El joven de 21 años fue engañado y brutalmente agredido. Apareció atado a una alambrada por el simple hecho de su condición sexual. Veinte años después por fin podrá ser enterrado
Matthew, de 21 años, era un estudiante de ciencias políticas y lenguas extranjeras que quería ser diplomático. Dos chicos le engañaron en un bar en Laramie, Wyoming, en octubre de 1998, haciéndose pasar por homosexuales. Le convencieron de que les siguiera. Después de un trayecto en coche, lo desnudaron y lo golpearon violentamente con un revólver en la cara y en la cabeza, y lo dejaron atado a una alambrada. Matthew Shepardfue encontrado inconsciente, 18 horas después, por un ciclista que al principio pensó que era un espantapájaros. Pocos días después murió en el hospital.
Su muerte conmocionó a Estados Unidos. Dejó en evidencia la violencia contra las personas del colectivo LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transgénero), y provocó una ola de llamamientos con el fin de endurecer la legislación federal sobre los delitos motivados por el odio. «Fue una gran advertencia para Estados Unidos», reconoce a la agencia AFP Sara Grossman, jefa de comunicaciones de la Fundación Matthew Shepard.
Misas y manifestaciones condenaron su asesinato y el entonces presidente Bill Clinton instó a la Cámara de Representantes a actuar. Tardaron casi diez años: en el 2009, Barack Obama firmó una ley bautizada con el nombre de Matthew Shepard, que amplió la legislación sobre delitos relacionados con la discriminación para incluir la orientación sexual y la identidad de género.
A pesar de la ira y la emoción, la movilización que siguió a la muerte de Matthew Shepard tuvo detractores: manifestaciones homofóbicas que proclamaban que «Dios odia a los maricones» irrumpieron durante su funeral; y años más tarde, un pastor bautista provocó gran indignación al declarar su intención de levantar un monumento que representara a Matthew Shepardy afirmar que ahora ardía en el infierno. Ante el temor de que su tumba fuera profanada, sus padres, Judy y Dennis Shepard, prefirieron cremarlo y guardar sus cenizas.
Gene Robinson, el primer obispo estadounidense abiertamente homosexual y cercano a los padres de Matthew Shepard, ha sido el responsable de que se materializara la idea de acoger las cenizas del joven en la Catedral de Washington. La catedral, una prestigiosa institución en la capital federal, considera que la igualdad para las personas LGBT es «uno de los mayores problemas de derechos civiles para la Iglesia en el siglo XXI». Es, por lo tanto, «el lugar perfecto» para albergar a Matthew Shepard, según el deán Hollerith. «Es tranquilizador saber que ahora descansará en un lugar sagrado, donde la gente puede venir y reflexionar sobre cómo crear un mundo mejor y más seguro», dijo su madre, Judy, citada en un comunicado de la catedral.