AfD busca votos en el rechazo al islam y pide derribar minaretes, mientras Merkel separa la religión del terrorismo
ROSALÍA SÁNCHEZ. EL MUNDO.- Es viernes y en el berlinés barrio de NeuKöln comienza a sentirse la relajación del fin de semana. Una sutil corriente de viandantes, ajena a esa sensación, se encamina hacia la Haberstrasse, donde a las 13.30 comienza una lección sobre el Corán en la mezquita Al-Nur, conocida por los predicadores salafistas que con regularidad llegan desde diversos países para proporcionar formación a los fieles.
«Contadlos a todos y después matadlos uno por uno, eso dice el Corán», afirmaba Abu Bilal, predicador danés, en su última intervención. Lo grabó con su teléfono el primo de Zeynep, una joven alemana de familia turca de 17 años que se encuentra con ABC en la consulta de un dentista para evitar que nadie de su entorno sospeche siquiera que está hablando con «periodistas infieles». «Hay mucha presión sobre las familias. Mis padres no piensan así. Mi padre quiere que yo estudie. Pero sería un gran desprestigio si alguien se entera de que quiero ir a la universidad, debo mantenerlo en secreto», explica.
Zeynep vive en un país democrático en el que impera el Estado de derecho, pero su familia se rige a menudo en silencio por otra ley, la sharia. «No, no son los mayores los que quieren imponer las tradiciones religiosas. Son sobre todo los jóvenes. Ven muchos vídeos en internet. Sienten que están ganando poder, que van a derrotar a los infieles. Y cada atentado les confirma en esa idea», aclara.
Casi 800 reclutas alemanes
Es en estas sociedades paralelas donde Daesh parece tener el terreno abonado para el reclutamiento. Cerca de 800 alemanes han viajado a Siria e Irak para entrenarse y luchar en sus filas. El perfil que se repite es el de un hombre de entre 16 y 34 años, fracaso escolar, desempleo y «musulmán social», lo que implica conocimientos superficiales de esta religión.
Unos 120 han muerto en Oriente Medio, más de diez en atentados suicidas, según la Oficina Federal para la Protección de la Constitución (BfV), pero hay unos 260 que han regresado a Alemania y constituyen un gran peligro terrorista. «Desde la perspectiva de los atentados y la seguridad nacional, son auténticas bombas de relojería», reconoce el jefe de los servicios secretos de Interior, Hans Georg Maaßen.
No es fácil encausarles por la falta de evidencias sólidas que habría que presentar ante un tribunal. A muchos de ellos se les pierde la pista en Turquía, durante el viaje de vuelta. Unos 70 están en Alemania bajo estrecha vigilancia policial, esperando a que den un paso en falso para detenerlos. «Y además está el peligro de los lobos solitarios, que se radicalizan en mezquitas salafistas o a través de internet y sobre los que Inteligencia no tiene noticia hasta que es demasiado tarde», reconoce Maaßen.
En las mezquitas no se habla alemán y las webs de reclutamiento utilizan a menudo el árabe. Solo en Berlín hay reconocidos unos 880 creyentes salafistas, 410 abiertamente orientados a la violencia. La escena salafista reúne en Alemania a unas 10.300 personas.
Mientras el Gobierno alemán insiste en la necesidad de no identificar islam con terrorismo de forma generalizada, el partido anti euro y nacionalista Alternativa para Alemania (AfD) sostiene que el terrorismo está ligado estrechamente con esa religión y con la política de refugiados de Merkel.
En un documento presentado este lunes, AfD exigió derribar los minaretes de las mezquitas, cerrar las cátedras del islam en las universidades alemanas, prohibir la predicación de imanes extranjeros y la financiación extranjera de las mezquitas, así como rebajar la edad penal a los 12 años y expulsar de forma automática a todos los solicitantes de asilo sospechosos de poder cometer algún delito. «El islam no es compatible con el Estado de derecho, porque no acepta la separación entre Iglesia y Estado –justificaba su candidato electoral, Alexander Gauland–, es un error tratar de diferenciar islam de islamismo radical».
AfD defiende que el islam no debe ser considerado ante la Constitución alemana como una religión, sino como un «desafío político» y este es seguramente uno de los factores que está influyendo en su ascenso en las encuestas hasta convertirse en la tercera fuerza política en Alemania, con un 11% de los votos.
Las asociaciones y autoridades musulmanas en Alemania, sin embargo, insisten en que los violentos son una minoría rechazada por el resto y reivindican la libertad religiosa como principio constitucional, con el apoyo de las iglesias cristianas.
Frente a la xenofobia
«Una y otra vez surge la cuestión de si se puede votar o no a la AfD», ha reconocido el presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, el cardenal Reinhard Marx, y no queremos estigmatizar a ese partido, pero nos distanciamos claramente de la conducta populista y de muchas de sus posturas. Para que quede bien claro: la perspectiva cristiana no es compatible con una actuación política que viva de la instigación a la xenofobia, que alimente los temores a ser atacados o desplazados por lo extranjero y que destaque de forma parcial los intereses nacionales».
«Yo soy una musulmana devota», explica Zeynep, «pero no soy ninguna terrorista. Y por culpa de ellos ahora nos tratan como terroristas a todos». «Hay que pararlos, están haciendo mucho daño al islam y a Alemania. Y muchos musulmanes no se atreven a hacer nada porque son muy violentos y porque se imponen en muchos barrios. Si no les llevas la corriente corres el peligro de perder tu empleo o que te ataquen por la calle», describe.
La canciller Merkel ha defendido por su pare que «no es el islam la causa del terrorismo, sino una interpretación desviada del islam» y ha pedido a las autoridades religiosas islámicas marcar esa diferencia y distanciarse del yihadismo, además de subrayar la necesidad de la cooperación «internacional y multilateral» para luchar contra la «amenaza asimétrica» del terrorismo islamista