EFE.- Las Naciones Unidas conmemoraron y recordaron hoy a las 800.000 víctimas de tutsis y hutus moderados que murieron en los cien días que duró el genocidio de Ruanda de 1994, y alertaron del auge del racismo y la xenofobia en el mundo.
En un mensaje leído por la directora general de la Oficina de la ONU en Nairobi (UNON), Shale-Work Zewde, el secretario general de la organización, António Guterres, mostró su preocupación por el «aumento del racismo, el discurso de odio y la xenofobia en el mundo».
En particular, Guterres recordó en este Día Internacional por la Reflexión del Genocidio contra los Tutsis en Ruanda -fecha conmemorativa fijada a principios de año por la Asamblea General de la ONU- a los rohingya, la minoría étnica perseguida actualmente en Birmania (Myanmar).
Zewde, por su parte, recordó que fue el racismo y la xenofobia lo que desencadenó la matanza ruandesa y llamó no sólo a honrar a las víctimas, sino a «contribuir a un mundo donde el genocidio no pueda tener lugar».
En un acto en la sede de la ONU en Kenia, embajadores de todo el mundo, diplomáticos y otras personalidades honraron con un minuto de silencio, velas, poemas y oraciones a las víctimas ruandesas en el vigésimo cuarto aniversario del genocidio.
Josephine Murebwayire, una superviviente tutsi de la matanza, contó cómo el odio contra este grupo étnico de Ruanda -inferior en número a los hutus- comenzó décadas antes de 1994.
Con sólo 9 años, Murebwayire quiso huir a Burundi con su familia porque en su pueblo una milicia mató a mucha gente, pero en el camino la secuestraron y la obligaron a vivir con una familia que no era la suya.
En el colegio la separaban del resto por ser tutsi, y en la iglesia el párroco le hacía levantarse para que todos viesen cómo era una tutsi.
Murebwayire le dijo hoy a la juventud ruandesa que no se martirice por lo que hicieron sus padres, sino que vivan su propia vida y permanezcan juntos.
El embajador de Ruanda, James Kimonyo, también incidió hoy en recordar la importancia del contexto del genocidio, para que no se vuelva a repetir.
La masacre de 1994 supuso el exterminio de entre el 20 y el 40 por ciento de la población de Ruanda, entonces el país más densamente habitado de África, con siete millones de personas.
El 70 % de las víctimas mortales fueron tutsis, asesinados por extremistas hutus.
El asesinato del presidente ruandés, el hutu Juvenal Habyarimana (de la etnia hutu, mayoritaria en el país), el 6 de abril de 1994 junto al presidente de Burundi, Cyprien Ntaryamira, que lo acompañaba, al ser derribado el avión antes de aterrizar en el aeropuerto de Kigali, fue el detonante de la matanza colectiva iniciada por hutus radicales y aún continúa siendo un misterio.
Tras el genocidio, en el que también perecieron numerosos hutus moderados, tomó el control del país el Frente Patriótico de Ruanda (RPF), milicia que entonces lideraba el actual presidente, el tutsi Paul Kagame, a quien una investigación francesa culpó en 2006 de la muerte de Habyarimana, aunque él siempre lo ha negado.