EFE. LA VANGUARDIA.– Nueva York tiene previsto dar marcha atrás a su decisión de prohibir las terapias de conversión para homosexuales, con las que se busca cambiar la orientación sexual, por temor a que el Tribunal Supremo pueda protegerlas en respuesta a la demanda de una organización cristiana.
El presidente del Concejo municipal, Corey Johnson, que es homosexual, dio este jueves el primer paso para levantar la prohibición, que se aprobó hace casi dos años.
Su propuesta podría votarse a finales de este mes y, de salir adelante, dejaría a la ciudad únicamente con una ley estatal relativa a esas polémicas terapias, una legislación más limitada que sólo las prohíbe en el caso de menores.
La medida de Johnson llega en respuesta a una acción legal emprendida contra Nueva York por una organización cristiana conservadora.
El político y muchos defensores de la comunidad LGBT temen que si el caso llega al Tribunal Supremo de Estados Unidos, que se ha movido hacia la derecha, pueda desembocar en una decisión que proteja esas terapias.
«Obviamente yo no quiero derogar esto. No quiero ser alguien que ceda ante estos grupos de derechas. (…) Pero el Tribunal Supremo se ha hecho más conservador», explicó Johnson en una entrevista con The New York Times.
«Creemos que este es el camino más responsable y prudente», apuntó el presidente del Concejo municipal.
La demanda contra la prohibición de las terapias de conversión -que se basan en considerar la homosexualidad como una enfermedad mental que puede curarse- esgrime que la ley viola la libertad de expresión al censurar discusiones entre consejeros y pacientes adultos.
Numerosos estados y ciudades del país tienen normas que prohíben esas prácticas en el caso de menores, frente al veto más amplio de la Gran Manzana, que precisamente por su ambición se considera más vulnerable en los tribunales.
El grupo que ha demandado a la ciudad, la Alianza de Defensa de la Libertad (ADF, en inglés), estuvo involucrado en el conocido caso de un pastelero que se negó a servir a una pareja homosexual que le había encargado su tarta de bodas, alegando motivos religiosos.
Tras una batalla legal, el asunto llegó al Tribunal Supremo, que respaldó la postura del pastelero.