La extrema derecha se abre paso con un sentimiento patriótico y nacionalista que acusa a los inmigrantes de violar, robar las casas y las oportunidades de trabajo
SANDRA RUIZ MORIANA. LA VANGUARDIA.- Un mes más tarde de la muerte de George Floyd, todo parece volver a la normalidad. El extremo sufrimiento y rabia, seguido de una oleada mundial de solidaridad, se reduce y silencia día a día, como un río volviendo a su cauce; como si el río solo tuviera un curso fijo para toda la vida; un curso que en muchas ocasiones fue creado por el ser humano para su propio beneficio.
Aquí en Irlanda, como consecuencia de la campaña #blacklivesmatter, crecen más rápido que nunca y de forma paralela tres diferentes corrientes relacionadas a este problema social:
■ La extrema derecha, que como en España crece con popularidad.
■ Un grupo anti-racismo que lucha con un tono menos conformista y más exigente y con una clara y fuerte hermandad con la comunidad Afroamericana;
■ Y, por último, otro movimiento anti-racista, con una visión más holística, conciliadora y educativa, donde estudian y luchan contra el racismo desde una perspectiva europea, incluyendo otros grupos excluidos en la sociedad irlandesa, como los Irish travellers (parecidos a los gitanos, pero un grupo autóctono de Irlanda) o el resto de los inmigrantes.
Mientras que todos ellos luchan para dar solución al problema, la sociedad mira atónita como el país evoluciona sin rumbo.
Como en Europa, en Irlanda está creciendo un sentimiento patriótico y nacional que, con los mismos argumentos, acusa a los inmigrantes –como yo- de robarles las casas o las oportunidades de trabajo; dicen que violamos a sus familias y traemos problemas a su sociedad. Pero no sólo a los que venimos de fuera, también a nuestros hijos.
En muchos casos, irlandeses -hijos de inmigrantes, se enfrentan a situaciones donde les gritan: “¡Vuelve a tu país!”-. Y ellos siempre responden lo mismo: “Ya estoy en él!”
Como madre, duele pensar que alguien se crea con el privilegio de negar la identidad de mi hija como irlandesa, por el hecho de tener un origen multirracial”
Pero el motivo de que estos grupos nacionalistas sean cada vez más numerosos va mas allá del problema racial.
La política irlandesa lleva años demostrado una falta de liderazgo eficaz, un país sin estrategia y unidad, llevándonos siempre al caos y a la desesperación, haciendo que, desafortunadamente, la sociedad se sienta cada vez menos representada y respetada.
Esa frustración y pérdida de la fe los ha llevado a unirse a grupos radicales, que con intencionalidad imitan sus voces y siguen una agenda invisible que mueve a las masas usando sentimientos como la rabia, y nunca un pensamiento crítico que les haga desarrollarse como sociedad; simplemente los usan como marionetas.
El pueblo está cansado y quiere creerles porque son lo nuevos, y justifican sus actitudes y pensamientos racistas y xenófobos porque les hacen sentir con más control en sus vidas y su “país”. Piensan que ellos son los salvadores.
Lo diferente les asusta y la ignorancia los protege de esos miedos. La extrema derecha se alimenta de ellos”
Por otro lado, tenemos un grupo numeroso de personas que después de años de represión, y con un pasado injustificable relacionado con la esclavitud, se revelan y dicen ¡BASTA! Miran a sus similares en EE. UU., y el dolor y la rabia les traspasa la piel, porque podrían ser uno de ellos.
Ese sentimiento de anti-blanco, ese antagonismo entre lo negro y lo blanco; lo bueno y lo malo hace que revele una sensación de venganza y odio entre comunidades.
Apostillan que no es suficiente con no ser racista; tenemos que ser anti-racistas y condenarlo, idea con la que estoy totalmente de acuerdo.
Por último, tenemos a un tercer grupo que condena todo lo anterior, pero su enfoque está más relacionado con la realidad europea, donde el racismo no mata a personas con armas de fuego, pero el micro-racismo condena a personas a sufrir problemas mentales y de discriminación por el simple hecho de no tener el mismo color de piel, religión, nacionalidad, acento, etc., que la mayoría de la población.
Esta micro-agresión ha llegado a empujar a personas al suicido en Irlanda”
Y aquí es donde España tiene mucho camino por recorrer también. Muchos de los lectores se consideran no racistas, y se ofenden si se les cuestiona; pero si nos paramos a analizar comportamientos o pensamientos, nos daríamos cuenta de que tenemos mucho que trabajar -y que España es un país racista-.
¿Cuántas veces te has sentido insegura en un ascensor con una persona de color negro o de raza gitana? ¿Cuántas veces hemos aceptado la palabra “Machupicho” para describir a una persona latina (incluida yo) porque era gracioso, porque se hizo famoso en la serie de televisión- Aída? ¿Cuántas veces te ha molestado escuchar la voz de un latinoamericano en los teléfonos de atención al cliente -como si no habláramos el mismo idioma-? ¿Cuántas veces te has sentido superior a otros porque tú naciste en un determinado sitio? ¿Cuánta gente se pinta la cara en nuestras fiestas para simular a personas de color negro?
La respuesta general ante todas estas preguntas: no hay mala intención, yo no soy racista; la realidad: eres racista y existe mucha ignorancia-, pero esto es muy difícil de aceptar; requiere mucho trabajo interno con uno mismo; y requiere reaprender nuestros valores y cultura.
En Irlanda, organizaciones como INAR (Inar.ie) proponen una guía para desmantelar el racismo, donde evocan por un trabajo individual e institucional.
Recomienda condenar y denunciar cualquier caso de racismo que experimentemos; apoyar a víctimas del racismo y por supuesto, auto-educarnos en racismo.
Por otro lado, muchos proyectos y organizaciones luchan por acabar con la discriminación que afecta a tantos inmigrantes por cosas tan simples como su acento #protectaccent —de eso en España sabemos bastante; o que simplemente imposibilita a personas con talento crecer en su carrera profesional por su condición de inmigrante.
Es importante aquí destacar el papel de la inteseccionalidad, donde la mezcla del género, la raza, religión,etc., hace que la situación de la persona se complique, cuanto más se aleja de ese idealismo patriótico y unificador que entendemos por “ser español”.
Como país tenemos que mostrar nuestra condena —tan “insignificantes” como un chiste— y remover cualquier aliento de racismo o glorificación de personajes que hubiesen participado y organizado la esclavitud.
En Irlanda, nuestro más reciente exprimer ministro, Leo Varadkar, ha solicitado la eliminación de ciertos monumentos que glorifican la esclavitud”
España como nación y sociedad se merece más; somos un país con una gran riqueza cultural que nos convierte en un atractivo importante, a pesar de nuestro pequeño e insignificante tamaño en comparación con el resto del mundo. Nos toca trabajar.
Cada uno tiene que empezar asumiendo su responsabilidad. No lo dejes para mañana.
El mural
La artista de Dublín Emmalene Blake, quien se hizo conocida por sus múltiples creaciones en Tallaght, ha elaborado un mural de George Floyd en honor al hombre cuya muerte en Estados Unidos provocó una oleada de protestas en todo el mundo, también, en Irlanda. “Es más importante que cualquier otro trabajo que estoy haciendo en este momento”, afirma.