Chloe Hadjimatheou. BBC WORLD.- Jenny, de 9 años, se levanta y se balancea de atrás hacia delante, mirando a través de los barrotes de una jaula de madera.
Cuando se le abre la puerta de la celda, salta al suelo de piedra y abraza estrechamente a la enfermera. Pero pocosminutos después, permite que la vuelvan a encerrar sin quejarse.
Está acostumbrada a su jaula. Ha sido su hogar desde que tenía 2 años.
Jenny, a quien se le diagnosticó autismo, vive en una institución pública para niños discapacitados en Lechaina, una pequeña ciudad en el sur de Grecia. En total son más de 60 los residentes del centro, muchos de los cuales están encerrados en celdas o jaulas.
Bajo la lupa europea
Las malas condiciones llegaron por primera vez a oídos de las autoridades hace 5 años cuando un grupo de licenciados europeos pasó varios meses en el centro haciendo voluntariado.
Catarina Neves, portuguesa graduada en psicología, formó parte del grupo.
«El primer día me quedé completamente en estado de shock… Nunca pude imaginar que tuviéramos una situación así en un país europeo moderno, pero lo que más me sorprendió fue que el personal se comportaba como si esto fuera normal», recuerda.
Los voluntarios escribieron sus experiencias en un documento que enviaron a políticos, funcionarios de la Unión Europea y toda organización de derechos humanos o de atención a discapacitados que pudieron encontrar.
En algunos casos recibieron respuestas en las que les agradecían la información sin ninguna promesa de acción, pero en la mayoría de los casos fueron ignorados.
En 2010, el testimonio de los voluntarios llegó a manos del defensor del pueblo para los derechos del niño en Grecia, que visitó el centro y publicó un informe condenatorio en el que resaltó «las condiciones de vida degradantes, la privación de cuidados y apoyo, el uso de sedantes, niños atados a sus camas, el uso de camas-nido de madera para niños con dificultades de aprendizaje, la vigilancia electrónica».
El defensor del pueblo subrayó que tales prácticas constituyen «violaciones de los derechos humanos».
El informe del defensor del pueblo concluyó que las jaulas y otras prácticas que impliquen restricciones a largo plazo «son claramente ilegales y suponen una contradicción directa con la obligación de respetar y proteger los derechos humanos de los residentes» e instó al gobierno griego a adoptar medidas inmediatas para rectificar la situación.
Cambios estéticos
Pero después de casi 5 años, los únicos cambios son superficiales.
Algunas de las barras de madera se pintaron y se encontró financiación para convertir la sala de día en una zona de juegos, pero todavía no hay nadie que pueda dedicarse a los menores, que se sientan solos en la sala sobre colchonetas de plástico mirando las paredes mientras un ayudante observa desde la puerta.
«En un turno de noche, a menudo me quedé sola con tres asistentes, que ni siquiera son enfermeros, para cuidar a más de 60 pacientes.
«Si surgía algún problema médico con los menores, no había nadie a quien pedirle ayuda excepto Dios», dice una trabajadora sanitaria que recientemente se retiró del centro y habló con la BBC bajo anonimato.
La mujer defiende que las jaulas eran necesarias. «Luchamos para que construyeran las camas enjauladas para darles a los niños más libertad.
«Antes de eso, los residentes estaban permanentemente atados de brazos y piernas a sus camas.
«En cualquier caso, los niños están acostumbrados a ellas. Les gustan».
El doctor George Gotis, voluntario del centro desde hace más de dos décadas, también tiene una opinión positiva sobre las jaulas.
«Creo que esta es una de las mejores instituciones para menores discapacitados, no sólo en Grecia sino en Europa», asegura.
«Muchos de estos niños profundamente discapacitados han vivido más allá del promedio de su esperanza de vida y estas camas encajadas, que fueron construidas para protegerlos de las lesiones, han jugado un rol importante en este sentido».
La nueva directora del centro, Gina Tsoukala, que hace casi un año no cobra su sueldo, indica que no puede renunciar porque siente que le debe a los residentes quedarse y luchar por su causa.
«Obviamente no deberíamos tener jaulas aquí, pero es imposible para nosotros funcionar sin ellas cuando estamos tan cortos de personal.
Método de coerción
Pero alegar que las jaulas están ahí para la seguridad de los niños es un error, dice Steven Allen, del Centro para la Defensa de los Discapacitados Mentales (MDAC, por sus siglas en inglés), una organización internacional de defensa de los derechos de personas con discapacidades mentales.
«Las jaulas están ahí para proteger al personal, no a los niños», sostiene.
«Se basan en un modelo fundamentado en la coerción, la restricción y hacer que la gente con discapacidad sea fácil de manejar, no de tratarlos como seres humanos con derechos.
«Ser retenido en una jaula es seriamente perjudicial para la salud mental de los pacientes, no tiene valor terapéutico e incluso puede ser físicamente peligroso.
«Ha habido casos en otros lugares donde las barras de las jaulas cayeron sobre los pacientes y los mataron», dice.El MDAC dice que los únicos otros países que utilizan camas similares son República Checa y Rumania.
El jefe de la Asociación para Familias y Personas con Discapacidades en la provincia de Ilia, Ioannis Papadatos, tiene su oficina en un centro de última generación diseñado para atender a personas con discapacidades.
Con instalaciones como una piscina, salas de fisioterapia y un laboratorio de logopedia así como un gran número de apartamentos para una vida semiindependiente, fue construido con fondos de la Unión Europea.
Pero en la actualidad está vacío porque el estado griego no puede pagar al personal necesario para gestionarlo.
Ioannis Papadatos fue miembro de la junta de administradores del centro para niños de Lechaina hasta el año pasado.
Dice que batalló para mejorar las condiciones del centro: dos niñas con autismo van ahora a una escuela especial unas pocas horas al día.
Pero en el caso de muchos residentes, Papadatos lamenta que «el único momento en que serán realmente libres llegará cuando mueran».
Este tema le toca de cerca. Su primer hijo, Andonis, de 24 años, nació con síndrome de Down.
Andonis visitó el centro con su padre y vio a jóvenes en condiciones similares a la suya viviendo tras unos barrotes. Cuando se le pregunta sobre el caso, tiembla de forma visible.
«¡Oh, no hable de eso! Me da escalofríos», exclama.
Sociable y seguro, Andonis es excepcional en el sentido de que fue criado por padres que estaban orgullosos de él y lo animaron a vivir una vida lo más independiente posible, en un país donde la discapacidad es todavía objeto de estigma.
Impacto de la crisis económica
Hay cerca de una decena de centros para menores y adultos discapacitados en Grecia, pero es difícil tener acceso a ellos y no se sabe bien en qué condiciones está cada uno de ellos.
Las peticiones de la BBC para visitar otras instituciones en Atenas y Sidirokastro, en el norte de Grecia, fueron rechazadas.
Pero hay planes para mejorar la institución de Lechaina y otras residencies similares, dice Efi Bekou, secretaria general de bienestar en el Ministerio de Trabajo y Bienestar Social.
«En este momento hay 12 centros para discapacitados en Grecia pero estamos abriendo cada vez más residencias en la comunidad y esperamos poder cerrar todas las instituciones grandes».
Dice que la crisis económica implica que el estado griego está sujeto a las reglas establecidas por sus prestamistas en la UE y el Fondo Monetario Internacional, lo que incluye una moratoria para la contratación de nuevo personal. Como resultado, dice, sería imposible contratar al personal necesario en el centro.
Pero al tiempo que dice que el gobierno discute la situación de los niños, Bekou admite que «no puede dar una fecha exacta de cuándo se los trasladará de dicha institución».
*Los nombres de los menores han sido alterados en el artículo.