El colectivo, empoderado, lucha por normalizar su presencia en todos los ámbitos laborales. «Lo de ‘pobrecitas, qué mal estamos’ no sirve a la hora de buscar trabajo», señalan en la Fundació Surt
HELENA LÓPEZ. EL PERIÓDICO.– Aunque Sandra rehuye de forma activa la etiqueta de valiente – «de valiente, nada, solo soy una mujer que lucha por ser feliz», repite–, colecciona títulos de ‘Primera mujer trans en’… La primera en los Castellers de Barcelona, la primera en la asamblea feminista del Poblenou, su barrio de toda la vida (detalle nada sobrero) o laprimera cajera en un supermercado del grupo Bon Preu, donde empezó a trabajar la semana pasada. Algo que, en el mundo de la lucha por la igualdad laboral de las personas trans es, sin exagerar, un hito comparable a ser la primera en pisar la Luna. «Para mí trabajar de cara al público es una aventura muy grande que encaro con muchísima ilusión«, explica con una sonrisa esta mujer de 38 años, quien hace solo uno que, en sus palabras, «salió del huevo». «Si hubiera sido una mujer valiente hubiera empezado el tránsito [el cambio de género] con 15 años, no ahora«, prosigue frente a un café en una granja de la rambla del Poblenou.
Pese a que Sandra insiste en restar importancia a su logro, ahí están las cifras. «Hay una realidad clarísima, que es hasta un 85% de paro entre las personas trans. Y eso, cuando llega la tercera edad y hablamos de pensiones, quiere decir pobreza asegurada. Por tanto, exclusión. Una realidad muy invisible, pero existente», señalaba la cuarta teniente de alcaldía de la ciudad, Laura Pérez, la primera concejala de Feminismos y LGTBI de Barcelona, en una entrevista publicada en este diario en octubre, en la que anunció la creación de un servicio específico en Barcelona Activa dirigido a las personas trans, por el que pasó Sandra, donde la ayudaron a prepararse la entrevista para su nuevo empleo.
Quitarse la máscara
«En mi anterior trabajo sufrí muchísima transfobia por parte de mis compañeras, que hacían cosas como usar el masculino de mi nombre, y fue muy agotador«, se sincera la mujer, quien no acudió a Barcelona Activa por estar en el paro, sino para cambiar de sector (trabajaba desde hacía más de una década en el cuidado de personas mayores).
Sandra empezó el tránsito el 12 de diciembre del 2018. Recuerda la fecha a la perfección. «Cuando lo dije todo el mundo alucinó. Mira si me reprimía que antes de iniciarlo llevaba hasta barba para hacer la negación. Para decirme a mí misma que no, que no soy una mujer trans, que soy un hombre. Era una máscara gigante», relata Sandra, quien se define como mujer, a secas. «Yo soy una mujer; circunstancialmente, la vida me ha llevado a ser trans. Sí, soy una mujer trans, hago activismo transfeminista, pero yo soy una mujer«, (se) reivindica.
Ese activismo transfeminista atraviesa su día a día. «Con la ‘colla’ vamos a hacer talleres a institutos y a mí me gusta ir. Que vaya una mujer trans hace que, además de enseñarles los valores de los castells, les enseñes valores trans de regalito».
«Sin unas condiciones materiales dignas es imposible vivir en libertad, por muchas y muy necesarias leyes que promuevan la igualdad que se impulsen», resume la concejala de Feminismos. Evidencia que merece la pena tener presente. Por ello, tanto desde la administración –con TransOcupació, este nuevo servicio, por el que en un trimestre ya han pasado 21 personas (19 mujeres y dos hombres)– como desde el tercer sector, tienen un objetivo claro: la inserción laboral.
Crucecita a crucecita
Sandra describe su tránsito como «un ir marcando crucecitas». «Este año he marcado muchas, y una de las más importantes fue la del martes [su primer día como cajera de supermercado, trabajando de cara al público], compartiendo vestuario laboral por primera vez con otras chicas. Fue muy ‘heavy’. Estaba muy contenta, pero tenía mucho miedo. Este es un tema muy pudoroso para las mujeres trans. Es un gran choque, es imposible no tener miedo al qué dirán, si mirarán si tienes un bulto entre las piernas… el gran miedo de una mujer trans es que a las mujeres que tiene a su alrededor les importe qué tiene entre las piernas», se sincera. La crucecita del martes fue la laboral –la que más temía–, pero antes había marcado otras.
En la ‘colla’ ya compartía vestuario con las mujeres – «obviamente, porque soy una mujer»–, pero cuando empezó el tránsito le dio mucho miedo. «Hasta que una compañera de las más jovencitas me empujó para el vestuario y me dijo ‘O entras o la que no te va a dejar entrar voy a ser yo’», recuerda. Recuerda también otra fecha concreta, otra crucecita, a finales de diciembre. En Valls se hizo un torneo de baloncesto intercasteller y fue la primera vez que se duchó en un vestuario con todo de chicas. «Para mí fue muy heavy, porque mi cuerpo está muy cambiado, pero aún no tanto como querría», prosigue Sandra, quien con lo que se queda de su primera semana como cajera de supermercado es con el subidón de autoestima que le provoca que la están llamando «guapa» constantemente.
Vínculo fuerte
«A mí Sara me hace casi de psicóloga –bromea Carla–; me ha ayudado mucho a nivel anímico, porque se me juntaba el tema trans con el hecho de que no había tenido que buscar trabajo en mi vida. Llevaba trabajando desde los 18 años en un negocio familiar, hasta que mi padre vendió el restaurante. En cierto modo, sé que soy una privilegiada. Hice el tránsito estando allí, donde me sentí arropada. Por eso, cuando empecé a buscar trabajo hace dos años, de las entrevistas salía fatal emocionalmente. Yo no hago bandera de que soy trans, pero tampoco me gusta sentir que estoy ocultando algo; no tengo nada que ocutar; y Sara me ha ayudado mucho en eso», prosigue Carla, graduada en Derecho, DJ y productora musical, quien busca trabajo como programadora web, campo en el que lleva tiempo formándose.
Belén Camarasa, técnica de la Fundació Surt, comparte ese optimismo. «Lo de ‘pobrecitas, qué mal estamos’, está bien para los lugares de incidencia política, pero a la hora de buscar trabajo, que es lo que nos interesa, no nos sirve», concluye.
El (vital) papel de los contratantes
«El empresario lo que busca es beneficio. En la Fundació Surt lo que hacemos no es solo preparar las entrevistas de trabajo, sino, siempre que la mujer lo desee, hacer visible el hecho trans en el currículo y ponerlo en positivo», señala Camarasa, dinamizadora del espacio Sororitat Trans de la Fundació Surt. En eos casos hacen dos currículos, el visible y el invisible. «Muchas mujeres con un currículo visible se sienten más seguras en las entrevistas», prosigue Camarasa, quien respeta las posiciones de todas las mujeres, pero defiende la visibilización como mujer trans como «opción política». La activista señala también la importancia de concienciar (y formar) a los empresarios. «Deben ver que contratar a personas trans es dar riqueza a sus equipos. Contar con una plantilla de trabajadores diversa da a la empresa puntos de vista diversos lo que hace que sus productos puedan llegar a gente más diversa», desarrolla Camarasa con una lógica aplastante.
A ojos de Carla Agulló usuaria de TransOcupació, «ser una persona trans es un valor añadido, hay que tener mucho coraje para salir del armario», expone.
En esa misma línea, el Ayuntamiento de Barcelona y Barcelona Activa presentaron en diciembre la guía de buenas prácticas Gestió de la diversitat LGTBI en la empresa, que parte de la idea de que «la gestión de la diversidad mejora la atracción, captación y retención del talento y genera equipos de trabajo más productivos, creativos e innovadores».