ESTEBAN IBARRA. Presidente de Movimiento contra la Intolerancia
9 JUL 2016 – 20:37 CEST
Hace unos días tuvimos conocimiento gracias a EL PAÍS de un proyecto que el Ayuntamiento de Madrid quiere implementar como experiencia piloto en el barrio de Lavapiés-Embajadores que descansa en un “nuevo modelo de seguridad”. El proyecto en cuestión es desconocido y no ha sido debatido por la mayoría de las entidades sociales de este barrio, incluida la mía que tiene su sede en la plaza Nelson Mandela, dedicándonos desde hace 25 años a la prevención de conflictos, integración multiétnica y asistencia a víctimas de la violencia y del racismo desde su especialización en la dimensión humana de la seguridad.
Lavapiés, “laboratorio” elegido como lugar ideal para tal experiencia singular a extender a todo Madrid, parece que fue nominada porque “sufre una gran inseguridad desde hace décadas”, argumento que estigmatiza aún más a este lugar de encuentro intercultural y que no obedece a una realidad que muestra como los índices delictivos bajan años tras año, corroborado por cualquier persona del lugar como es mi caso, madrileño gato nacido, crecido que vive y trabaja en este, mi barrio. Quizás sean otros los motivos de esa elección, como la confianza electoral para el gobierno del Ayuntamiento porque obtuvo un gran respaldo en esta zona en las pasadas elecciones municipales. En cualquier caso, la razón profunda de seleccionar este barrio y no Cuatro Caminos, Serrano o Goya, solo lo saben los regidores.
Desde hace tiempo muchas empresas, universidades, sociólogos… nos estudian. Nos pusimos de moda. Y ahora desde un paternalismo angelical se anuncia la experimentación de un nuevo modelo de seguridad y justicia que nos habla de “gestor de barrio”, “círculos de custodia ciudadana”, “jurados vecinales”, “comisión de gobernanza”… todo ello en coherencia con una policía “comunitaria” de la que no sabemos si es policía como la antigua de “proximidad”, “montada”, “motorizada” o moderna. El caso es que estamos convencidos que no es la seguridad y justicia el problema de Lavapiés, salvo que este discurso esconda una intención relacionada con algún tipo de control o reorganización social desde parámetros del nuevo modelo.
Mientras tanto seguimos sin un polideportivo, las calles están sucias, faltan papeleras, hay baches y hoyos que provocan caídas de personas mayores, discapacitadas o niños, problemas de infravivienda, usos de espacios públicos muy cuestionables, procesos de sustitución comercial y vecinal, política de asociaciones deficiente, hay signos de inaccesibilidad de políticos, enfados de responsables de terrazas de hostelería… y frente a lo que oficialmente se afirma, estamos lejos de profundizar la participación democrática. Pese a todo Lavapiés nos atrapa pero por favor, dejad de experimentar con nosotros.
ESTEBAN IBARRA. Presidente de Movimiento contra la Intolerancia
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2016/07/09/madrid/1468089372_525156.html