TV-3 da la palabra a víctimas y agresores en un reportaje de ’30 minuts’
OLGA LERÍN. EL PERIÓDICO DE CATALUNYA.- «Me daban golpes, empujones… Me clavaban el picaporte siempre en el riñón»; «Me empezaron a desaparecer los libros, me tiraban piedras y encontraba bichos en mi almuerzo»; «Gracias al bullying me han hecho sentir como una mierda: no valgo nada». Son algunos de los estremecedores testimonios de víctimas de acoso escolar -práctica que no contempla el código penal-, y que hoy aparecen en un reportaje de 30 minuts centrado en estos comportamientos de consecuencias devastadoras. Pero no son solo ellos los que hablan, a cara descubierta, de sus penosas vivencias. Hasta cinco agresores explican también ante la cámara qué les condujo a maltratar de semejante manera a sus compañeros.
Según la Conselleria de Ensenyament, cerca de un 4% de los alumnos catalanes de Secundaria consideran que han sufrido episodios graves de acoso escolar. Bullying, un trabajo de Roser Oliver y Lluís Armengol, da la palabra a las víctimas de ese calvario y a agresores, «intentando evitar a los expertos», destaca Oliver. La «condición sexual», «la raza» y «los defectos físicos» están habitualmente en el origen de esta conducta. Como cuenta Manu, un joven de 19 años que, de los 10 a los 14, padeció agresiones. Su madre, Consuelo, relata hásta dónde llegó su hijo. «Traía un palo y me decía: ‘Pégame porque así me acostumbro’», recuerda. O Carles, que dejó los estudios por la angustia que le provoca entrar en un aula. Llegó a tomar 11 pastillas diarias: «El bullying se hace por envidia; la gracia es que nadie lo vea».
Especialmente emotiva es la entrevista con Montse, madre de Carla, una chiquilla de 14 años estrábica que se lanzó por un acantilado en Gijón. «Su sueño era ser médica, tener muchos hijos… Empezaron a agobiarla y a humillarla por el tema de las gafas -dice-. Le insultaban, le llamaban bizca y lesbiana».
30 minuts visita el centro ITA de Argentona (Maresme), que trata a jóvenes con trastornos de conducta. Algunos de ellos explican por qué acosaban a sus compañeros. Como Alexis. El divorcio de sus padres, a los 13 años, desató la tragedia: «Sentía algo dentro, en el pecho, y necesitaba explotar como fuese. Iba a por los chavales».
Con la eclosión de internet, el acoso ha adquirido una nueva dimensión. Y los reporteros se trasladan a Llançà (Alt Empordà), donde cuatro alumnos del instituto abrieron una página web en la que vertían comentarios jocosos sobre sus colegas.