ANTUMI PALAS.- El pasado día 22, todos los medios se hacían eco de la emotiva historia de los agraciados en Roquetas de Mar con el Gordo de la Lotería de Navidad. Personas como M.C. de origen senegalés, en paro, y otros ciudadanos como una excursión de jubilados que se hizo con 8 millones de euros. Humildes agraciadas y agraciados a quienes, en un momento durísimo, la Lotería les había «salvado la vida». Todo ello parecía una suerte de acto de «justicia divina».
En 2008 el asesinato en la zona de las 200 viviendas de Ousmane Koté un ciudadano de origen Senegalés, ya ocasionó fuertes protestas que no hicieron sino expresar el abandono en que se encuentran las diversas comunidades que conviven y demasiado a menudo malviven en una de las zonas con mayor desigualdad de Europa.
Estos disturbios, el de hoy y el de 2008, no han sido más que dos de los más sonados conflictos; dos vasos colmados gota a gota a base de cotidianas agresiones racistas acumuladas, brutalidad policial, paro, pobreza y explotación laboral.
Es evidente que la lotería no es suficiente para solucionar los problemas de las áreas donde la crisis no es un episodio, sino la normalidad. Lugares donde el sistema de explotación laboral que se nutre de los más pobres y de los migrantes se encuentra en su estadio puro. Lugares donde hoteles de lujo conviven con barrios marginales enteramente compuestos por infraviviendas desde hace demasiado tiempo.
En Roquetas la lotería no es más que un espejismo, que se desvanece tras la resaca. Un espejismo a menudo conveniente para que nada cambie, una especie de «Juegos del hambre», pero real, en la España del siglo XXI.