ROSALÍA SÁNCHEZ. EL MUNDO.- Cerca de mil manifestantes se concentraron anoche ante un improvisado albergue de refugiados de Heideanu, una ciudad de 16.000 habitantes cerca de Dresde, en una protesta convocada por el partido de extrema derecha alemán NPD.
Durante varias horas bloquearon la entrada al edificio que, hasta hace poco, era la sede de una tienda de la popular cadena Baumarkt y que ha sido habilitado para alojar provisionalmente a 250 refugiados que comenzaban a llegar anoche. Los manifestantes gritaban consignas como «¡Extranjeros fuera!» y arrojaban alguna que otra piedra contra el edificio hasta que, en torno a la una de la madrugada, llegó el primero de los autobuses cargado de refugiados y las protestas se volvieron más violentas.
Armados con palos y piedras, atacaron el autobús y bloquearon el acceso al albergue. Los manifestantes lanzaron objetos contundentes contra el transporte de refugiados y contra la Policía, que se vio obligada a desbloquear la carretera federal 172 con gases lacrimógenos. Los enfrentamientos se saldaron con varios heridos.
Sólo unas horas antes había tenido lugar otro ataque contra un albergue de refugiados en Berlín. Sus autores llevaban los rostros cubiertos por pasamontañas y portaban antorchas encendidas que arrojaron por las ventanas abiertas del centro. Uno de los contenedores que sirven de albergue provisional a 400 refugiados en Marzahn resultó incendiado.
El guardia de seguridad que vigilaba las instalaciones advirtió a la policía y fueron detenidos dos hombres de 21 y 25 años y una mujer de 41. «No podemos confirmar que se trate de personas conectadas con la escena de la extrema derecha», explicó el alcalde del distrito, Stefan Komoss, que calificó el incidente de «inhumano». Además, ha publicado un bando en internet en el que llama a los vecinos a «ayudar a proporcionar una situación segura a estas personas que llegan a Alemania porque se ven obligadas a abandonar sus casas».
Cien refugiados al día
Según las autoridades de Inmigración del Senado de Berlín, solamente la capital alemana acoge cada día a más de 100 nuevos refugiados, una cadencia que sigue en aumento. Sólo en el mes de junio fueron registradas 2.831 personas. En julio se ha producido un colapso burocrático y la Oficina para Asuntos Sociales (Lageso) no puede proporcionar una cifra concreta, pero puede alcanzar el doble.
Las plazas de los albergues propiamente dichos están agotadas desde hace meses y se han dispuesto seis instalaciones provisionales repartidas por los barrios de Pankow, Lichtenberg, Marzahn, Treptow y Steglitz. Pero en varios de estos distritos la población muestra rechazo.
El Senado calcula que alrededor de 15.500 refugiados recién llegados a Berlín han sido instalados en albergues, otros 10.000 en viviendas sociales y a unos 2.000 se les ha proporcionado cheques de la Administración para hoteles y pensiones. El número de refugiados que llega por su cuenta y no se registra en ninguna parte no entra en estas estimaciones.
La Cámara de Industria y Comercio de Berlín ha elaborado un plan para agilizar la integración del mayor número posible de personas al mercado laboral con 10 propuestas que se están estudiando y aplicando ya en las oficinas de Lageso de Moabit y de Spandau. En estas oficinas se registran los conocimientos de lenguas y cualificación profesional de los recién llegados y se elaboran listas que son distribuidas con rapidez entre las empresas.
«Deseamos ofrecer alguna perspectiva de trabajo a todas estas personas que están llegando», ha declarado su portavoz, Jan Eder. Pero muchos trabajadores berlineses temen por sus ingresos ante la avalancha de una fuerza de trabajo mucho más barata.
«Estoy de acuerdo en que se les ayude, no soy de hielo, no deseo ver sufrir a esas personas. Pero no puedo creer que no se pueda hacer nada para ayudarles en sus países», se queja Haiko, un soldador de 47 años en paro que también hace cola en la oficina de Lageso de Moabit y que siente que su empleo corre peligro.
La prensa alemana publica casos como el de Mareike Geiling, que ha alquilado una habitación de su casa a un precio insignificante a un refugiado recién llegado de Egipto que todavía no tiene trabajo y que no sabe cuándo podrá comenzar a pagar el alquiler. «Le he acompañado a hacer todo el papeleo, le voy traduciendo al inglés. De momento, debe aprender algo de alemán y después tengo la seguridad de que encontrará un trabajo. Y si no, mala suerte. Peor es la suerte que han corrido sus familiares en El Cairo. Creo que debemos ser solidarios y ayudar en lo que podamos», dice.
Pero muchos refugiados constatan la situación de miedo e inseguridad que se vive en los albergues por los constantes insultos y provocaciones que sufren a diario. El pasado 10 de julio, el mismo albergue que fue incendiado anoche en Marzahn celebró una jornada de puertas abiertas para que los vecinos del barrio pudieran visitarlo. No acudió nadie, excepto un grupo de extrema derecha relacionado con el movimiento Pegida que se colocó en el exterior con pancartas en las que se leía «extranjeros fuera» y que terminó golpeando con ellas a varios activistas pro refugiados que les reprocharon su comportamiento.