GUILLERMO ALTARES. EL PAÍS.- La rue des Rosiers, en el centro de París, es el corazón del viejo barrio judío de la ciudad. Ahora es una calle muy turística, llena de tiendas de marcas de ropa y que ofrece los falafel (croquetas) más famosos de la capital. Sin embargo, los viejos negocios hebreos permanecen –librerías, restaurantes, panaderías, tiendas de comida–, así como las huellas, en forma de placas conmemorativas, de un pasado marcado por la tragedia. Pero las amenazas forman parte también del presente. El asesinato de cuatro judíos el viernes durante la toma de rehenes en un supermercado cosher de París es el último episodio de violencia contra una comunidad que se empieza a preguntar si tiene sitio en Francia.
«No tengo miedo, pero soy plenamente consciente de que existe un enorme riesgo», asegura Zeev Magnichever, de 40 años, que trabaja en la librería Du Temple. «Mi hermana, que lleva a su hija al colegio judío, está aterrorizada. Si mi hijo fuese a ese colegio, yo también lo estaría. Esta mañana, por ejemplo, había dudas sobre si teníamos o no que abrir la librería», prosigue. Cuando se produjo la toma de rehenes en el supermercado Hyper Cacher de Vincennes, dentro de la oleada de violencia que se ha abatido sobre Francia que comenzó con la matanza en la revista Charlie Hebdo, la policía fue inmediatamente a la rue des Rosiers y pidió que cerrasen los negocios por seguridad. Este verano, durante las manifestaciones contra la guerra de Gaza durante las que se produjeron ataques antisemitas, el barrio estaba tomado por fuerzas de seguridad, armadas hasta los dientes.
Tanto el presidente de la República, François Hollande, como el primer ministro, Manuel Valls, se han reunido con representantes de la comunidad judía francesa y han querido dejarles patente que no escatimarán esfuerzos para garantizar su seguridad. «El presidente nos ha dejado claro que todas las escuelas, todas las sinagogas estarían protegidas, si es necesario por el Ejército además de por la policía», declaró este domingo el presidente del Consejo Representativo de las Instituciones Judías de Francia (CRIF), Roger Cukierman, al término de una entrevista con Hollande. Tras visitar el escenario de la matanza de Vincennes, Valls señaló por su parte el sábado: «Los judíos de Francia, desde hace años, tienen miedo. Pero Francia, sin los judíos de Francia, ya no será Francia».
Ya por la tarde y tras la gran marcha contra el terrorismo, Hollande y Valls acompañaron al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, durante la ceremonia celebrada en la Gran Sinagoga de la capital francesa. Netanyahu ha encargado la formación de una comisión ministerial para facilitar la emigración de judíos franceses a Israel.
«Desde hace meses, cada vez más gente se ha ido a Israel», explica el librero Magnichever. En 2014, 7.000 judíos franceses hicieron la aliyá, el doble que el año anterior. Según la Agencia Judía, son actualmente la comunidad más importante en la inmigración, por encima de los estadounidenses y los rusos.
Este movimiento se produce cuando los ataques contra los judíos se han acelerado en Francia los últimos años. El asalto del supermercado por parte de Amedy Coulibaly, cómplice de los autores de la matanza de Charlie Hebdo, los hermanos Kouachi, no fue una casualidad, sino un acto deliberadamente antisemita, como lo fue el asesinato de tres niños y una profesora en una escuela judía de Toulouse por parte del yihadista Mohamed Merah en 2012. Según la ONG Servicio de Protección de la Comunidad Judía (SPCJ), en datos recogidos por la agencia France Presse, durante los siete primeros meses de 2014 se produjo un aumento con respecto al año anterior del 91% de los actos antisemitas en este país. Francia alberga la mayor comunidad judía de Europa y la tercera del mundo con entre 500.000 y 600.000 miembros. Cuenta con 500 sinagogas.
“El futuro ya no está aquí. El país está gangrenado”, dice un hombre de 50 años
El ambiente el sábado ante el lugar donde se produjo el asesinato de los rehenes era de tristeza, duelo, rabia pero también de tensión. Muchos ciudadanos de todos los credos, incluido el ateísmo, se acercaron para dejar flores y mostrar su respeto. Pero también había muchos miembros de la comunidad judía, que expresaban en voz alta, muchas veces en acaloradas discusiones, su temor y su sentimiento de que son víctimas de una campaña de odio organizado y creciente. Didier Nakhashe, de 50 años, que pertenece a la comunidad judía del este de París, expresaba: «Estamos todos muy tristes, el futuro para nuestros hijos ya no está aquí. Francia está gangrenada».
La rue de Rosiers recuerda en sus placas que muchos judíos fueron deportados a los campos de exterminio nazis durante la II Guerra Mundial por el Gobierno de Vichy. Como ha relatado en sus grandes novelas el premio Nobel de Literatura 2014, Patrick Modiano, fueron franceses y no alemanes, los que realizaron la shoah (holocausto) en Francia, un país donde el antisemitismo tiene raíces profundas –no hay que olvidar tampoco que J’accuse, de Émile Zola, uno de los monumentos del periodismo universal, se escribió en 1898 en defensa del coronel Dreyfus, condenado por traición por ser judío aunque era inocente–.
Sin embargo, la comunidad vivió un renacimiento en la segunda mitad del siglo XX y ahora hay más judíos que antes de la II Guerra Mundial, durante la que fueron asesinados 72.000 de una comunidad de 300.000. La explicación es que muchas comunidades de las antiguas colonias encontraron refugio en Francia. Otra placa en la misma calle recuerda también que la violencia nunca se detuvo: el 9 de agosto de 1982, un comando de nueve hombres entró a tiros en el restaurante Jo Goldenberg y lanzó varias granadas en su interior, matando a seis personas e hiriendo a 22. Es el peor atentado antisemita en Francia desde la liberación. Jo Goldenberg es ahora una tienda de ropa frecuentada por turistas, ya que el restaurante cerró hace unos pocos años. Se conservan los preciosos mosaicos de la entrada. Los tiempos cambian, la violencia, desgraciadamente, regresa.