Las Provincias.- A la vuelta de la esquina puede guardarse una colección de medallas, banderas y otro atrezzo nazi, custodiado por un individuo violento que se junta con otros que defienden los mismos postulados de odio hacia los que piensen o se vean distintos. Se exhiben en concentraciones deportivas o políticas, con banderas que pintan el lema: «Adolf Hitler tenía razón», o medallas de las SS, imitación y originales. Esta semana se ha desmantelado a una de estas organizaciones ultras, los Boixos Nois. Al principio era un grupo radical más relacionado con el fútbol. Los 14 detenidos eran hace 15 años chavales que vivían de los padres y militaban en organizaciones marginales de ciudades periféricas, en este caso Sabadell. «En España y Europa, tanto la ultraizquierda como la ultraderecha usan el deporte como una plataforma para la difusión de mensajes de odio y sus postulados ideológicos», explica una fuente de la Policía Nacional, especializada en el control y seguimiento del extremismo violento.
Las autoridades les mantienen vigilados. Conocen quién se afilia, dónde se mueven. Les siguen durante años. La ideología no es delito, tampoco portar banderas nazis o de otros regímenes genocidas. «Actuamos cuando vemos que se tuercen, crean un problema de orden público o que puede subvertir el orden constitucional o empiezan con una actividad delictiva». Los métodos de este control se mantienen en reserva por una unidad secreta de inteligencia, pero son imaginables.javascript:falsePUBLICIDAD
Al llegar a la adultez, y sin más oficio que la matonería, los violentos buscan costear sus actividades ideológicas, que es el gran pegamento que une a los miembros del grupo, mediante la venta ilegal de medicamentos, la explotación de mujeres obligadas a prostituirse o el narcotráfico, desde el cultivo de cannabis hasta el menudeo. Ilícitos que son sólo unas ramas que salen de la raíz del odio. La hostilidad y la violencia son otras vertientes de los seguidores de los extremismos radicales.
Costean así sus actividades ideológicas. Recientemente los Boixos Nois (chicos locos, en español) fueron a Valencia, Lyon y Sevilla «a pegarse con otros ultras» y a conciertos neonazis. Compraron coches y casas, financiaron desplazamientos y estadías alrededor del calendario del fútbol y difundieron sus mensajes de odio, indica la fuente de la Policía Nacional. «El fútbol es una plataforma de odio brutal. Va desde los gritos en los partidos hasta los foros digitales, donde son muy activos».
En el caso del grupo de Barcelona descabezado esta semana, los líderes empezaron en un grupo del Sabadell, se hacen «muy activos en el momento político de la ultraderecha neonazi en Cataluña» y «son españolistas», refiere una fuente relacionada con la detención de los Boixos Nois. Son hinchas del F. C. Barcelona, compran armas y militaron en el Movimiento Social Republicado (MSR), un grupo nazi desmantelado hace tres años. El trasfondo y la cohesión de la actividad delictiva es siempre ideológica, «todos compatibles». Pasa igual con los del otro lado del espectro, el de la ultraizquierda.
Extremos que se juntan
Aunque a grandes rasgos la rivalidad ultra se podría dividir entre republicanos y comunistas versus fascistas y neonazis, la cuestión no es tan simple. «En el falangismo hay distintas ramas y en el fascismo los italianos y los nacionalistas. Están los que sólo son franquistas. Mientras que en el otro lado están los comunistas bajo el influjo de sus distintos líderes (Marx, Stalin-Lenin o Trotski) y los anarquistas. La ultraizquierda va más de lo multicultural, mientras que los de ultraderecha velan sólo por lo español», explica el experto. En Cataluña, además, dentro de todas estas categorías hay independentistas y españolistas.
Los movimientos políticos se retroalimentan con esta sabia de hostigamiento. El perfil, de derecha a izquierda, coincide: «Gente muy convencida ideológicamente, que lo ha mamado desde pequeño, muy disciplinada y jerarquizada en la ultraderecha. Hombres y mujeres que siempre buscan un culpable externo».
Con una «audiencia» suficiente para existir pero «no preocupante» para crear «alarma social como en otros países», el supremacismo es racial, religioso, ideológico. Los nazis son antisemitas y negacionistas del Holocausto. Pero también están los que consideran que la «raza blanca es superior», los que odian a los pobres, a los homosexuales y a los que piensan distinto. Los de ultraderecha, a los comunistas. Los de ultraizquierda, a los fascistas y nazis. También odian el catolicismo, que es la identidad «europea» de sus rivales. Y sin embargo tienen similitudes. «Son nihilistas, todos. Odian a la autoridad y al Estado. Son antisistema por naturaleza, creen que el resto de la gente que está equivocada y que les quieren meter en un mundo de borregos».
La organización desmantelada esta semana tenía una estructura piramidal, con jerarquías bien establecidas. Jefes, lugartenientes, militantes del núcleo duro, explica el experto. Luego orbitan «especialistas» para la droga, la ocupación de viviendas, la manipulación de contadores, el sometimiento de las mujeres prostituidas, la vigilancia de sus negocios. «Están los líderes, su guardia pretoriana y los que hacen el trabajo sucio», dice la fuente. Esos cachorros siguen en la calle, bajo vigilancia.