El País/NOOR MAHTANI.- En Medellín han asesinado a diez hombres homosexuales tras encuentros acordados por Grindr, el último este jueves. La Fiscalía no contempla delito de odio sino una “instrumentalización de la orientación sexual para hurtar a las víctimas”.
Hace tres meses que lo primero que ve al despertar es una pantalla que nunca se apaga. Antes incluso de que amanezca, doña Belén Alzate, de 70 años, se incorpora y echa un vistazo a un ir y venir de imágenes de su propia casa desde todos los ángulos. En concreto, desde seis; el número de cámaras de vigilancia que custodian su hogar desde que el 27 de enero asesinaran brutalmente a su hijo, Juan David López Alzate, de 31. El directo de su portal sustituye ahora a la televisión y a cualquier otro entretenimiento. “Lo veo a cada rato por si vuelven. Por si pasan por acá y reconozco a los asesinos”, dice con los ojos clavados en la grabación, ahora, de su sala.
En calzoncillos, maniatado, con un paño en la boca y sobre un charco de sangre. Así lo encontró ella misma al día siguiente del crimen, junto a un tarro con popper ―una droga de uso extendido entre homosexuales que provoca sensación de euforia, vasodilatación y aumento del deseo― y latas de cerveza vacías. “Cuando me llamaron del trabajo para preguntarme que por qué no había ido, ya sabía que algo le había pasado. Era muy juicioso”. Lo que nunca imaginó fue que lo hubieran matado. Mucho menos, el motivo: “Aún no puedo creer que asesinaran a mi hijo por ser gay”. La hipótesis con la que trabajan las autoridades es que los asesinos conocieron a la víctima a través de una aplicación de citas para hombres homosexuales, Grindr.
Dieciséis días antes había sido Osvaldo Adolfo Botero Giraldo, de 45 años. Murió por asfixia mecánica. Después de Juan David, fue Gustavo Alberto Arango Jaramillo, asesinado en condiciones similares en un hotel de La Candelaria. En apenas cinco meses, se han producido diez casos como estos. El último este mismo jueves. A solo dos días de haberse conmemorado el Día contra la Homofobia y Transfobia, el Observatorio de Derechos Humanos Caribe Afirmativo comunicó un nuevo homicidio de un hombre gay en el municipio la Unión en Antioquia. Los hechos tuvieron lugar el pasado 8 de mayo, alrededor de las nueve de la noche. La víctima, identificada como Omar Ciro Álvarez, fue agredida, supuestamente, con un arma blanca en diferentes partes de su cuerpo, como garganta y pecho. Todas las víctimas son hombres homosexuales de entre 28 y 62 años, que fueron hallados en sus hogares u hoteles sin apenas ropa, maniatados y con signos de ahorcamiento. Solo uno de ellos presentaba 80 heridas de arma blanca.
Aunque fuentes de la Fiscalía aseguran que “la orientación sexual es un elemento de análisis importante”, descartan el delito de odio. “En la mayoría de casos existe una instrumentalización de la orientación sexual para hurtar a las víctimas, quienes en algunas ocasiones terminan siendo asesinadas”, aseguran a EL PAÍS. El organismo también “se abstiene” de confirmar o descartar que se trate de un asesino en serie para no afectar la investigación que sigue en curso.
Que Grindr fuera el denominador común de todos los homicidios hizo saltar todas las alarmas. Los usuarios de la comunidad LGTBI de la capital antioqueña recibieron una alerta con medidas de autoprotección para las citas y el alcalde, Daniel Quintero, prometió recompensas de hasta 80 millones de pesos por la identificación o captura de los responsables. Hasta ahora, la Fiscalía ha dado a conocer la detención de cuatro hombres, vinculados a diferentes casos. Ninguno ha sido condenado aún.
El día anterior a su muerte, Juan David había ido a trabajar con normalidad. A mediodía, almorzó frijoles con ahuyama en casa de sus padres, que viven en el primer piso de su mismo edificio, ubicado en el barrio Antonio Nariño, en la comuna 13 de Medellín. Hizo la compra, limpió el apartamento y le pidió a su madre que le prestara las llaves para entrar “porque no las encontraba”. Después de eso, Doña Belén no volvió a verlo más con vida. Pero sí escuchó de madrugada “música roquera” que salía de su habitación. “Eran como las 2 de la mañana, pero pensé que se habría quedado dormido escuchándola. No lo quise despertar porque madrugaba mucho”. Según el parte de la Policía, Juan David perdió la vida entre las 10 y las 3 de la mañana, sin signos de violencia sexual ni resistencia. Las cámaras de vigilancia de un local próximo a la vivienda muestran a tres hombres cargando con bolsas y el televisor del joven, pero no han sido identificados.
Hace dos meses que en la fachada de su casa cuelga un cartel en el que se anuncia el alquiler del cuarto de Juan David. “A la gente que pregunta por el apartamento no le cuento qué pasó adentro. ¿Para qué?”, dice desde el habitáculo, ya vacío. Sus cosas las donó. Apenas conserva un par de camisas estampadas y un saco de colores. Entre sus recuerdos, hay una bolsa de plástico con una camiseta tres tallas más grandes que la del joven, que apareció en la cama el día que lo halló muerto y que aún huele a sudor. “Esa camiseta no es de mi hijo. Tiene que ser de alguno de los asesinos, pero la Policía nunca se la llevó. Nadie me dice nada”. Hasta la fecha, no ha tenido acceso a la autopsia.
Harley Córdoba, abogado y codirector de Alianza social LGBTI, lamenta la sensación de vulnerabilidad que se está extendiendo entre la comunidad gay. “La respuesta no puede ser estigmatizar el uso de estas aplicaciones. Tenemos derecho a disfrutar de nuestra sexualidad y encuentros sin miedo”, cuenta por teléfono. Sin embargo, hace tres años que vive con un esquema de seguridad a raíz de su activismo en pro de los derechos del colectivo. A raíz de estos homicidios ha recibido varias amenazas a través de Grindr. En 2020, según cifras parciales de la ONG Colombia Diversa, fueron asesinadas 75 personas LGTB en todo el país y en 2019 un total de 106. Apenas en el primer semestre de 2021, ya eran 98.
“El problema no es que usemos o no la aplicación”, cuenta Andrés Sánchez, 33 años, expareja de Hernán Macías López, hallado muerto en una bañera el 31 de marzo en un hotel. “Los gais somos vulnerables en cualquier lado. Hasta en una discoteca o en la calle”. Dos meses después de su muerte, dice que empieza a asimilarlo. “Pero no dejo de preguntarme el porqué. ¿Qué hubiera pasado si no hubiera usado Grindr? ¿Y si no hubiera podido quedar? ¿Y si hubiera avisado a otro amigo?” Lo que queda es la frustración y un sinfín de interrogantes. José Gregorio Cáceres, amigo de Sahmir González Sarmiento, venezolano asesinado el 15 de febrero, ya casi no usa ninguna aplicación de citas. “La utilizaba cuando me sentía más seguro. Después de todo lo que ha pasado, nuestros temores aumentaron a mil”.
Indignación e impotencia. Esos son los sentimientos que se repiten entre los familiares y amigos, que intentan aferrarse ahora a los buenos recuerdos. Doña Belén repasa una y otra vez el último día que vio a su hijo en casa. Días después de la entrevista, rememora el almuerzo: “Me acordé de que me dijo que le habían gustado mucho los frijoles. Creo que repitió un poco. Sí, le quedaron gustando…”.