DOMINIQUE CAMPAÑA / GABRIELA PINASCO. VISTAZO.- “Él era el tipo de amigo que siempre te hacía reir. Era verlo y sentir que su sonrisa limpiaba todos los males del mundo”. Así describe Julio (nombre protegido) a Javier Viteri Albuquerque, un joven de 22 años al que 89 puñaladas le arrebataron una vida de sueños por cumplir.
Nació el 28 de julio de 1997 y desde pequeño ya anhelaba convertirse en médico cirujano. De hecho, estaba realizando el curso de ingreso a la carrera de Medicina de la Universidad Católica de Cuenca. Toda la vida tuvo ese objetivo, cuenta su prima María Gabriela. “Su sueño era trabajar duro, graduarse de doctor y tener una casa muy grande para vivir junto a su ‘Tota’ porque siempre fue muy apegado a ella”. ‘Tota’ es la abuela de Javier, quien se quedó a cargo de él cuando sus padres migraron a España. Fue su mayor referentes de amor y cariño.
Javier -alto, de casi 1.80- poseía el talento de la empatía: una capacidad que parece escasear en estos tiempos. “Lo que él más quería era tener a alguien con quien compartir, sentirse querido. Cuando Javier estaba solo, sentía que él necesitaba ese afecto. Me decía que quería estar en un hogar estable, aunque sus tías y sus primas siempre estaban pendiente de él y le brindaban consejos”, dice Julio.
En sus ratos libres, Javier solía jugar en línea, leer ciencia ficción, bailar, ver películas, series o ir al río. Pero, sobre todo, disfrutaba estar con sus seres queridos. “Cuando estaba con las personas que más amaba él se sentía completo. Siempre trataba de disfrutar esos momentos al máximo”, agrega.
La relación de ambos era de camaradería y una profunda amistad. Cocinaban juntos y tenían la confianza suficiente para contarse secretos y también, dolores. “Siempre supo que era gay, desde que tenía uso de razón”. Su orientación sexual lo hizo víctima de la dictadura heterosexista que se vive en países como Ecuador. Esto es lo que viven la mayoría de jóvenes que integran la comunidad LGBTIQ+.
“Muchas personas lo admiraban porque a pesar de que él tuviera problemas, siempre se mostraba feliz”, relata María Gabriela, su prima y lo reafirma Julio. “Era muy raro encontrarlo triste. Eso fue una de las cosas que más me marcó”.
Todas sus sonrisas, sus recuerdos felices y sus anhelos inconmensurables se desvanecieron la madrugada de su asesinato, el pasado 28 de mayo de 2020. Ese día, cuenta el abogado de su familia, Michael García, Javier recibió la visita de Willinson Hilmar Corozo Medina, un conscripto que mediante una aplicación de citas, llegó hasta él y lo apuñaló brutalmente. Según las primeras investigaciones dirigidas por Fiscalía, el sujeto dio muerte a Javier armado de dos puñales en cada mano, perforando tórax, espalda, abdomen y cuello.
¿Crimen de odio?
Javier Viteri fue víctima de una cultura de odio y de rechazo, en una sociedad donde la homofobia en muchos casos se mantiene en la impunidad. Para entender por qué este no fue un asesinato más en la estadística de homicidios violentos, el psicólogo clínico especializado en inclusión y diversidad, César A. Torres, habla de dos términos ya utilizados en este reportaje: homofobia internalizada y heterosexismo.
La ‘Homofobia Internalizada‘ se da cuando una persona homosexual interioriza la idea negativa que la sociedad tiene hacia su orientación sexual. Se puede expresar de varias formas: desde tener dificultades con otras personas homosexuales en especial sí son muy “evidentes”, hasta tener problemas para vivir abiertamente su propia orientación sexual.
Por otro lado, el ‘Heterosexismo’ es el ejercicio de discriminación sistémica que se realiza hacia personas homosexuales porque las sociedades han construido normas que favorecen tradicional y únicamente a la población heterosexual.
Estos dos términos son parte la realidad ecuatoriana. Aunque es muy complicado sacar inferencias en este asunto, el psicólogo Torres analiza que el asesino de Javier era parte del servicio militar, una institución que considera “tradicionalmente viril y masculina”.
“Si una persona que está en un ambiente viril y tiene que lograr balancear esta virilidad social con esta orientación sexual -que no necesariamente le resta virilidad pero la gente lo lee así- sí se vuelven dos fuerzas que se contraponen y que tienen que balancearse, y podría ser que en este momento el sujeto ya no podía más con ese conflicto interno”, explica.
Pero también es motivo de análisis el hecho de que muchos jóvenes gays recurran a una especie de clandestinidad para sostener sus relaciones amorosas y sexuales. En el caso de Javier fue a través de una plataforma digital de citas. En varios comentarios de publicaciones en redes sociales sobre el asesinato, se leían comentarios como “pero él mismo se puso en peligro porque decidió ir a encontrarse con esta persona”. Es decir, se culpaba a la víctima y no al responsable del delito.
El cuestionamiento según Torres debería ser: “si ese chico tuviera un novio en la universidad y saliera de la mano con él, ¿tuviera la misma libertad que una pareja heterosexual?, o que tal si este chico u otros chicos de 14 años son abiertamente gays en espacios como el colegio, ¿tuviera la misma libertad que chicos heterosexuales de la misma edad?”.
Esa falta de libertad, esa condena que hacen las sociedades heterosexistas a las poblaciones LGBTIQ, es lo que vuelca a los jóvenes gays a recurrir a encuentros ‘clandestinos’ que ponen en riesgo a esta población.
De acuerdo con Torres, la mejor forma de luchar contra estos preceptos que violan el principio garantista de No Discriminación, es que se empiecen a aplicar con efectividad las leyes, que quienes estén encargados de las áreas que trabajan con estas poblaciones sean más “vocales y visibles”, y que se comience a hablar de diversidad sexogenérica en niveles de educación básica.
“El clóset no es un clóset, son puertas giratorias, siempre estás dentro y fuera, dentro y fuera, y la única manera de vivir realmente fuera del clóset o fuera de las puertas giratorias es si no hay peligrosidad en expresar quién eres tú en términos de identidad de género y orientación sexual y esto solo se puede lograr fortaleciendo las leyes anti discriminación”, agrega Torres.
Muertes violentas
En 2019, según cifras de la Asociación Silueta X a través del informe Runa Sipiy, en Ecuador se registraron 16 asesinatos violentos contra la comunidad LGBTIQ+. De estos, cuatro fueron dirigidos a hombres gays y doce hacia mujeres trans.
En lo que va del 2020, las cifras por asesinatos de odio son un tanto inciertas debido a la pandemia del coronavirus. A inicios de año se registraron tres asesinatos, uno contra una mujer trans y dos contra hombres gays. Sin embargo, la asociación cree que la estadística es mayor y que los números estarían encubiertos en el marco de la COVID-19.
Diane Rodríguez, quien dirige la Asociación Silueta X, uno de los primeros colectivos en hacer eco del asesinato de Javier, enfatizó a Vistazo que nadie merece que le quiten la vida, peor aún con 89 puñaladas. “La Fiscalía estableció el caso como ‘robo y muerte’. Esto no tiene nada que ver con aquello. Esto es un delito de odio por orientación sexual. No se mata a una persona con 89 puñaladas simplemente para robarle. Este tipo de crímenes no se los puede invisibilizar”, indica Rodríguez.
Menciona que el hecho de que el asesino haya sustraído algunas de las pertenencias a Javier no significa que aquello era su objetivo. En la escena del crimen se encontraron insumos que conducen a una actividad sexual previa, asimismo se encuentran chats en donde Javier conversó con el asesino. “Si robar hubiese sido su finalidad, creo que las circunstancias hubieran sido diferentes. Lo primordial no era robarle, el objetivo principal era quitarle la vida”, declara.
Otra agrupación que ayudó a difundir la noticia fue Guayaqueercity, una plataforma de denuncia sobre problemáticas de género y LGBTIQ+. Uno de sus miembros, Víctor García, dijo que el impacto de la muerte de Javier fue enorme, y que una ilustración que hizo sobre él acompañada del hashtag #JusticiaParaJavier fue la más compartida de su página en Instagram.
“Nos indigna que estas cosas sigan pasando. Javier es solo un ejemplo, porque si hablamos de las mujeres trans suceden más asesinatos violento y esos quedan plenamente en el olvido, porque son una población que está más invisibilizada y más abandonada. Lo peor de este caso es que Javier era un chico tan joven y que ya antes de que fuera asesinado fue negado por su familia e ingresado a clínicas de deshomosexualización”, comenta García.
Javier fue otra víctima de la discriminación y homofobia que que no debe pasar desapercibida. Él mismo la repudió. “Él me decía que no podía creer que a todavía exista este tipo de violencia y odio contra un ser humano”, cuenta Julio y dice que lo extrañará demasiado. “Sus mensajes de audio, su risa, hasta las veces en las que me molestaba. Extrañaré todo”, dice nostálgico.
“Sin justicia no hay orgullo. En este mes no debemos de estar orgullosos, ¿orgullosos de qué? De que nos matan… de que no tenemos justicia en el país. En Ecuador no existe en este momento razón para sentirse orgulloso”, reclama Diane Rodríguez y concluye diciendo que los ecuatorianos, sobre todo los LGBTIQ+ viven sin justicia y la quieren ahora para Javier Viteri.