Ola de feminicidios en Venezuela

| 7 febrero, 2020

Una mujer es asesinada cada día en el país americano, donde la violencia va de la mano del derrumbe revolucionario

DANIEL LOZANO. EL MUNDO.- Casi todos la conocían en su barrio del Teleférico, en La Guaira, cerca de Caracas. A Génesis González, de 23 años, la llamaban Pancha, la más bonita del lugar. El 30 de enero viajó hasta el Centro de Formación del Hombre Nuevo El Libertador (cárcel de Tocuyito, en el centro del país) para visitar a su novio, Yhorman Roa, sin saber que ese mismo día se uniría a la trágica lista de feminicidios en Venezuela.

Roa, alias Keko, no se había transformado en el nuevo hombre que dice la propaganda chavista, todo lo contrario: no le gustó lo que Génesis fue a decirle y acabó con su vida, ahorcándola. Más tarde se cortó el cuello.

Naryeli (15) murió durante un ritual espiritista en Caraballeda, muy cerca de donde vivía Génesis. Su madre aseguraba que la niña estaba poseída por un espíritu maligno. A Mariluz (30) su amante la asesinó en venganza porque su mujer le había descubierto un vídeo sexual de ella en su teléfono. El cadáver de Inés (23), emigrante en Quito, lo encontraron maniatado y con señales de tortura.

Venezuela vive una ola de asesinatos machistas nunca antes vista, que ha cerrado enero con un asesinato por día frente a las siete víctimas registradas en España, un país con casi el doble de población. Y eso sin contar los feminicidios de venezolanas que viven fuera de su país, hasta donde las persigue la oscuridad.

A Anubis Contreras (9 años), un joven de 16 años la violó y asesinó en Mérida. Pocas horas después, Geraldine Quintero (16) también fue violada y asesinada. Luego la calcinaron. A Milagros (35), Lissany (18), Elba (40), Migdalia (37), Yunaimer (35), Sheyla (43), Juliana (26), entre muchas otras, les arrebataron sus vidas maridos, ex esposos, novios o parejas en un ritual macabro que se repite por todo el país. «Lo que nosotras queremos es que se aplique la emergencia feminista», reclama Daniela Hinojosa, líder del movimiento feminista.

En Venezuela, la mujer es una víctima demasiado fácil para la violencia. «Lo peor es que ante la emergencia, no hay quién responda. La impunidad es monumental, no hay consecuencias para quien mata a una mujer. El Estado no existe, no hay instituciones. Pasar por un proceso legal es un calvario en el que mucha gente no se quiere meter y cuando se meten, el sistema no brinda verdadera protección», explica a EL MUNDO Luisa Kislinger, directora de la ONG Mujeres en Línea, quien ha acuñado una frase más vigente que nunca: «Las mujeres en Venezuela viven como en el siglo XIX».

«La mujer venezolana sufre una nueva pandemia. Suponemos que hay muchos más de los casos registrados en las estadísticas. Si seguimos a este ritmo, más de 300 mujeres habrán sido asesinadas en el país por violencia de género«, alerta la diputada Nora Bracho. «Existe en nuestro país un Ministerio de la Mujer que no atiende a las mujeres, ni siquiera hay casas de refugio para recibir a las mujeres golpeadas», añade.

Las estadísticas recogidas por el Parlamento democrático durante los primeros 28 días de enero ya sumaban 25 asesinatos, tres de ellas menores de seis años. La cadena de asesinatos no ha obtenido ninguna respuesta de una revolución que se dice feminista, más allá de una frase de Nicolás Maduro el pasado jueves durante una de sus arengas televisivas: «Venezuela seguirá reduciendo los índices de violencia contra la mujer, como lo hemos venido haciendo. ¡Pido y exijo a los hombres respeto a la mujer, a la familia, a los hijos e hijas!».

«A LA MUJER NO SE LA TOCA»

En 2019, las organizaciones feministas ya registraron el aumento de los crímenes machistas, que costaron la vida a 171 mujeres. «Exigimos a las instituciones del Estado el cumplimiento de sus obligaciones de prevención, investigación y sanción correspondientes como garantes de los derechos humanos de las mujeres y las niñas», ha recordado al Gobierno el Centro de Justicia y Paz.

Tradicionalmente, la revolución ha usado su supuesto feminismo para sostener su hegemonía política. «A la mujer no se la toca ni con el pétalo de una rosa», repitieron tanto Hugo Chávez como Maduro para luego castigar y perseguir cualquier crítica contra las mujeres situadas al frente de los poderes públicos, como Tibisay Lucena, la jefa revolucionaria del muy polémico Consejo Nacional Electoral (CNE).

Más allá de la impunidad y la ineficiencia del estado, la ola de feminicidios airea una vez más el origen cultural, la base que los sustenta todo. «Estructuralmente seguimos creyendo que las mujeres tienen menos valor, que les pertenecemos a los hombres. Nos agreden y matan porque socialmente nos ven como desechables, como propiedades, como menos que ellos», resume Kislinger.

El aumento de la violencia sexual es otro de los factores que inciden en el recrudecimiento de la violencia machista, como atestigua Magdymar León, coordinadora de la ONG Avesa. La violación y asesinato de dos menores en Mérida a principios de año alertó a los colectivos, al descubrir que quienes llevaron a cabo tales crímenes también eran adolescentes. «Se trata de una cultura que normaliza entre los niños y los hombres los abusos contra la mujer, desde los piropos subidos de tono y los toques hasta la violación», protestó León en declaraciones a El Universal.

El derrumbe revolucionario y la consiguiente crisis mayúscula, que han expulsado del país petrolero a más de cinco millones de personas, también se han confabulado en contra de la mujer venezolana. «La crisis ha potenciado todo esto. Cuando las parejas están en vilo por falta de plata (dinero), de comida, de salud, hay un caldo de cultivo propicio para que se pierda la paciencia y se recurra a la violencia», subraya Kislinger.

Una crisis sobre otra, el vía crucis interminable. El penúltimo caso, del cual sólo se conocen los primeros detalles, ha horrorizado aún más si cabe a las defensoras de los derechos de la mujer. Morella permaneció 32 años secuestrada por quien fue su novio, Mathías Salazar, entre abusos y golpes. «Le limitaba la comida y el agua si no accedía a tener relaciones sexuales con él», denunció el Parlamento. El hombre también retuvo contra su voluntad a otras dos mujeres, «en un caso dantesco que evidencia la incapacidad de las instituciones del Estado», concluye la diputada Manuela Bolívar.

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