LA RAZÓN.- Unos jóvenes que se reúne en un edificio ‘okupado’ reparten comida a personas necesitadas, siempre y cuando sean españolas, y luego lo tuitean. Es parte de la nueva ultraderecha, que en Madrid se ha rejuvenecido y envalentonado al convocar acciones y publicarlas, aunque cuidándose de no delinquir.
Así lo ven tanto la Policía como colectivos como Movimiento contra la Intolerancia, que siguen de cerca los pasos de los grupos ultras y constatan que en Madrid están igual de activos ahora que en los últimos años.
Hoy hay unos mil efectivos activos de cada extremo, con mayor actividad en la capital y en alguna localidad de la sierra como Alpedrete, según fuentes policiales y de la Guardia Civil, que han precisado que hace años eran más y generaban más problemas.
La última fue la madrugada del viernes, cuando los agentes arrestaron a cuatro jóvenes de ultraizquierda, uno de ellos menor de edad, acusados de un delito de odio por agredir a otros dos que vestían camisetas del grupo de ultraderecha Hogar Social Madrid.
Y precisamente en este colectivo de extrema derecha, y en algún otro similar, es donde tanto la Policía como Movimiento contra la Intolerancia sí detectan un cambio llamativo.
En palabras de un mando policial experto en grupos ultras, lo que ocurre es que una parte de la ultraderecha, la que no suele protagonizar agresiones y antes estaba conformada por «nostálgicos», se ha «renovado» con sangre joven, en muchos casos menores de edad, y «se siente más fuerte».
«No hay un repunte en general de la ultraderecha, pero ahora son más jóvenes y hacen más ruido. No son más, pero lo hacen mejor», añade el experto, que subraya que «ahora se sienten más fuertes y están crecidos por la situación en Europa», tomando como ejemplo movimientos como Amanecer Dorado (Grecia) o Casa Pound (Italia).
Así «toman las calles» y además dan publicidad a sus acciones en las redes sociales, copiando así a la extrema izquierda.
Pero lo hacen de forma cauta, «con todo muy medido y estudiado para no llegar a cometer delitos», como ocurrió durante la manifestación convocada por Hogar Social Madrid el pasado 21 de mayo.
Este colectivo se dio a conocer en agosto de 2014 tras ocupar un edificio en el barrio madrileño de Tetuán -en el que reside un alto número de inmigrantes- para dar comida «fundamentalmente a españoles». Entonces negaron ser «fachas ni neonazis», aunque sí simpatizantes del Movimiento Social Revolucionario.
Tras cambiar de ubicación dos veces después de sendos desalojos, dos años después han protagonizado varias acciones que luego han publicado en redes sociales, como una protesta cerca de la mezquita de la M-30, contra la que lanzaron bengalas inmediatamente después de los atentados yihadistas de Bruselas y junto a la que colocaron una pancarta con el lema «Hoy Bruselas ¿Mañana Madrid?».
La Fiscalía investiga ese ataque y la Policía ya ha identificado a catorce de los participantes, pero no ha encontrado base para arrestarles: no profirieron amenazas, no agredieron a nadie y de hecho salieron corriendo al ser increpados.
El pasado 21 de mayo celebraron «la manifestación más grande de la ultraderecha de los últimos tiempos», según los investigadores policiales, con la asistencia de unas 1.500 personas que recorrieron el centro de Madrid con el lema «Defiende España. Defiende a tu gente».
El Ayuntamiento ha denunciado la marcha ante la Fiscalía al entender que sus participantes incurrieron en un delito de odio. Pero la Policía ha elaborado un informe en el que explica que no aprecia delito en las pancartas y consignas proferidas.
El mando policial explica que los grupos ultras son «como vasos comunicantes, de manera que cuando uno sube el otro baja», y ahora la ultraizquierda «parece que está en retroceso, con poco poder de convocatoria» en actos como las Marchas de la Dignidad.
Sobre este asunto el presidente del Movimiento contra la Intolerancia, Esteban Ibarra, explica a Efe que, además del «activismo violento» de la ultraderecha que sigue existiendo «con grupos que salen de cacería», ahora hay un «activismo social».
Ibarra advierte de que la actividad de la ultraderecha «estimula una actuación fuera de la ley de la ultraizquierda», generando «una dinámica de acción-reacción violenta, perversa y diabólica».
Alerta de que las agresiones o actuaciones de los neonazis «pueden generar conductas fanáticas yihadistas, ya que si existe y se publicita la islamofobia y la sociedad española no reacciona, los afectados pueden pedir que les defiendan los fanáticos yihadistas».
Ibarra coincide en que la ultraderecha está «más arrogante», tiene «más visibilidad en las redes sociales» y además «está muy bien asesorada legalmente», y subraya que «nunca antes se había convocado una manifestación como la del día 21».
Movimiento contra la Intolerancia cree que hay que «trabajar duro para que los jóvenes no se alineen con posiciones extremistas» y considera que «los dos raíles para el tren de la convivencia son la deconstrucción de conductas de intolerancia y la desligitimación del uso de la violencia».