Dirigentes de JpC y ERC se suman al intento de bloqueo de la entrega de premios
JESÚS HIERRO. ABC.– La visita de la Familia Real a Barcelona acabó ayer con hogueras y tensión en las calles de la Ciudad Condal, aunque, al cierra de esta edición la situación no había derivado en altercados graves. La presencia de los Reyes abrió ayer una semana que se prevé complicada en materia de seguridad y orden público. Los autodenominados Comités de la Defensa de la República (CDR) señalaron en rojo en el calendario el viaje del Jefe del Estado a la capital catalana en una fecha «clave» de una estrategia ideada para revestir de anormalidad la campaña del 10-N. Y de nuevo, una manifestación secesionista acabó con lanzamiento de objetos contra los mossos y una gran hoguera sobre la Diagonal.
Varios grupos del secesionismo radical convocaron sendas «columnas» destinadas a llenar la Diagonal y tratar de boicotear la entrega de premios de la Fundación Princesa de Girona, con la presencia del Rey, la Reina, y sus hijas, la Princesa Leonor y la Infanta Sofia. A primera hora de la tarde, dos grandes grupos de manifestantes se desplazaron hacia el Palacio de Congresos de Cataluña, donde se celebró el acto. Las llamadas del radicalismo eran continuas: «Traed todas las fotos que queráis quemar», resaltaron los organizadores en las redes sociales. Los concentrados, cumplidores, así lo hicieron, y prendieron fuego a varios retratos a la vez que Don Felipe y la Princesa daban sus discursos en el auditorio.
En el lugar se concentraron miles de manifestantes, y el ambiente empezó a caldearse ya desde primera hora de la tarde. Los primeros señalados por los radicales fueron los invitados a la entrega de premios que trataban de acceder a pie al Palacio de Congresos. Los distinguían por su indumentaria. Independentistas de avanzada edad señalaban cuando divisaban a un asistente: «¡Mirad, mirad!». Y la masa de radicales, algunos de ellos jóvenes encapuchados, se apresuraban a cortarles el paso con insultos, empujones y golpes. Entre los damnificados, el líder del PP en Barcelona, Josep Bou, que ante los insultos, empujones y escupitajos tuvo que buscar otra puerta de acceso. El empresario del calzado Antonio Castañer también fue agredido. Otros asistentes lo tuvieron más fácil al acceder en autobús por puertas secundarias.
Dentro del Palacio de Congresos, el acto transcurría con normalidad. Fuera, se iban sumando más independentistas que cortaban la Diagonal ante el blindaje del edificio por parte de los antidisturbios de los Mossos d’Esquadra. Algunos iban alimentando una hoguera con papeles, fotos del Jefe del Estado y muebles al grito de «ni un paso atrás, el Rey a la hoguera».
La radicalidad anunciada de la protesta no evitó que los principales partidos soberanistas catalanes se sumaran con entusiasmo a las concentraciones e incluso difundieron la lista con los dirigentes, muchos de ellos candidatos a las elecciones del domingo, que se desplazaron hasta las manifestaciones de los CDR. Para evitar problemas, las formaciones optaron por mandar «segundos espadas» a la Diagonal. Con ello, se cubrieron las espaldas para evitar los abucheos de la facción más ultra de sus eventuales electores. Al menos, los políticos no acudieron encapuchados como muchos de los manifestantes. La temperatura de la manifestación fue de menos a más, como viene siendo habitual en las últimas citas del independentismo. Así, a las siete de la tarde ya había decenas de jóvenes y adolescentes encapuchados y con el rostro tapado merodeando por la línea policial. «Urquinaona, lo volveremos a hacer», proclamaban.
El habitual «relevo» de los manifestantes más mayores por otros más jóvenes dio lugar a los lanzamientos de los primeros objetos a los Mossos. Pintura, huevos y papel higiénico fueron los primeros elementos arrojados contra los agentes. Paralelamente, una gran hoguera y el estruendo de pitos, cazuelas y gritos -entre estos el ya habitual «Pim, pam, pum, que no en quedi ni un», inspirado en los cánticos abertzales- alteraba la tranquilidad reinante tradicionalmente en la entrada de Barcelona, una zona plagada de facultades universitarias y bloques de viviendas de alto «standing». Al cierre de esta edición, muchos manifestantes se habían ido ya a casa, pero otros persistían ante la línea policial en la avenida Diagonal, pese a las advertencias de los Mossos.