Cada vez son más las personas transgénero que huyen de la transfobia en América Latina y piden asilo en países europeos como Alemania.
ENRIQUE ANARTE. DEUTSCHE WELLE.- El pasado pasado jueves (30.07.2020), un tribunal salvadoreño condenó a 20 años de prisión a tres policías imputados por el homicidio de Camila Díaz, una mujer transgénero. La detuvieron por supuestos altercados en la vía pública y la golpearon de una forma tan brutal que la joven de 29 años murió unos días después en un hospital de San Salvador.
La sentencia condenatoria ha sido calificada de histórica por los activistas de derechos humanos, pero no deja de ser un oasis de justicia en el océano de impunidad que rodea los asesinatos de personas trans en América Latina y el Caribe.
«Comienza con la violencia verbal, luego llega la violencia física y finalmente tienen lugar los crímenes de odio que vemos en la región”, explica a DW la argentina Marcela Romero, presidenta de la RedLacTrans. Argentina y Uruguay tienen niveles de protección legal que superan los de muchos países europeos, pero son una excepción regional. «Si no tienes leyes que te protejan, cuando sales de la oscuridad te asesinan a cualquier hora del día”, dice Romero. Chile aprobó hace unos meses una ambiciosa ley de identidad de género, pero eso no ha evitado el exilio de personas trans que siguen sintiéndose en peligro en ese país.
No es de extrañar, por tanto, que sean muchos los miembros de la comunidad trans latinoamericana que deciden huir de sus países para salvar la vida. Romero cree, además, que «el retroceso que supone el auge ultraconservador en América Latina traerá más migración forzada”. Aunque es difícil cifrar el número de refugiados de esta minoría que dejan atrás sus países, la activista sostiene que por lo general aquellos provenientes de Sudamérica huyen hacia Europa, mientras que los centroamericanos y mexicanos suelen hacerlo en dirección a Estados Unidos.
Ni siquiera en los países de llegada es posible saber cuántos refugiados transgénero, o siquiera de la comunidad LGBTI, piden asilo. España es considerado un destino natural por sus vínculos históricos y culturales con Latinoamérica. Pero según Lilith Raza, de la Federación Alemana de Lesbianas y Gais, «durante estos últimos tres años que he estado trabajando con refugiados LGBTI, el número de personas trans latinoamericanas que solicitan asilo en Alemania no ha dejado de crecer”. Ni las autoridades responsables alemanas ni las españolas publican el dato de cuántas personas acuden a esta protección internacional por razones de orientación sexual o identidad de género.
Las dificultades continúan en Alemania
Pero la odisea de quienes huyen de América Latina por el rechazo hacia su identidad de género no termina al pisar suelo europeo. En entrevista con DW, la especialista Lilith Raza critica las situaciones de discriminación, o incluso violencia, a la que se ven expuestos en algunos de los centros en los que son alojados mientras son procesadas sus solicitudes de asilo. «No ocurre en todos, pero algunos de los trabajadores de estas instituciones tienen actitudes discriminatorias”, afirma Raza, una de las gestionar del proyecto Queer Refugees Deutschland, que asesora y acompaña (también en español) a refugiados LGBTI de todo el mundo sobre el proceso de solicitud de asilo en Alemania.
«Además, ¿cómo vamos a proteger a estas personas si muchos de los otros refugiados con quienes conviven también son transfóbicos?”, apunta Raza. Si sus documentos de identidad no reconocen su identidad de género, se plantea la cuestión de dónde mandarlos, si a instalaciones para hombres o para mujeres. No en todos los casos se respeta su género y nombre social.
Las ciudades alemanas de Berlín y Núremberg han inaugurado en los últimos años centros de acogida específicos para la comunidad LGBTI, pero estas iniciativas pioneras siguen siendo una rara excepción a nivel europeo.
Los números que asesinatos transfóbicos que recogen las organizaciones de la sociedad civil a menudo subestiman la cantidad de crímenes de odio que se cometen en realidad en América Latina
Francisco Peña, un investigador español en materia de asilo y minorías sexuales en la Unión Europea, subraya la falta de formación específica de los funcionarios responsables, lo cual puede inducir a que las solicitudes «sean analizadas con prejuicios o estereotipos, algo prohibido por la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de la UE”.
Además, dice a DW, «muchas personas trans se encuentran también con que las autoridades del Estado de acogida no reconocen su identidad de género, tratándolas con un género que no es con el que se identifican”. En 2020, el máximo tribunal comunitario condenó a Hungría por esta razón.
Pero incluso una vez otorgado el asilo, la transfobia sigue presente. Raza ha tenido que ayudar a refugiados trans en Alemania que han sufrido acoso grupal -por parte de otros refugiados- en los cursos de integración. «Si estás expuesto a ese tipo de odio y hostilidad, es difícil que conserves la motivación para seguir aprendiendo”, lamenta.
El ejemplo pionero argentino
Pese a que Alemania se ha convertido en los últimos años en uno de los principales destinos de refugiados LGBTI provenientes de todo el mundo, su legislación en materia de igualdad trans deja mucho que desear, en opinión de los grupos de derechos humanos. Gabriel Koenig, portavoz de la Federació Trans de Alemania, critica en entrevista con DW la patologización a la que se ven sometidos quienes desean cambiar su género legal, para lo cual es necesario un diagnóstico médico: «A las personas trans no se les permite vivir su propia vida, otra persona tiene que certificar que son quienes dicen que son”.
El pasado mes de junio, el Bundestag empezó a discutir una propuesta de ley de Los Verdes que, de aprobarse, reconocería el principio de autodeterminación de género. Argentina fue el primer país del mundo en reconocer este derecho a la comunidad trans. En opinión de Koenig, «toda la comunidad trans alemana estaría feliz de tener la ley argentina”. Y los refugiados transgénero en principio también podrían acceder a ese procedimiento libre de patologización. Por eso, Koenig lo tiene claro: «Necesitamos leyes como esa”.