EDITORIAL DE EL PAÍS 21/10/2015.- La prolongada y difícil crisis de los refugiados está sirviendo de combustible para el crecimiento de los movimientos xenófobos y los populismos de extrema derecha en Europa. Así se ha constatado en elecciones celebradas en países como Suiza y Austria, y la misma tendencia señalan las encuestas de países como Polonia y Suecia.
Hay que hacer frente a estos movimientos antes de que sea demasiado tarde. Mientras el río humano de los refugiados se dispersa penosamente por rutas alternativas a medida que se le cierran las fronteras, la sensación de desbordamiento va calando en la opinión pública europea.
La ciudad alemana de Dresde se convirtió el domingo en el escenario de dos manifestaciones antagónicas. Por un lado, el movimiento Pegida —acrónimo de Europeos patrióticos contra la islamización de Occidente—, crecido en su primer aniversario, reunía a 20.000 seguidores en defensa de la deportación masiva e inmediata de los refugiados acogidos. Enfrente, organizaciones humanitarias y fuerzas democráticas se manifestaban a favor de mantener una política de acogida solidaria y respetuosa con los derechos humanos.
Y mientras en Suiza ganaba las elecciones, mejorando sus resultados anteriores, un partido xenófobo, la ciudad de Colonia respondía de forma contundente a la violencia dando la mayoría absoluta a la candidata a la alcaldía agredida por su política favorable a los refugiados, poniendo de manifiesto una respuesta clara a la intransigencia y la xenofobia.
La canciller Angela Merkel aparece como diana de estos movimientos xenófobos. La resistencia a asumir una política común para afrontar la crisis de los refugiados hace recaer sobre Alemania el peso mayor del problema y está prolongando de forma peligrosa una crisis que comienza a erosionar la popularidad de Merkel en su propio país. Sería muy preocupante que esta tendencia continuara. La política que defiende y aplica la canciller es la única que puede permitir superar esta crisis sin dañar el proyecto de construcción de una Unión Europea fuerte y cohesionada. No hay que olvidar que las proclamas xenófobas contra emigrantes y refugiados van habitualmente acompañadas de mensajes contrarios a la UE.
Estos movimientos cuestionan la esencia misma de Europa, basada en valores de tolerancia y en la superación de los conflictos por la vía del diálogo y la concertación. Ahora quieren sacar provecho de una coyuntura inflamable y extremadamente complicada, con un odio al extranjero que sus elementos más extremistas convierten en violencia, como el atentado contra la candidata de Colonia o los ataques que sufren los centros de refugiados. En las últimas semanas, alcaldes de ciudades que se han mostrado dispuestas a acoger refugiados han sido también amenazados.
Ni Europa puede inhibirse, ni este es un problema interno de Alemania. Lo es de toda Europa, y la mejor forma de parar a los intransigentes pasa ahora por ayudar a Angela Merkel en su política de acogida y colaborar con ella para encontrar una salida conjunta y solidaria a la crisis de refugiados.