(EFE).- Un tribunal de Ruanda sentenció este jueves a 25 años de cárcel a Jean Twagiramungu, extraditado desde Alemania en 2017, por su papel en el genocidio que sacudió al país africano en 1994, en el que unas 800.000 personas fueron asesinadas.
El Tribunal Superior de Delitos Internacionales y Transfronterizos, en la localidad de Nyanza, consideró a Twagiramungu culpable de crímenes de genocidio y exterminio como crimen de lesa humanidad, por liderar una matanza contra una parroquia católica en la actual provincia Sur de Ruanda.
Twagiramungu negó las acusaciones al alegar que su madre era tutsi, el pueblo que fue blanco de la violencia mayoritariamente, y anunció de manera inmediata tras la lectura del veredicto que quería recurrirlo.
«Celebramos la sentencia y aplaudimos a todos los países que han extraditado a estas personas que mataron a nuestras familias para que se enfrenten a la justicia en Ruanda», dijo a EFE por teléfono Gakwenzire Philibert, presidente de Ibuka, una organización paraguas de las asociaciones de supervivientes del genocidio.
Durante los últimos 30 años, tanto tribunales ruandeses como cortes internacionales o de otros países han juzgado y condenado a responsables de la que se considera una de las peores matanzas étnicas de la historia reciente de la humanidad.
Desde finales del siglo XIX, el Gobierno colonial alemán y más tarde el belga separaron a la población ruandesa en dos grupos cerrados: los tutsis, que representaban al 14 % de la población, y la mayoría hutu.
Las tensiones entre dos grupos -que dependiendo de cada momento de su historia tuvieron más o menos privilegios gracias a la marginación o explotación del otro- originaron una guerra civil entre el Gobierno prohutu ruandés y el rebelde Frente Patriótico Ruandés (FPR), dirigido por el actual presidente del país, Paul Kagame.
La noche del 6 de abril de 1994, el derribo del avión en el que viajaban los entonces presidentes de Ruanda, Juvénal Habyarimana, y de Burundi, Cyprien Ntaryamira, ambos hutus, causó su muerte y supuso el detonante del genocidio contra los tutsis, en el que al menos 800.000 personas fueron asesinadas en unos cien días.
