Máxima tensión tras jurarse «guerra a muerte» dos bandos ultras del Atlético de Madrid

, | 13 marzo, 2019

Los neonazis de Suburbios Firm creen que el Frente se chivó a la Policía belga de la presencia del asesino de Aitor Zabaleta en un partido de la Champions

CARLOS HIDALGO. ABC.- Domingo, 13 de enero, mediodía. El entorno del Wanda Metropolitano vibra ante el partido de liga que enfrenta al Atlético de Madrid con el Levante. En las inmediaciones del barrio de Las Musas, la Policía Nacional se despliega ante la inminencia de una batalla campal entre dos grupos ultras. La diferencia, en este caso, es que ambas facciones son hinchas del mismo equipo. Los agentes consiguen evitar una pelea multitudinaria con armas de por medio. Se contabiliza a unas 70 personas y se requisan algunas armas, también una navaja.

Hay una veintena aproximada de miembros del Frente Atlético, los radicales del equipo colchonero, que se las tienen que ver con cincuenta individuos de Suburbios Firm, una escisión más peligrosa aún que se la tienen jurada. Este segundo grupo está presuntamente liderado por un sujeto al que todos conocen como El Ratilla, por su aspecto. Es un tipo acostumbrado a jugar a dos bandas. Se sospecha que fue él quien, el 30 de diciembre de 2013, dio aviso a la nueva generación de Ultras Sur, encabezada por El Niño, Javi el Bombero, El Cani y El Fichaje, de que los del Frente Atlético andaban en el bar Duratón, junto al Calderón, el día que la emprendieron a cuchilladas contra tres radicales del equipo contrario. Entre ellos, Juan María López Sánchez, alias «El Barri» (por ser vecino del Barrio del Pilar), pieza clave en la cúspide actual del Frente Atlético.

En noviembre de 2014, mataban a Jimmy, el ultra del Deportivo de La Coruña acuchillado y arrojado al río Manzanares y cuyo caso ha quedado archivado. La división entre Frente Atlético y Suburbios quedó entonces sellada para siempre y la lucha por el poder entre la hinchada colchonera se ha venido recrudeciendo en las últimas semanas.

El crimen de Zabaleta

La espita final ha sido la detención de una treintena de miembros de Suburbios en diciembre en Brujas (Bélgica), cuando su equipo se iba a enfrentar al conjunto local. La Policía de ese país puede, a diferencia de lo que ocurre en España, hacer arrestos preventivos en estos casos. Entre los que allí se encontraban estaba Ricardo Guerra, asesino del aficionado de la Real Sociedad Aitor Zabaleta, muerto en diciembre de 1998. Condenado a 17 años de cárcel, cumplía tercer grado.

El Ratilla y los suyos culpan al Frente Atlético de haber dado el chivatazo a las autoridades belgas, extremo que no está comprobado. De ideología neonazi (su supuesto líder estuvo vinculado a las juventudes de Democracia Nacional y otro de sus hombres fuertes pertenece al Hogar Social Madrid), son extremadamente violentos.

El primer encontronazo tras lo ocurrido en Brujas fue el mencionado del partido del Levante. Pero el pasado 10 de febrero, sobre las 23.20 horas, en la calle de la Travesía (San Blas-Canillejas), se produjo otra reyerta con dos heridos, uno de ellos de un machetazo. La Policía Nacional detuvo a cuatro personas: un menor, dos hombres de 23 y 20 años, y un tercero, guardia civil, de 38. El agente esgrimió que lo que hizo fue mediar en la pelea, en la que uno de los del otro bando acabó con una brecha en la cabeza y el otro con un corte profundo en una mano, por el que tuvo que ser trasladado al Hospital Ramón y Cajal.

Extrema precaución

Los agentes están vigilantes. Se teme una escalada de violencia en esta guerra declarada entre facciones de una misma hinchada. Ahora, con el traslado del Atlético al Wanda Metropolitano, los puntos de encuentro son algunos bares de esa zona, en los que ya se han producido agresiones. Desde verano, uno de ellos, el Zapatones, está cerrado. Otros lugares comunes son el bar Jodos y también El Rifle, donde en enero, Ignacio Racionero Fernández, alias «Nacho el Raciones», de 40 años, acuchilló a otra persona, presuntamente. Fue investigado hace dos décadas también por el crimen de Zabaleta.

El lugar donde se junta ahora Suburbios es un asador de la calle de la Esfinge, regentado por un exjugador que militó en un equipo de Primera División andaluz en los años 70. Se reúnen allí, encargan algunas paellas y sobrevuela la amenaza de una pronta bronca entre este grupo de unas cincuenta personas y el ala más violenta de los 400 miembros del Frente Atlético que se calcula que existen.

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