El Confidencial.- Como una premonición, Elie Wiesel, superviviente de Auschwitz y Premio Nobel de la Paz, insistía en recordar, por la seguridad de todos, que «la memoria puede ser nuestra única respuesta, nuestra única esperanza de salvar al mundo del castigo final». Y añadía que «sin memoria, el ser humano entra en una soledad de silencio e indiferencia», para sentenciar que «quien no recuerda, pierde su humanidad«.
La comunidad internacional pensó que después de la Shoah (el Holocausto), el antisemitismo desaparecería para siempre. Sin embargo, no ha sido así. El antisemitismo, que es el virus que conlleva la negación existencial del judío, no ha tenido su punto final porque es un virus que muta y ha incorporado la negación del derecho a existir del Estado de Israel, legitimando sus agresiones mediante el disfraz de «antisionismo». Se adaptó a todos los tiempos, a todos los hechos malignos, incluido el covid, señalando «al judío» como origen de daños a la humanidad.
La negación de la persecución y exterminio de los judíos de Europa, posición insostenible, ha pasado a posiciones más sutiles que trivializan los hechos y que banalizan el mal. Es una estrategia muy meditada, suponiendo que, una vez relativizada la tragedia con el paso del tiempo, estaríamos en uno de los múltiples hechos abusivos de los regímenes «autoritarios», facilitando de esta manera abrir de nuevo las puertas al antisemitismo profundo. Incluso cuando se reconoce la existencia del Holocausto, el reproche aparece calumnioso en sentido contrario, mediante un «parece abominable que los judíos estén cometiendo lo mismo con los palestinos«.
Los países miembros de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA), entre ellos España y la Unión Europea, adoptaron la «definición de trabajo de negación y distorsión del Holocausto» en 2013, adoptando como definición práctica, y no vinculante a nivel jurídico, que la negación del Holocausto se define como todo discurso y propaganda que niega la realidad histórica y el alcance de la exterminación de judíos por parte de los nazis y sus cómplices durante la Segunda Guerra Mundial, denominada Holocausto o Shoah. La negación del Holocausto se refiere específicamente a todo intento de afirmar que el Holocausto no ocurrió.
Y con la distorsión del Holocausto, se refiere, entre otros aspectos, a: excusar o minimizar el impacto del Holocausto o sus elementos principales, los intentos por culpar a los judíos de causar su propio genocidio o declaraciones que sugieren que el Holocausto no fue lo suficientemente lejos en lo que respecta a lograr su meta de encontrar la «Solución Final de la Cuestión Judía», entre otros.
El antisemitismo, como afirma IHRA, en sentido amplio del término, hace referencia al odio, la hostilidad, discriminación y violencia hacia los judíos. Se basa en una animadversión incluso radicada en un rechazo existencial, ya sea de tipo religioso, racial, político, cultural o étnico, o de todo a la vez. En sentido profundo, el antisemitismo es una forma específica de intolerancia, de irrespeto, desprecio, rechazo y negación, que refiere a conductas que van desde la estigmatización, segregación, discriminación, hostilidad, violencia y crímenes de odio o masacres terroristas, hasta el Holocausto. Es una cosmovisión que culmina, cuando menos, en exclusión total o, como ha demostrado la historia reciente, en exterminio planetario.
El antisemitismo global ha ido mutando e incorpora y mezcla elementos religiosos, raciales, culturales, identitarios, conspiranoicos, fantasiosos y sobre todo políticos. Desde 1947, año del reconocimiento de Israel y su Estado, se ha forjado con un carácter global, al evolucionar hacia una perspectiva mundial, integral y estructural, y se observa transversal en lo ideológico, desde el neonazismo al antisemitismo izquierdista, pasando por integrismos religiosos, donde destaca el yihadismo.
Más allá del conflicto de Oriente Medio, las falacias y los mensajes sostenidos por propagandistas tienen el claro objetivo de deslegitimar la existencia de Israel, lo que conlleva que, por cualquier hecho, se le juzgue con doble rasero y sirva para demonizarle. Son las conocidas 3D de la estrategia del antisemitismo, aplicada hasta lograr su criminalización absoluta. Pero ahora hay que añadir dos prácticas más: la desinformación, incluido el sesgo de las noticias y mentiras de fuentes esencialmente alineadas con Hamás; y la deshumanización, al presentar a Israel con objetivos de exterminio de la población civil palestina, con expresiones no verificadas de la realidad del conflicto.
En ese contexto, se produce un incremento de incidentes antisemitas a nivel global, incluidos asesinatos terroristas. Asombrosamente, logran que muchas personas piensen que los judíos y/o Israel son los propios responsables del antisemitismo y se asume que, si hubiera paz en Oriente Medio, el antisemitismo dejaría de ser un problema. Eso es una conclusión falsa. El antisemitismo tiene vida propia, se proyecta en ese conflicto y en su contexto, que es utilizado hoy por su capacidad de extensión en medios y redes. Es global y tiene manifestaciones terroristas en diversas partes del mundo.
Fue muy explícito el llamamiento a la Yihad Global que realizó Hamás, en línea con lo manifestado por su comandante militar, Mahmud al-Zahar, el 12 de diciembre de 2022, en la TV de Yemen: «Esto ya no se trata de tierra. No solo Palestina. La totalidad del planeta Tierra quedará bajo nuestro dominio; no habrá más judíos, ni cristianos traicioneros«. Se situó más lejos que su propia Carta Fundacional, que tiene como objetivo la liquidación de Israel, en consonancia con el grito «desde el río hasta el mar», eslogan de aniquilación que hemos oído en manifestaciones, planteamiento contrario al reconocimiento de Israel por Naciones Unidas y a los dos Estados desde 1947 que asume la Unión Europea.
La masacre perpetrada el 7 de octubre por la organización terrorista antisemita que proyecta acabar con Israel sorprendió con un organizado y planificado pogromo extremo y sádico, que envió un mensaje de exterminio hacia la población israelí, en línea con las amenazas de dirigentes de iraníes de holocausto nuclear. Sin previa provocación, se ejecutó a gran escala, en sintonía con los atentados terroristas antisemitas en Europa. Conllevó un lanzamiento de 5.000 misiles, una incursión de 3.000 terroristas, realizó una matanza de 1.400 personas, con más de 5.500 heridos, a la que suman más de 240 secuestros de civiles, incluidos menores, mujeres y ancianos, una acción que no tiene precedentes. Solo la barbarie durante el concierto de música cerca del kibutz Reim superó los 250 asesinados con cientos de heridos. La guerra iniciada por Hamás trajo una enorme desgracia de muerte para la población civil palestina y cientos de miles de desplazados, gazatíes e israelíes.
Una perspectiva de paz debe satisfacer necesidades de seguridad, libertad, respeto y bienestar de ambos pueblos; debe contemplar, primeramente, la liberación de los rehenes por humanidad; seguidamente, poner fin al lanzamiento de cohetes desde Gaza y deponer las armas por parte del terrorismo yihadista; poner fin a los bombardeos y a la acción bélica por parte de Israel; crear un consorcio internacional que garantice la seguridad, la paz y la reconstrucción de Gaza y la puesta a disposición judicial de los responsables de la sádica masacre terrorista antisemita del 7 de octubre, como se hizo en Núremberg y Tokio. Y después, asumir las responsabilidades de cada cual en el marco de esta guerra por el bien de la humanidad. Desde luego, pretender alcanzar la paz, vía eliminación de la existencia de Israel, es un planteamiento genocida antisemita.