El presidente apeló a afrontar los desafíos que aún dividen a la nación, como la desconfianza entre negros y fuerzas del orden
YOLANDA MONGE. EL PAÍS.- Barack Obama quería hablar esta noche, tanto que no se despidió abruptamente nada más acabar su mensaje y no abandonó el podio de la sala de prensa de la Casa Blanca –como suele hacer cuando solo sale para hacer un anuncio-. El presidente se quedó un poco más porque quería hablar, porque tiene mucho que decir de relaciones raciales aunque no siempre pueda.
Tras el anuncio de que un gran jurado consideraba que no había indicios de delito en la muerte a tiros el pasado agosto del joven Michael Brown y que por tanto el policía Darren Wilson no sería llevado a juicio, se esperaba que ardiera Ferguson (Missouri). Pasaba poco más de una hora cuando Obama compareció ante la prensa para reiterar las palabras dichas por los padres de Brown y pedir que las protestas fueran pacíficas. Mientras tanto, la Guardia Nacional estaba movilizada. Las multitudes congregadas, frustradas y enfurecidas.
“Sabemos que habrá quien esté de acuerdo con la decisión y quien no, incluso habrá quien esté enfadado”, dijo el mandatario. “Pero somos un país que se rige por la ley”, prosiguió Obama para enfatizar que estaba con los padres de Michael. “Dañar a otros o destruir propiedades no es la respuesta”, indicó el presidente en referencia al comunicado emitido por la familia del chico de 18 años poco después de saberse un resultado que muchos daban por seguro.
Ningún presidente de EEUU como otro antes se ha podido poner en la piel de un joven negro de 18 años que cae abatido por uno, dos o más disparos de un policía. Obama compareció para hablar de este caso en agosto, para llamar de nuevo a la paz y pedir tranquilidad. Pero también habló en 2012, tras la muerte de Trayvon Martin en Florida a manos de un vigilante vecinal. “Trayvon Martin podría haber sido yo hace 35 años”, dijo entonces el presidente, que recordó su pasado y cómo no siempre se había sentido cómodo o seguro dentro de su piel.
Esta noche de lunes, Obama representaba como pocas veces dos papeles en uno. Habló el estadista, el hombre prudente y de leyes que llamó a la calma, que dijo que la ley –aunque no es la norma- todavía se aplica que forma discriminatoria, que dijo que los policías que se exceden en el uso de la fuerza frente a la población negra son la minoría, pero que existen. Y habló también quien podía haber sido Trayvon Martin o Michael Brown hace 35 años, para recordar que aunque quedaba camino por recorrer, “negar los avances en las relaciones raciales” en EEUU era “negar la realidad”. “Yo soy la prueba”, declaró Obama descendiendo al mundo de los discriminados, de los ignorados o maltratados en siglos de historia.
Sin duda, en opinión del presidente, parte de los sucesos que pasan cada día entre poblaciones negras y sectores de la ley se deben al pasado de discriminación racial que existía en este país hasta hace no muchas décadas, con generaciones que todavía recuerdan a la perfección la segregación. El presidente apeló a afrontar los desafíos que todavía dividen a la nación, con desconfianza entre negros y las fuerzas del orden. “Pero hay maneras de lograr el cambio de manera constructiva, no destructiva”, insistió el presidente recordando que la justicia había que respetarla. De la misma manera que pedía calma a los manifestantes que se congregaban en las calles de Ferguson, a las afueras de San Luis, Obama llamó a las fuerzas del orden a contenerse en la respuesta a las protestas y recordó que la policía trabaja con y no contra la comunidad.
Como hiciera en agosto –todo este tiempo ha llevado al gran jurado tomar la decisión de qué hacer con Darren Wilson-, Obama recordó la necesidad de abrir un debate sobre un sistema de justicia que suele ser desfavorable a la población negra, impulsar un proceso transparente en el que prime la justicia.
En este sentido, el todavía secretario de Justicia, Eric Holder, emitía un comunicado que aseguraba que la investigación por vulneración de derechos civiles en la muerte de Brown seguía en marcha. Holder dijo que el departamento que él encabeza continuará trabajando por la mejora de las relaciones entre los agentes de policía y las comunidad y una mayor justicia en el sistema criminal. La investigación sobre prácticas inconstitucionales en la policía local de Ferguson también sigue abierta, añadió el fiscal general.
El presidente, que tenía ganas de hablar –y que transpiraba no sentirse satisfecho y sumarse a esa parte de población descontenta con el resultado del gran jurado- no quiso marcharse a sus aposentos sin advertir a los medios de comunicación de la gran responsabilidad que tenían en este caso. Así, Obama anunció que se verían reacciones negativas por parte de algunos manifestantes y que estas quedarían “bien en la televisión”.