El País/Marc Español.- Diversas organizaciones documentan decenas de agresiones sexuales y estiman que son solo la punta del iceberg de ataques perpetrados sobre todo por paramilitares y bandas criminales que operan con impunidad.
Cuando a mediados de abril estallaron en la capital de Sudán, Jartum, intensos combates entre el Ejército regular y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido, parte del personal de la universidad privada femenina de Ahfad decidió abandonar sus residencias en el complejo de la institución y huir a toda prisa a lugares más seguros. Atrás, sin embargo, dejaron solas a un grupo de mujeres trabajadoras, muchas de ellas migrantes etíopes. Al poco, las fuerzas paramilitares se desplegaron en la zona y, al igual que en el resto de barrios de la capital bajo su control, empezaron a sembrar el terror entre los civiles y a asaltar viviendas para saquearlas. Cuando llegaron a las dependencias del centro universitario encontraron, atrapadas, al grupo de mujeres que habían sido allí abandonadas.
Lo que ocurrió entonces sigue sin ser del todo claro, en parte porque la universidad niega mala conducta. Pero Hala al Karib, directora regional de la Iniciativa Estratégica para las Mujeres del Cuerno de África (SIHA), asegura que han documentado los hechos y afirma que las mujeres fueron violadas en grupo y apalizadas sin que nadie pudiera intervenir.
El caso de las trabajadoras de la Universidad de Ahfad, ocurrido en los compases iniciales de los enfrentamientos, fue una de las primeras señales de alarma de las graves consecuencias que conllevaría para la seguridad y la vida de las mujeres en Sudán el estallido de la guerra en el país y el despliegue de las temidas Fuerzas de Apoyo Rápido.
Un grupo de mujeres trabajadoras, muchas de ellas migrantes etíopes, fueron violadas en grupo y apalizadas sin que nadie pudiera intervenir
La Unidad de Lucha contra la Violencia contra la Mujer, afiliada al ministerio de Asuntos Sociales de Sudán, ha documentado ya 49 casos de violencia sexual desde el inicio de las hostilidades. De estos, 25 han ocurrido en la región occidental de Darfur y 24 en Jartum, y los principales responsables están siendo miembros de las fuerzas paramilitares.
Desde la unidad alertan, sin embargo, que estas cifras son solo la punta del iceberg. “Los casos aumentan cada día y no podemos hacer un seguimiento de todo”, comenta Sulaima Ishaq, su directora. “Sabemos que los números podrían ser mucho mayores, y lo que estamos documentando solo representa el 1-2% de lo que realmente ocurre en Jartum”, agrega.
Uno de los principales motivos por los que la vulnerabilidad de mujeres y niñas en Sudán ha aumentado con los combates es la inseguridad que impera en los espacios públicos. Y porque la escasez de productos y servicios básicos, como comida y agua, las obliga a desplazarse a puntos que no conocen bien y donde quedan más expuestas a ataques. Muchos casos de agresiones sexuales se están documentando en barrios periféricos de Jartum. Y aquellas que directamente huyen también se enfrentan a grandes riesgos en los refugios temporales donde se alojan y cuando se encuentran en movimiento.
No pasa un solo día sin que documentemos nuevos casos, y creo que cuanto más tiempo pase, mayores serán las cifras que irán emergiendo […] Es muy lamentable que esto no forme parte de las violaciones que [más] se están [denunciando]Hala al Karib, directora regional de la Iniciativa Estratégica para las Mujeres del Cuerno de África
Los ataques sexuales contra las mujeres en Sudán han sido prevalentes desde hace años, sobre todo en las regiones periféricas del país, que han registrado altos niveles de violencia interna, como Darfur. En Jartum, la violencia sexual contra las mujeres ha sido también una constante desde la revolución popular que forzó la caída del exdictador Omar al Bashir en 2019. Y los casos más graves han coincidido con picos de violencia política.
Pero el estallido de los combates entre el ejército y las Fuerzas de Apoyo Rápido ha disparado la vulnerabilidad de las mujeres y las niñas. “No pasa un solo día sin que documentemos nuevos casos, y creo que cuanto más tiempo pase mayores serán las cifras que irán emergiendo”, señala Al Karib. “Es muy lamentable que esto no forme parte de las violaciones que [más] se están [denunciando]”, añade.
En Jartum, de los 24 casos de violencia sexual que se han documentado hasta la fecha, 18 fueron perpetrados por hombres que vestían uniformes de las Fuerzas de Apoyo Rápido, y tuvieron lugar en zonas de la capital que controlan, según el equipo de Ishaq. Otros tres han sido atribuidos a bandas criminales que están aprovechando la situación para efectuar robos, asaltos y sembrar el terror. Los tres perpetradores restantes no se han identificado.
SIHA, por su parte, ha documentado al menos un caso de una madre y sus hijas que fueron obligadas por los paramilitares a cocinar, lavar la ropa y hacer todo lo que les pedían en su casa durante más de una semana hasta que consiguieron huir, según explica Al Karib. También tienen constancia del secuestro de varias mujeres en Jartum, y la experta nota que, a diferencia de algunos hombres, la gran mayoría de ellas no han reaparecido.
En Darfur la situación es parecida. La mayoría de testimonios de los 25 casos de violencia sexual que ha documentado la unidad encabezada por Ishaq apuntaron que los autores vestían uniformes de los paramilitares y circulaban con sus vehículos. SIHA también ha documentado al menos un caso en el que la víctima de la agresión señaló la implicación de miembros del grupo rebelde liderado por el gobernador de Darfur, Minni Minawi. En la estratégica ciudad de El Obeid, a caballo entre Jartum y Darfur, SIHA conoce de al menos otro caso de agresión sexual en el que el autor procedía de la inteligencia militar.
“La situación actual ha aumentado enormemente la vulnerabilidad de las mujeres”, constata Niemat Ahmadi, la presidenta del Grupo de Acción de Mujeres de Darfur, que subraya que detrás de algunos casos de agresión sexual en Darfur podrían hallarse también miembros de milicias, principalmente de tribus árabes, alineadas con los paramilitares.
El colapso del sistema de salud en Jartum y en Darfur, y el de las instituciones encargadas de responder en casos de violencia contra las mujeres, está además dificultando mucho la capacidad de proporcionar apoyo a las víctimas. También está obligando a algunas a tener que recorrer largas distancias para recibir asistencia médica y psicosocial, y los centros de atención que siguen operativos sufren una presión y escasez de suministros crecientes. “Los servicios se prestan basándose en un procedimiento imposible; se trata de una odisea, impredecible, en esta situación”, lamenta Ishaq. “Para las mujeres de Jartum y de Darfur es una situación muy alarmante; siempre es la mujer la que paga el precio de una guerra que hacen los hombres”, desliza.
Más violencia machista
El Fondo de Población de la ONU (Unfpa) ha alertado de que en paralelo están recibiendo cada vez más denuncias de violencia machista en el ámbito doméstico, y consideran que el número de mujeres que necesita servicios de prevención y respuesta por este tipo de violencia ha aumentado en más de un millón de personas, hasta alcanzar los 4,2 millones. “La restricción de movimiento agrava aún más las condiciones y tensiones sociales y de subsistencia, lo que conduce a un aumento de la violencia doméstica”, alerta Sakaue Akiko, coordinadora del subsector de violencia de género del Unfpa en Sudán.
Ante este contexto, las organizaciones activas en este ámbito piden que la comunidad internacional, además de seguir presionando a las partes beligerantes para que pongan fin a las hostilidades y permitan la entrada y distribución de ayuda humanitaria, escalen su apoyo a los grupos locales que están tratando de cubrir el vacío con muy pocos recursos.
“Las organizaciones locales están desempeñando un papel fundamental en la prestación de servicios contra la violencia de género que salvan vidas en primera línea”, nota Akiko. “Se necesita urgentemente financiación adicional y formación para las organizaciones y redes locales, y en particular para las de mujeres que trabajan en primera línea”, agrega.
Para Al Karib, la comunidad internacional debería también ser más contundente con las partes beligerantes, y colocar la rendición de cuentas en el centro de su acción en Sudán. “La violencia sexual, los saqueos y crímenes de guerra han estado ocurriendo en Darfur y partes de [la región meridional de] Kordofán por 20 años”, señala, y “cuando se permite este nivel de impunidad, lo único que se consigue es envalentonar a grupos criminales. Mira ahora lo cómodos y confiados que están”. Y zanja: “Desdeñan la capacidad de la comunidad internacional para exigir responsabilidades porque, sencillamente, nunca ha ocurrido”.