elDiario.es/Alberto Pozas.- Hubo una época en la que Fabián tenía miedo de salir o entrar de su casa de Madrid. Durante varios años, un vecino se dedicó a insultarlo y hostigarlo con todo tipo de amenazas homófobas hasta que se vio obligado a mudarse. El agresor le encontró en su nueva casa y siguió dejando amenazas en su buzón. Ahora su acosador ha sido condenado a seis meses de cárcel mientras la víctima sigue en tratamiento psicológico y Policía y Fiscalía alertan de un repunte de este tipo de delitos de odio. “He estado con ansiedad, decaído, deprimido y muy nervioso”, relata a elDiario.es.
El acoso empezó en 2015 y duró, al menos, tres años. Un conflicto entre la víctima y un matrimonio vecino por una puerta de incendios se transformó en un hostigamiento constante por la orientación sexual de la víctima. “Maricón, te vas a enterar, gay de mierda”, le decía el atacante en el descansillo, en la puerta de su casa o en la piscina, delante del resto de vecinos.
Fabián –nombre falso utilizado para preservar la intimidad de la víctima– vivía entonces con su madre, a la que cuidaba por la grave enfermedad que padecía. Pero tuvo que mudarse ante el continuo hostigamiento y amenazas de su vecino. Esa no era la primera vez: según relata, en el pasado, el mismo hombre ya había sido condenado en un juicio de faltas por hechos similares. Pero mudarse no fue suficiente y un día, en su nueva casa, encontró un sobre con una frase: “Puto gay, sé dónde vives y te voy a matar”.
El detonante, recuerda la víctima, era si una puerta del descansillo se quedaba abierta o cerrada. “Desde ese día, me empezó a atacar personalmente por mi condición. Me atacaba por hacer daño, el único objetivo era hacer daño porque no acepta ni respeta otras opciones”, relata a este periódico. Y lo consiguió, tal y como explica él y como relatan los informes del caso: “He estado con ansiedad, decaído, deprimido, muy nervioso, me ha afectado a mi vida laboral”.
El caso terminó en los tribunales. La Fiscalía pidió más de tres años de cárcel para el agresor y la Audiencia Provincial de Madrid le ha impuesto finalmente seis meses de prisión por un delito de odio y una multa de 360 euros por un delito leve de amenazas con agravante de discriminación por razón de orientación sexual. En un primer momento, la condena era de un año de prisión, pero un día después el tribunal explicó que se había producido “un involuntario error material” y que, en realidad, quería imponer la mitad.
Una condena que la víctima de este delito de odio considera insuficiente y que, además, está pendiente de ratificación por parte del Tribunal Superior de Madrid tras un recurso del agresor. Insuficiente porque él, explica, tuvo que cambiar su vida y no fue suficiente. “Me fui. Mi madre está por desgracia enferma y yo me tenía que haber quedado con ella, pero llega un momento que es insoportable y yo me fui a mi casa”, explica. “No le bastó con que me fuera, echaba en el buzón de mi madre papeles con excrementos, en el felpudo también lo hacía, me las echaba en mi buzón que ponía ‘gay’, era continuo”, recuerda.
La sentencia recoge lo que él explica sobre las consecuencias de estar sometido durante años al acoso homófobo de un vecino. Alteraciones de ansiedad y del estado de ánimo, medicación, tratamiento y un diagnóstico de un trastorno de ansiedad y estado de ánimo deprimido. También cuando se fue de su casa: “Lo que menos me llegué a imaginar es que averiguara la dirección de mi casa, que no sé cómo, y un día voy al buzón y me encuentro… Un sinvivir, ni en mi casa estaba tranquilo”.
No es un insulto más
Los datos de los investigadores dan cuenta de la existencia de un repunte de este tipo de agresiones, tanto a nivel policial como cuando ya un caso se encuentra en manos de la Fiscalía y se ha judicializado. El Ministerio del Interior reveló hace unos días que en 2021 los delitos de odio por orientación sexual o identidad de género marcaron un nuevo récord y aumentaron un 67,63% con respecto a 2019, año previo al estallido de la pandemia de COVID-19.
Las Fuerzas de Seguridad, según los datos ofrecidos por el ministro Fernando Grande-Marlaska, abrieron 1.802 investigaciones por delitos de odio y esclarecieron 1.133 en total. Mientras este tipo de delitos cometidos por motivos ideológicos experimentaron un descenso drástico con respecto a 2019, los investigadores detectaron 466 delitos relacionados con la orientación sexual o identidad de género de la víctima y 639 más por motivos racistas.
En este juicio, el agresor reconoció algunos de los insultos homófobos que había dedicado a la víctima, pero intentó quitarles el componente delictivo y de odio por el hecho de ser homosexual. Intentó hacer creer al tribunal que era lo mismo que llamarlo “tonto” o “bobo”, y que sus insultos “nada tienen que ver” con su orientación sexual.
Los jueces y la víctima discrepan. “No tiene el mismo efecto, para nada. Eso lleva un mensaje más profundo de lo que es la simple palabra. Está atacando a tu forma de ser, tu manera de ser”, explica el denunciante. La Audiencia Provincial de Madrid tampoco compró su argumento y destaca el “carácter homófobo” de sus insultos. “No nos hallamos ante meras discrepancias vecinales”, dicen los jueces, sino que el comportamiento del agresor “refleja una clara voluntad de discriminación por razón de su condición sexual que afecta a la dignidad de la persona, revelando un elevado nivel de intolerancia hacia la víctima por razón de su sexualidad”.
“Nunca se va a olvidar”
Los insultos estaban específicamente dirigidos a su sexualidad y las consecuencias de este hostigamiento fueron reales. “Me ha afectado a mi vida personal, a mi forma de ser, entrar en depresión, estar decaído, estar con angustia, un sinvivir. Sinceramente, ha sido un sinvivir, haciéndome bullying con los vecinos, vecinos que han entrado en su juego y vecinos que no”, explica la víctima. Por suerte, el socorrista de la piscina presenció muchos de estos insultos y pudo contarlo a los jueces, y por suerte, las cámaras le grabaron, dejando el sobre con las amenazas en el buzón de su nueva casa.
El objetivo, asegura, es “ser fuerte y tirar, la vida sigue” pero reconoce que “olvidar nunca se va a olvidar”. “No puedo permitir que un individuo o unos individuos me intenten amargar la existencia. Lo han conseguido hasta cierto punto, pero también tengo que ser fuerte”, explica.
A su vez, le atribuye un delito leve de amenazas por dejar en su buzón un folio con la frase “puto gay, sé dónde vives y te voy a matar”. Dicen los jueces que esa nota “vuelve a poner de manifiesto, por otra parte, junto a la conminación del mal futuro que se contiene, el desprecio que expresa sobre la orientación sexual de la víctima”. Fue, concluye, una amenaza homófoba: “Generó en la víctima el temor que expresa, pues no puede deslindarse esta expresión del resto de comentarios vertidos, siempre dirigidos a poner de manifiesto su orientación sexual, aunque realmente no existiera una verdadera voluntad de consumar el mal con que se amenaza”.