El joven partido Alternativa para Alemania, de postulados ultraconservadores, nacionalistas, antimigratorios y euroescépticos, avanza en el país más poblado y rico de la Unión Europea pese a su relativa buena marcha.
ANDREU PÉREZ. ES GLOBAL.- “Wir schaffen das” (“Lo conseguiremos”). La canciller alemana, Angela Merkel, pronunció por primera vez esta ya mítica frase en una conferencia de prensa en agosto de 2015. Merkel se refería a la capacidad de Alemania y Europa de hacer frente a la masiva llegada de refugiados al Viejo Continente. A pesar de que el país que gobierna desde más de una década haya conseguido acoger (que no integrar) a más de un millón de refugiados y frenar (gracias a un controvertido acuerdo con la Turquía de Erdogan) la masiva llegada de inmigrantes, Merkel ha dejado de pronunciar en público la famosa frase. “Wir schaffen das” tiene mal cartel en la actual Alemania, cuyo panorama político está cambiando a marchas forzadas. El aparentemente imparable avance de Alternativa para Alemania (AfD), un joven partido ultranacionalista, euroescéptico y con evidentes conexiones xenófobas, es un claro síntoma de ello.
AfD ya tiene representantes en 10 parlamentos regionales de los 16 Estado federados alemanes, y todo apunta a que estará presente en el Bundestag tras las próximas elecciones generales previstas para septiembre de 2017. Los resultados de los últimos comicios celebrados en el ciudad-Estado de Berlínsirven de termómetro político del país: Alternativa para Alemania consiguió superar el 14% del total de los sufragios y se colocó como quinta fuerza de la ciudad (primera en algunos distritos orientales), a poco más de tres puntos de distancia la Unión Democrática Cristiana (CDU en sus siglas en alemán). El avance de AfD en la capital del país deja al menos tres conclusiones para la próxima legislatura a escala federal: el tablero político alemán está rompiéndose por la (extrema) derecha, el próximo parlamento será el más fragmentado de la historia de la República Federal y ello hará bastante más complicada su gobernabilidad.
Los partidos políticos establecidos han pasado de la indiferencia al nerviosismo: la formación derechista amenaza con acabar con la tan alabada estabilidad del sistema político alemán y con erosionar aún más a la hasta hace bien poco indiscutible figura de Angela Merkel. La que nació en 2013 como una fuerza nacionalconservadora, euroescéptica y de claro corte neoliberal se ha convertido en un partido protesta con postulados ultranacionalistas y antimigratorios capaz de capitalizar un descontento social bastante complejo, teniendo en cuenta que a Alemania le va relativamente bien en comparación con otros países de su entorno como Francia, España, Grecia o Italia.
Así las cosas, politólogos, periodistas y analistas no dejan de preguntarse sobre las razones del fenómeno AfD. Este artículo destaca cinco elementos que ayudan a entender el auge de este joven partido de la nueva extrema derecha alemana:
Trasfondo económico: no hay dudas de que la economía germana muestra una mejor salud macroeconómica que buena parte de la Unión Europea: el desempleo está en mínimos históricos; el crecimiento, aunque no sea para tirar cohetes, se mantiene; las exportaciones siguen su ritmo y el consumo interno crece; sin embargo, hace tiempo que economistas apuntan que la creciente desigualdad y la precarización del mercado laboral podrían suponer un alto precio para Alemania. La Agenda 2010, el paquete de reformas sociales y recortes de gasto público introducido por el gobierno rojiverde del ex canciller socialdemócrata Gerhard Schröder, sacó al país de una grave crisis a comienzos de este siglo, pero también ha tenido un indudable impacto negativo en sus clases medias y bajas: no en vano, parte de la masa trabajadora necesita de ayudas públicas para complementar unos salarios insuficientes.
Marcel Fratzscher, presidente del Instituto Alemán para la Investigación Económica (DIW), no duda en trazar una línea entre el avance de AfD y el desarrollo socioeconómico de Alemania, una de las naciones más desiguales de la OCDE: “El creciente extremismo político en muchos países industrializados, y también en Alemania, es en parte resultado de la creciente desigualdad. Pero aún más importante para el crecimiento de AfD es el hecho de que cada vez más personas dependan del Estado. En Alemania oriental, por ejemplo, un 40% de los hogares recibe la mitad o más de sus ingresos a través de ayudas públicas. Esta dependencia facilita a los populistas alimentar los miedos. Y exactamente eso es lo que ocurre con los refugiados: muchas personas se preguntan si en un futuro seguirán recibiendo suficiente apoyo estatal”.
Ineficiente comunicación política: la figura de la canciller Angela Merkel destaca por su tacticismo, su capacidad de medir con inteligencia los tiempos políticos y por sus silencios más que por sus declaraciones. A diferencia de su predecesor, el ex canciller socialdemócrata Gerhard Schröder, Merkel no es una política que sobresalga por su brillantez dialéctica ni por grandes discursos. Ello no ha sido diferente en la gestión de la llamada crisis de refugiados.
Su lacónico “Wir schaffen das” no es más que la expresión de una responsabilidad histórica que Alemania no puede rechazar. Y no sólo por la historia moderna del país, sino por una simple razón práctica: un cierre de las fronteras alemanas, tal y como exige el populismo derechista de AfD, habría generado unas consecuencias catastróficas para la Unión Europea y para los países balcánicos de la antigua Yugoslavia, que siguen sumidos en un precario equilibrio tras la última guerra librada en suelo europeo. El gran error de la Canciller en este caso parece haber sido la incapacidad o la falta de voluntad de explicar su innegociable decisión de acoger a los refugiados y también las ventajas que tiene su llegada para el modelo económico alemán, lastrado por una innegable crisis demográfica. A estas alturas, está claro que la ineficiente comunicación política de Merkel ha dado aliento y proyección electoral a las tesis ultranacionalistas y antiinmigratorias de AfD.
Debate sobre la identidad alemana:la agenda política en Alemania ha cambiado. Entre otros temas, como el futuro de la Unión Europea, el euro o los refugiados, destaca ahora el debate sobre la identidad nacional. Un debate que no ha reconocido a tiempo elestablishment político del país. Algo que tal vez tenga que ver con la mayoría absoluta con la que gobierna la actual Gran Coalición formada por la CDU/CSU de Merkel y el SPD: conservadores y socialdemócratas suman, no en vano, el 80% de losescaños en el Bundestag, lo que alguna vez ha sido descrito por comentaristas políticos como un “rodillo legislativo” y una “excepción democrática”.
Un rodillo que ha despreciado debates como el de la identidad nacional, monopolizado y capitalizado políticamente por AfD. Como apunta el politólogo de la Universidad Humboldt de Berlín Herfried Münkler, históricamente, los países europeos abren un debate sobre su identidad nacional cada cuarto de siglo: tras la última gran redefinición de su identidad nacional después de la reunificación del país en 1990, Alemania afronta ahora una nueva discusión sobre qué significa ser alemán. Si los partidos establecidos no se atreven a abordar esa discusión, la extrema derecha aprovechará el vacío para seguir defendiendo la identidad nacional alemana desde posturas étnico-religiosas y antimulticulturalistas, como ha hecho hasta ahora. Con éxito.
Surgimiento de una intelectualidad de ultraderecha: tanto el votante como la mayoría de candidatos de AfD contrastan con la imagen tradicional de la ultraderecha y el neonazismo; están lejos del racismo mal argumentado y de la militancia violenta característica de la formación más relevante de la ultraderecha desde 1949, el Partido Nacional Demócrata de Alemania (NPD). No hay dudas de las conexiones entre AfD y movimientos islamófobos como Pegida y otras organizaciones de las llamadas Nuevas Derechas (Neue Rechte); sin embargo, la capacidad argumental y la preparación intelectual tanto de los líderes de AfD como de las Nuevas Derechas están lejos fuera de toda duda.
La sistemática demonización, ridiculización o incluso el desdén con que tanto medios de comunicación como partidos políticos establecidos han confrontado AfD, ha contribuido, sin duda, a agrandar el fenómeno político. A ello hay que añadir el surgimiento de un espacio electoral a la derecha de la CDU/CSU. Un espacio que muy probablemente siempre estuvo allí, pero que los democristianos no parecen ya en disposición de integrar electoralmente en su conservadurismo democristiano y que AfD utilizará para establecerse como una fuerza política más del arco parlamentario.
En ese sentido, es paradigmático un párrafo extraído de la web del Instituto para Política Estatal (IfS, en sus siglas en alemán), una de los baluartes intelectuales de las mencionadas Nuevas Derechas: “La socialdemocratización del llamado centro es una realidad que se refleja en ciertas posiciones defendidas hace 10 años por la izquierda y que se han generalizado en la CDU [democristianos], CSU [socialcristianos bávaros] y el FDP [liberales]. Ello afecta sobre todo a la postura sobre la sociedad multicultural y el abuso histórico-político del pasado alemán. (…) Sin identidad nacional no hay futuro para Alemania”.
German Angst o el miedo alemán: mucho se ha escrito sobre el German Angst, esa ansiedad o ese miedo respecto al futuro aparentemente infundado que históricamente ha caracterizado al pueblo de Alemania. Los recientes atentados de corte yihadista que han sacudido Europa están alentando esa predisposición psicológica de los alemanes al pesimismo. Varios estudios así lo indican. El desempleo se reduce, la media salarial aumenta, la inflación roza el cero por ciento y el Gobierno federal alemán prevé un crecimiento del 1,7% para 2016; y pese a todo, más de la mitad de los ciudadanos alemanes miran con preocupación a los próximos años, tal y como apunta una encuesta de Stiftung für Zukunftsfragen.
Ese miedo no es diferente respecto a la llegada de refugiados; como escriben los politólogos Herfried Münkler y Marina Münkler en su último libro Die Neuen Deutschen (Los nuevos alemanes), “los refugiados son percibidos como un peligro o amenaza, nunca como una oportunidad para la renovación de la sociedad”. Ello pese a que la única manera de combatir a corto plazo la crisis demográfica sea la inmigración; como apunta el doctor Münkler, sociedades envejecidas como la alemana tienden a sufrir miedo al futuro, más todavía frente a “sociedades jóvenes y dinámicas” como las árabes y musulmanas. Amplios segmentos del país temen así a esos nuevos inmigrantes que, paradójicamente, podrían garantizar el mantenimiento del modelo económico y el Estado del Bienestar. Alemania se enfrenta así a una severa paradoja sociológica y psicológica de la que AfD podría seguir beneficiándose.