Ha pasado ya una semana desde que comenzaran las concentraciones. En estos días, el Ejército se ha desplegado en las calles de una capital bajo toque de queda, algo hasta ahora impensable
DAVID ALANDETE. ABC.- Puño en alto y boca tapada para prevenir el contagio de coronavirus, una gigantesca multitud descendió este sábado sobre la Casa Blanca en varias manifestaciones que en principio se convocaron para repudiar el racismo, pero que acabaron siendo en realidad un clamoroso rechazo de la presidencia de Donald Trump, quien, ante la peor oleada de disturbios de la historia reciente de Estados Unidos, ha convertido la Casa Blanca y sus calles aledañas en una fortaleza rodeada de barricadas y protegida por antidisturbios y militares.
«George Floyd», gritaba el gentío ante la verja que ahora rodea la residencia del presidente, repitiendo una y otra vez el nombre del hombre de raza negra que el 25 de mayo murió en Mineápolis bajo custodia policial, después de que un agente le hincara su rodilla sobre el cuello durante casi nueve minutos. «¡No puedo respirar!», decían después los manifestantes, repitiendo las últimas palabras de Floyd antes de desmayarse, grabadas en los móviles y difundidas después en redes sociales. La imagen del agente, blanco, con la rodilla en el cuello de Floyd, fue colocada a las puertas mismas de la Casa Blanca por los manifestantes.
Estos bloquearon todo el centro de Washington. Se desparramaron por cinco kilómetros en la calle 16, la que desemboca directamente en la columnata delantera de la Casa Blanca, visible claramente desde la residencia del presidente. Aunque este ha condenado la muerte de Floyd, entre la multitud había poco aprecio por él. «¡Que se joda Donald Trump!» era, de hecho, uno de los lemas más repetidos. Hubo manifestaciones, algunas espontáneas, en todo el país, desde Filadelfia hasta San Francisco, llegando hasta Miami. En total, cientos de miles de personas protestaron en todo el país.
Desde que comenzaron las protestas contra el racismo, hace este domingo 10 días, el Ejército se ha desplegado en las calles de una capital sitiada, algo hasta ahora impensable. Vehículos militares han bloqueado los accesos a la Casa Blanca. Soldados uniformados han cortado las escaleras del monumento a Lincoln. Algunas noches, helicópteros de combate han dispersado a los manifestantes, volando tan bajo que hasta han quebrado ramas de árboles. Este sábado esa presencia militar era significativamente menor, aunque aún quedaban algunos soldados cerca de la residencia del presidente.