Esta ideología racista también está detrás de los graves atentados en países como Noruega o Nueva Zelanda. La detección de los dos hombres de Lleida es la primera manifestación de una radicalización que ha costado centenares de vidas en Occidente
GUILLEM SÀNCHEZ. EL PERIÓDICO.- Los Mossos d’Esquadra consideran que el nacionalismo blanco acuñado en Estados Unidos es una «amenaza real» en Catalunya como constata el caso de los dos hombres de 30 años arrestados en Lleida en septiembre que pretendían cometer ataques de la llamada guerra racial contra minorías étnicas. Fuentes de la comisaría general de Informació consultadas por EL PERIÓDICO subrayan que se trata de fenómeno en expansión por Occidente que también ha eclosionado en España y que forma parte de una narrativa racista que sacraliza la violencia para defender la supremacía de la raza blanca. Otra expresión de los procesos de radicalización que cada vez más ciudadanos abrazan en un contexto de crisis económica, incertidumbre por la pandemia de covid-19 e informaciones distorsionadas propagadas por internet.
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La revelación de que había dos hombres de 30 años en la Pobla de Cèrvoles (Lleida) haciendo apología de Brenton Tarrant –autor del asesinato de 51 personas en Nueva Zelanda en 2019– o de Anders Behring Breivik –que llevó a cabo una masacre en Noruega en 2011 que costó la vida a 76 personas– y animando a sus seguidores a emularlos es la manifestación más contundente de esta deriva aunque una consecuencia coherente con el auge de discursos extremistas, según los Mossos.
En los últimos años se han disparado las denuncias e investigaciones por delitos de odio y discriminación contra el colectivo LGTBI o minorías raciales, han proliferado los discursos excluyentes y frases o conceptos, inaceptables hace poco, ahora se dan con demasiada frecuencia, también en los partidos políticos. Además, en Catalunya, existe ya otro precedente: Manuel Murillo, un tirador profesional vecino de Terrassa, que pretendía acabar con la vida del presidente Pedro Sánchez tras la exhumación del cadáver de Franco.
Lenguaje propio
La narrativa común que comparten los seguidores del nacionalismo blanco reúne características que, en algunos casos, se dan con frecuencia en cualquier tribu urbana –sobre todo virtual–. Hacen un uso intensivo de internet: tienen un lenguaje irónico que atrae a los jóvenes, abusan de los memes y ‘gamifican’ la realidad. La comunicación busca crear un sentimiento de comunidad desarrollando una subcultura propia que se nutre de la perversión de personajes ficticios como Pepe the Frog para convertirlos en iconos del alt-right (la extrema derecha alternativa americana que considera a los conservadores tradicionales demasiado progresistas) o de juegos de palabras que transforman lemas como el ‘Black lives matter’ en el ‘Black lives splatter’ (salpican) o títulos de películas como ‘Breakin 2: Electric Boogaloo’ en ‘Big Iglú’. Esta última es una referencia retorcida a una hipotética segunda guerra civil en Estados Unidos destinada a salvar a la población blanca. Los iglúes abundan en las banderas de la ultraderecha.
Los dos arrestados en Catalunya gestionaban cuatro chats de Telegram –dos en abierto y dos cerrados– desde el que trataban de adoctrinar y persuadir. Uno de estos chats se llamaba ‘Iron Pills’, una alusión evolucionada a la pastilla roja de Matrix –la que te despierta a un estado de conciencia– pero en su versión más dura –’pastilla de hierro’, que es más dura de tragar pero que aporta más supuesta lucidez–. Fueron arrestados al pedir ayuda para comprar armas. Están en libertad con cargos.
Nacionalismo blanco frente a supremacismo blanco
Para los Mossos resulta importante distinguir entre supremacismo blanco y nacionalismo blanco. Ambos consideran que la raza blanca debe gobernar al resto de razas pero solo el segundo defiende el uso de la violencia para lograrlo. El mismo matiz que separa la extrema derecha de la ultraderecha.
El nacionalismo blanco nació en la década de los setenta en Estados Unidos y tiene raíces culturales que conectan con el nazismo alemán o el Ku Klux Klan. Basa su ideología en la creencia victimista de que la población blanca está siendo substituida por el resto de razas a causa de un complot internacional que afecta a los gobiernos internacionales, especialmente los ejecutivos progresistas. A diferencia del supremacismo blanco, el nacionalismo blanco defiende, promueve y aplaude los ataques terroristas para evitar esa supuesta substitución, tiene una voluntad revolucionaria para cambiar el sistema. También cree que la democracia no funciona y, como el survivalismo, prevé un colapso inminente. Usan la iconografía cristiana de las cruzadas pero se aparta de los mandamientos y es profundamente homófobo y antifeminista, un movimiento al que acusa de distraer a la mujer de su propósito reproductivo.
A través de internet, el nacionalismo blanco de raíz americana se ha exportado al resto del mundo occidental –que incluye Estados Unidos, Europa y Oceanía–, escenario en tiempos recientes de atentados tan graves como el que perpetró Tarrant en Nueva Zelanda o Anders Behring Breivik en Noruega. A diferencia de las organizaciones yihadistas, los terroristas nacionalistas blancos no afirman pertenecer a ninguna organización en concreto –como Daesh o Al Qaeda– pero acostumbran a dejar por escrito los nombres de referentes que los han precedido en un intento de conectar sus acciones con las de quienes les han inspirado.
Sus textos fundacionales son ‘Los Diarios de Turner’, una novela escrita por Willian Pierce en 1974, fundador de la Alianza Nacional en Virginia, que contiene una ficción acerca de una revolución contra el gobierno de la Casablanca que cristaliza con el exterminio del resto de razas; ‘Siege’, del neonazi americano James Mason; o la novela ‘El campamento de los santos’, de Jean Raspail, otra ficción publicada en 1973 sobre una ola masiva de inmigración africana que provoca el colapso de los países europeos.
La islamofobia
Sònia Parellada, investigadora del Cer-Migracions de la UAB, observa con preocupación la eclosion leridana de nacionalismo blanco, remarca que se ha dado aquí como podría haberse dado en cualquier otro país occidental y subraya que en España este se manifiesta sobre todo a través de la islamofobia. Avisa de que su discurso supone «un gran peligro» para personas que, en contextos socioeconómicos duros como el actual, «son carne de cañón permeable». Y añade que combatir estas expresiones juzgándolas como delitos de odio no es un mal camino de afrontarlo.
Que en España se exprese sobre todo a través de la islamofobia no lo convierte en algo nuevo, matiza. La creencia de que la raza blanca debe dominar es mucho más antigua y procede del racismo científico de los siglos XVI y XVII –teorías demostradamente «falsas», recuerda–, que ha cobrado formas distintas a lo largo de la historia, como durante la esclavitud de la población africana o en los campos de concentración de Alemania.
Parellada, tras analizar el contenido de ‘Iron Pills’, el chat de los dos arrestodos por los Mossos, destaca que los sospechosos parecen hacer encuestas que podrían tenir la finalidad de cribar cuáles de sus subscriptores son más afines al nacionalismo blanco. Es decir, un proceso de captación. Es una hipótesis no exenta de sentido dado que había otros dos chats privados a los que solo accedían aquellos ‘seleccionados’ por los administradores. La lucha debe focalizarse «en las redes sociales», aconseja. El mismo lugar desde el que trata de prevenirse una radicalización de sentido opuesto, la yihadista, que logra reclutar a más jóvenes dispuestos a atentar a través del ordenador que de las mezquitas.