Las denuncias por violencia de género en menores han aumentado, pero las expertas huyen del fatalismo que relaciona las cifras con un incremento del maltrato en la adolescencia respecto a generaciones anteriores
«Solo desde una visión idealizada del pasado se puede asegurar esto», explica la experta María Antonia Caro
Alertan de la pervivencia de comportamientos machistas y sexistas en la juventud, pero también aseguran que los valores de igualdad están calando
MARTA BORRAZ. ELDIARIO.ES.- Las cifras salpican los titulares cada cierto tiempo. Hablan de un aumento de las denuncias y un incremento de los detenidos desde hace unos años. El número de chicos de entre 14 y 17 años investigados por violencia de género se ha triplicado en los últimos nueve años y los jueces han destacado el incremento de los menores enjuiciados. En medio de los datos no son poco frecuentes las referencias a un supuesto «retroceso» que tiene como protagonistas a adolescentes de los que se afirma ser más agresivos o violentos con sus parejas mujeres. Pero, ¿cuánto hay de alarma y cuánto de realidad? ¿Son los jóvenes cada vez más machistas? ¿Ejercen más violencia?
«Solo desde una visión idealizada del pasado se puede asegurar esto. Los datos que tenemos disponibles no lo avalan. Hay violencia en la juventud y perviven los comportamientos machistas y sexistas, por supuesto, pero no podemos dejarnos llevar por alarmas sociales si queremos afinar en el diagnóstico. De otra manera, solo contribuiremos a naturalizar el problema o creer que es posible afrontarlo con políticas punitivas, cuando en realidad es algo social», explica María Antonia Caro, educadora social y coordinadora del programa Por los Buenos Tratos, de la ONG Acción En Red.
De hecho, no existen estudios que demuestre que los jóvenes ejercen más violencia de género que antes o que el resto de la población. Por otro lado, las investigaciones referidas a la adolescencia y el machismo son relativamente recientes. De lo que sí hay constancia es del aumento de los menores enjuiciados. Según el Consejo General del Poder Judicial, el número pasó de 179 en 2016 a 266 en 2017. De acuerdo con los datos aportados por el Gobierno, la cifra de menores investigados en los diez primeros meses del año pasado fue la más alta de los últimos nueve.
Para las expertas consultadas, esto se debe a varios factores, entre ellos, el incremento de las denuncias. ¿Significa esto que las jóvenes sufren más violencia de género que años atrás? «Lo que está claro es que cada vez hay mayor conciencia y se está detectando más porque hay una mayor sensibilización. ¿Hay más violencia que antes? No lo sabemos», argumenta Carmen Ruiz Repullo, socióloga y autora del informe Voces tras los datos. Una mirada cualitativa de la violencia de género en adolescentes.
«Mirada uniformadora»
El estudio incide en que «no debe practicarse una relación directa entre aumento de denuncias y aumento de la violencia de género» porque detrás de las cifras podría estar «una mayor conciencia sobre esta problemática, así como un mayor nivel de recursos públicos destinados a proteger a las mujeres». Eso sin pasar por alto que «las transformaciones en las relaciones de género, en la medida en que la igualdad avanza, los hombres ven cuestionado su papel y utilizan la violencia para conservarlo».
Las expertas arrojan también otras variables que pueden explicar el incremento de los datos, además de una mayor sensibilización. Una de ellas «es que la edad de inicio de las relaciones se ha adelantado con respecto a hace 15 años, así que hay más volumen de parejas que antes», explica Olga Barroso, que ha trabajado en el recurso especializado en violencia de género y adolescencia de la Comunidad de Madrid. Además, la Ley de Violencia de Género de 2004 amplió el concepto de violencia machista, «lo que puede contribuir a que más jóvenes lleguen a juicio», dice Caro, autora junto a Belén González Paredes del estudio Jóvenes y violencia sexista: Alarmas, profecías y realidades.
El informe alerta sobre «una mirada uniformadora» que se esconde tras las afirmaciones que llevan a pensar que la juventud es más machista o violenta que generaciones anteriores. «No hay datos para el fatalismo. Además no debemos escurrir el bulto de esa manera. Si los adultos no estamos reconociendo que la sociedad es machista ni actuando en consecuencia, no podemos poner esa carga en los que vienen detrás», cuenta Barroso, que, no obstante, piensa que sí vivimos un momento de recrudecimiento de los mensajes culturales machistas.
El control y los celos
Otra de las certezas que tienen las expertas es que los valores en igualdad están calando en la sociedad: «Los valores que tiene esta generación no los tuvo la mía. En mi época eran que la mujer debía ser esposa, quedarse en casa y acatar lo que decía el varón. Ahora no. Esto no quiere decir que no haya comportamientos que contradigan los valores en igualdad, pero no hay que menospreciarlo», opina Caro. Eso sí, insiste, sin pasar por alto que actualmente «perviven rasgos sexistas y se legitiman comportamientos abusivos y violentos inadmisibles entre los jóvenes».
De hecho, un estudio elaborado por el CIS en el año 2015 concluía que el 33% de los jóvenes españoles consideran aceptable que su pareja le controle. A unque el porcentaje de adolescentes que consideran la violencia machista un problema grave va en aumento, los celos, el control y una concepción tóxica de las relaciones de pareja siguen presentes en su imaginario. Así lo corroboran la mayoría de informes, que identifican el control en el noviazgo como uno de los problemas fundamentales, que incluso es legitimado en mayor grado que el resto de la población. Un control, que explica Caro, está favorecido «por el extendido uso de Internet y las redes sociales».
Todas las expertas apuestan por hacer un diagnóstico de la violencia en la adolescencia que no caiga en lugares comunes, teniendo en cuenta la especificidad del maltrato que se da entre jóvenes sin perder de vista el grado de comportamientos machistas que se siguen dando. Para ello, argumenta Caro, «es imprescindible una evaluación de políticas públicas para adaptarlas a la juventud huyendo de las alarmas sociales porque no ayudan en nada a la reflexión y a la investigación».