de la despiadada milicia afgana. Esto ha sucedido con tal frecuencia e intensidad que el fenómeno ha llamado la atención de los expertos que estudian las actividades de estos movimientos en todo el mundo.
Incluso semanas después de la bochornosa retirada estadounidense de Afganistán, este tipo de publicaciones de júbilo y apoyo a los talibanes siguen brotando en páginas y foros de internet. Aquí van unos pocos ejemplos entre muchos. «Creo que el Islam es venenoso. PERO estos granjeros y hombres con un mínimo entrenamiento han luchado para recuperar su nación de manos del globohomo [un término despectivo para referirse a los «globalistas” que supuestamente promueven la pérdida de valores e identidades nacionales, para promover otros como el feminismo o la homosexualidad]. Han vuelto a poner su religión nacional como ley y ejecutado a los disidentes. Difícil no respetar eso”, dice un comentario en una red de Telegram vinculada a la milicia estadounidense ‘Proud Boys‘. «Si los hombres blancos en Occidente tuviesen el mismo coraje que los talibanes, ahora mismo no nos gobernarían los judíos», añade después.
En otro foro de 4Chan, un usuario resumía las características «positivas» de los talibanes: «Matan a las zorras, matan a los maricas, matrimonios forzados, sociedad agrícola tradicional. El único problema es que son marrones, pero nadie es perfecto». Otro comparaba imágenes en Twitter del asalto al Capitolio de EEUU con otras de los talibanes dentro del palacio presidencial de Kabul, bajo el lema «Una sola lucha».
«Usuarios en paneles de mensajes de extrema derecha y plataformas encriptadas neonazis han estado mostrando un creciente apoyo por los talibanes a medida que este grupo militante islamista gana territorio en Afganistán tras la retirada de tropas estadounidenses, idolatrando las creencias violentamente antisemitas, antigubernamentales, homófobas y sexistas de la organización y promoviendo la continuación de ataques contra el ejército de EEUU y contra activos gubernamentales», advertía ya a mediados de agosto la organización SITE Intel Group, que monitoriza la actividad extremista en internet.
Dos caras de la misma moneda
¿A qué se debe este apoyo por parte de colectivos y organizaciones ‘a priori’ marcadamente islamófobos? «Por un lado, a la búsqueda por parte de estos movimientos del desgaste de la Administración Biden«, explica Sergio Gracia, director del Centro de Investigación sobre la Extrema Derecha (CINVED), con sede en Córdoba, quien recuerda que no solo dichos movimientos se han alegrado de lo sucedido o han alabado a los talibanes, sino también figuras conservadoras bien establecidas. El propio expresidente estadounidense Donald Trump los llamó «inteligentes» y «buenos luchadores» durante una entrevista en la cadena Fox. «Por otro lado, aunque se pueda creer que ambos son polos opuestos, nada más lejos de la realidad, ya que ambos son movimientos misóginos, donde el hombre está por encima de la mujer siempre, antiliberales, y religiosamente ultra rigoristas/ultra conservadores«, añade Gracia.
«En algunos sectores de la extrema derecha en EEUU puede existir una pulsión aislacionista, considerar que su intervención en política exterior debe cambiar de rumbo y volver al proteccionismo, a un país autárquico con fronteras más cerradas frente a la globalización y la internacionalización de la economía. Estos quieren que su país mire hacia el interior, por lo que no resulta tan extraño que —pese a la islamofobia, xenofobia y racismo— vean a los talibanes como gente que simplemente defiende su país para vivir como ellos quieren, según esta lógica, movidos por la fe», señala la politóloga Laura Méndez, experta en inteligencia y terrorismo. «A esto se suma el antisemitismo que entronca con una tradición en la extrema derecha: la visión conspiranoica que instala a los judíos como los artífices e inspiradores intelectuales de los males del mundo, como el grupo que controla todos aquellos aspectos negativos que los extremistas atribuyen a la democracia liberal», dice a El Confidencial.
Gracia, que ha estudiado la retroalimentación entre el yihadismo y el extremismo violento ultraderechista, enumera varias de las características que estos últimos han copiado de los primeros. Entre ellas están la asimilación de conceptos como la yihad, las amenazas a periodistas utilizando los monos naranjas que exhiben los ejecutados por grupos como el Estado Islámico en sus vídeos propagandísticos (a su vez, una referencia al uniforme de los internos de la prisión estadounidense de Guantánamo), la creación de videojuegos, la difusión de manuales yihadistas, la utilización de la religión y la santificación de terroristas o los llamamientos a atacar centrales eléctricas o a los miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad.
Los elementos compartidos entre ambos movimientos son tan abundantes que incluso investigadores como la austriaca Julia Ebner, autora del hoy célebre libro ‘La vida secreta de los extremistas’, dedicó un volumen entero anterior a este tema, titulado ‘The rage: the vicious circle of Islamist and Far-Right Extremism’ [‘La rabia: el círculo vicioso del extremismo islamista y de extrema derecha’]. De hecho, el culto a la violencia ha llevado anteriormente a algunas organizaciones supremacistas a alabar los atentados del 11-S y venerar la figura de Osama Bin Laden y otros yihadistas prominentes.
Quizá el elemento más llamativo de esta apropiación sea la idea de la «sharia blanca», el argumento de que los supremacistas deben tratar al sexo femenino de la misma manera en la que lo hacen los islamistas, aunque en este caso no en virtud de ningún precepto religioso sino de su «inferioridad natural». Las campañas para lograr la «sharia blanca» para 2022, presentes en foros de internet desde hace algún tiempo, han vuelto a reactivarse tras la victoria de los talibanes y la cobertura de su trato hacia las mujeres afganas.
Del odio a las mujeres al colapso de la sociedad
«Mientras en la superficie [el apoyo ultra a los talibán] podría parecer extraño, es en muchas maneras la culminación de años de convergencia entre los mensajes de la ‘alt-right’, la extrema derecha, las comunidades incel y los islamistas frente al gobierno estadounidense, la comunidad LGTBQ+, los liberales y la democracia», escribe Moustafa Ayad, director ejecutivo para Asia, Oriente Medio y África del Instituto para el Diálogo Estratégico de Berlín, un think-tank dedicado a la lucha contra la radicalización y el extremismo. «Es el concepto de tradición lo que vincula el apoyo tanto de los islamistas como de la ‘alt-right’ a los talibanes en Twitter», indica Ayad. «El apoyo a un papel reducido de las mujeres en público también supura de forma similar en los círculos incel en Twitter, que lo llevan aún más lejos hasta un odio abierto contra las mujeres», añade.
«La fenomenología religiosa que forma parte de la identidad de estos grupos [de ultraderecha] también es un elemento de identificación importante. En EEUU estos no solo representan a la América blanca sino a la América blanca cristiana. Esto puede generar cierta admiración hacia aquellos que derrotan al adversario al que ellos combaten desde el interior, y que además lo hacen desde su fe», indica Méndez. «Con esto, la visión tradicionalista de la religión establece una división claramente identificable por géneros, desde el rechazo a la homosexualidad apoyado en los prejuicios propios de las religiones monoteístas, hasta el papel secundario de la mujer, que en ambas realidades se circunscribe, aunque con distinta intensidad, al factor reproductor», añade.
Y lo cierto es que este respaldo no se circunscribe a las corrientes más extremistas, sino que ha permeado también en la ‘alt-right’ integrada en el propio sistema estadounidense, imitada después por otros países, como proyección de sus propias guerras culturales. El congresista republicano por Florida Matt Gaetz, por ejemplo, ha descrito a los talibanes como «más legítimos que el último gobierno en Afganistán o el gobierno actual aquí [en EEUU]». El joven e influyente supremacista blanco Nicholas Fuentes escribió recientemente en su canal de Telegram: «Los talibanes son una fuerza conservadora, religiosa, EEUU es ateo y liberal. La derrota del gobierno estadounidense en Afganistán es de forma unívoca un suceso positivo». Incluso el presentador estrella de Fox News Tucker Carlson describió a los talibanes en términos positivos en antena: «No odian su propia masculinidad. No creen que sea tóxica. Les gusta el patriarcado. A algunas de sus mujeres les gusta también. Así que ahora lo están recuperando», dijo Carlson, afirmando que quizá el fracaso estadounidense en Afganistán se debía a que todo el programa de los liberales «es grotesco».
En otros casos, el interés no se debe a ninguna coincidencia ideológica. Es lo que sucede con los grupos aceleracionistas, que reivindican la acción violenta como forma de acelerar el colapso de la civilización, con la aspiración de establecer nuevas sociedades basadas en la supremacía de la raza blanca. Estos grupos no pueden sino percibir la derrota estadounidense en Afganistán como un paso de gigante en este proceso.
Los extremistas han tomado nota de la derrota del ejército más poderoso del mundo ante una guerrilla informal
El miedo de algunos expertos es que todo esto se convierta en el caldo de cultivo perfecto para una explosión de violencia. Kathleen Belew, experta en el movimiento supremacista blanco en EEUU y autora del libro ‘Bring the War Home’ [‘Traed la guerra a casa’], compara el momento actual con lo sucedido tras la caída de Saigón en 1975, un episodio similar que sirvió como factor movilizador para los grupos extremistas en EEUU durante años. «No les llevará mucho deslizar viejas estrategias de reclutamiento en este nuevo contexto. Es más, las frustraciones de los veteranos de la ‘guerra global contra el terrorismo’ y especialmente de la Operación Libertad Duradera en Afganistán sobre lo que esto significa, hará que algunos de ellos estén abiertos al reclutamiento y la radicalización«, ha escrito en Twitter.
Pero quizá el elemento más preocupante es que los extremistas han tomado nota de la derrota del ejército más poderoso del mundo ante una guerrilla informal. «Si una panda de tíos escondidos en cuevas durante veinte años han podido recuperar su país de manos del Imperio Globalista Americano, no hay razón para que nosotros no podamos hacerlo también», dice Andrew Torba, fundador de la red social alternativa Gab, que acoge numeroso contenido de ultraderecha, en un reciente post. Más inquietante aún es el vídeo publicado por Rinaldo Nazzaro, el fundador del grupo de odio The Base —que muchos expertos antiterroristas de EEUU consideran que debería ser incluido en la lista de organizaciones terroristas de ese país—, en el que afirma: «Tenemos que pensar a lo grande e intentar organizarnos a nivel regional», como han hecho los talibanes. En el mundo de los radicales, el enemigo de mi enemigo es mi amigo. O, al menos, un ejemplo a seguir.