La renuncia del jugador tras denunciar una campaña xenófoba conmueve al país. El internacional, de origen turco, fue utilizado por Merkel como símbolo de la integración
23/07/2018 El País.- Dice el capitán Philipp Lahm que de todos los jugadores de la selección de Alemania que conquistaron el Mundial de 2014, el menos valorado por la opinión pública en relación con su contribución fue Mezut Özil. El mediapunta nunca fue el más mediático pero en Brasil hizo algo que le distinguió por encima del resto: pidió el balón cuando más quemaba.
La renuncia de Özil a la selección a través de una carta publicada este domingo, en la que confiesa sentirse víctima de una campaña racista, abre un debate deportivo y social de primer orden en Alemania. Las acusaciones del futbolista revelan que los cimientos de la integración racial y cultural que pretendía representar el cuadro campeón de 2014 no son verdaderamente sólidos. El crecimiento de la ultraderecha, reflejado en los 90 escaños que obtuvo la AfD en el Bundestag en las elecciones federales de 2017, parecen sostener el amargo punto de vista del jugador.
Özil, de 29 años, señala en primer lugar al presidente de la federación, Reinhard Grindel, exdiputado de la Democracia Cristiana. Le acusa de haber encabezado una maniobra de presión insoportable desde que se hizo una foto con el presidente turco Tayip Erdogan durante su visita a Londres, el pasado mayo. Por entonces, Erdogan hacía campaña electoral. Alemania le había prohibido pisar su territorio con fines proselitistas. Con un agravante, a ojos de los federativos: Alemania y Turquía compiten desde hace meses por organizar la Eurocopa de 2024.
Grindel, según Özil, desplegó una política de comunicación que alimentó el rechazo de los hinchas hacia los jugadores musulmanes. Özil fue pitado en junio en Leverkusen e insultado por aficionados aislados durante el Mundial, en Rusia. Tras la eliminación en octavos de final, Grindel volvió a señalar públicamente a Özil. “No soportaré ser el chivo expiatorio de su incompetencia”, escribió en la carta de renuncia. “Sé que me quiso quitar de la selección por mi foto [con Erdogan] pero no pudo porque Joachim Löw y Oliver Bierhoff [seleccionador y director deportivo respectivamente] me respaldaron. En los ojos de Grindel y sus acólitos yo soy alemán cuando ganamos, pero inmigrante cuando perdemos (…). Esto es porque todavía no soy aceptado en la sociedad. Me tratan como a alguien diferente”.
La canciller Angela Merkel se apresuró a dar su apoyo al jugador, este lunes: “Özil ha hecho mucho por la selección alemana y debemos respetar su decisión”. Pero Mezut Özil solo tuvo palabras de agradecimiento para un político: el presidente de la República, el socialista Frank-Walter Steinmeier, a quien atribuye un esfuerzo por gestionar sin ofensas la crisis desatada por la foto con Erdogan.
“Juego sucio”
Özil sabe mejor que nadie que el triunfo en el Mundial de Brasil fue objeto de instrumentalización política. Las fotos de Merkel estrechando su mano en el vestuario, o en la mesa del desayuno de la concentración del equipo, se reprodujeron en todos los formatos. El muchacho, hijo de inmigrantes turcos nacido en Gelsenkirchen, se convirtió en el símbolo de una administración que presumía de estar representada por un equipo que era el fiel reflejo de la integración social en Alemania. El éxito futbolístico alemán también se atribuyó por muchos a ese carácter multirracial.
Propaganda o no, aquel relato parece en crisis a la luz de las denuncias de Özil. El jugador del Arsenal enumera insultos y agravios de hinchas y políticos, y recuerda que, como miembro del parlamento, Grindel se pronunció contra la cultura islámica y dijo que “el multiculturalismo es un mito y una mentira”.
Uli Hoeness, el presidente honorario del Bayern de Múnich, se puso este lunes de parte de su homólogo en la federación. “Özil”, declaró Hoeness al Bild, “lleva años jugando sucio. No ha dado batalla desde 2014 y ahora esconde su mierda de rendimiento detrás de esa foto”.
Precisamente el populista Bild ha sido uno de los medios más incendiarios contra Özil, portavoz de viejas glorias que, como Matthäus, le acusaron de “no sentir la camiseta”.